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«Este libro fue un encargo», reconoce Diego Díaz (Oviedo, 1981), autor de 'Pasionaria.La vida inesperada de Dolores Ibárruri', libro editado por Hoja de Lata que presenta a las 19:00 horas (junto a Virginia Hernández, alcaldesa de San Pelayo)en la librería Sandoval. « ... Acepté la propuesta con mucho gusto. Y, a partir de ahí, he tratado de usarlo para reflexionar sobre temas que me interesan mucho: el movimiento obrero como agente ilustrador de las masas en las primeras décadas del siglo XX, la relación entre clase y género, la alienación militante y la espiral autodestructiva del estalinismo...
–¿Recuerda la primera vez que escuchó hablar de la Pasionaria?
–No recuerdo su entierro, pero sí un cartel que el PCE sacó por aquel entonces, 'Pasionaria, una flor del siglo XX', pegado en alguna pared de mi barrio. No me era un personaje del todo ajeno como historiador, pero profundizando en su biografía me he llevado sorpresas.
–¿Por ejemplo?
–Quizá la mayor tiene que ver con su intuición feminista a la hora de fundar y organizar la Agrupación de Mujeres Antifascistas, un movimiento heterogéneo desde el punto de vista ideológico y de clase social, que en los años 30 se va a convertir en una organización femenina de masas que reclama a la República cosas tan actuales como la igualdad salarial entre hombres y mujeres o un sistema público de cuidados.
–¿Cómo retratar a una persona que puede ser vista como ídolo o villano?
–'La vida inesperada de Dolores Ibárruri' no está escrita con ánimo de revancha ni de ajustar cuentas con Pasionaria, pero tampoco es la vida de una santa. No escribo contra Pasionaria, pero tampoco he tenido miedo en sumergirme en las tinieblas del personaje y de su época.
–¿Cómo se evita la hagiografía?
–Con honestidad intelectual. Además de una estafa, hacer hagiografías me parece aburrido. Escribir sobre un personaje contando sus luces y sombras es siempre más apasionante que contar la vida de un santo o una santa.
–¿Por qué lo de vida inesperada?
–Porque la de Dolores fue un error en el sistema. Su madre le pronosticó una vida de «hilar, parir y llorar», y su biografía fue una rebelión contra ese destino que le tocaba como mujer de clase obrera.
–Escribe: «Pasó de fregar la sede socialista local a secretaria del PCE, a despachar con Azaña». ¿Qué tenía esta mujer para conseguir este salto?
–Una enorme intuición política, una fe en el socialismo inquebrantable y una seguridad en sí misma poco común en una mujer que solo había podido estudiar hasta los 15 años. El movimiento obrero fue para ella, como para muchas otras personas de su clase, la Universidad que le permitió dar ese salto. Su matrimonio con un minero socialista, Julián Ruiz, le abrió las puertas de la Casa del Pueblo y le descubrió una biblioteca y un ambiente cultural y político que le permitieron leer, aprender, evolucionar en su pensamiento y descubrir que el mundo se podía cambiar y no tenía que ser forzósamente ese valle de lagrimas que le habían dicho en la iglesia de su pueblo.
–¿Cómo era, más allá de su fachada política?
–Una mujer con una vida difícil, que sobrevivió a cinco de sus seis hijos, y cuya militancia política marcó en todo momento su biografía.
–¿Cómo construir esa biografía tantas veces contada desde una perspectiva novedosa?
–Quizá atendiendo a cuestiones que en otras biografías habían tenido menos importancia, como la cuestión de género o su relación sentimental con Francisco Antón, 14 años más joven que ella. Que una mujer de 40 años se atreviera en la España de 1936 a vivir una historia de amor con un joven de 28, me parece muy revelador de lo inesperado de la vida de Dolores Ibárruri.
–¿Ella fue consciente de su poder (real o simbólico), de su posición como líder, referente?
–Siempre. Y se convirtió en la más eficaz propagandista de la España de su época. Era una maestra frustrada y supo canalizar esa vocación pedagógica a través del activismo político. Sabía conectar con la gente y tenía una imagen de mujer tradicional de clase trabajadora que era una novedad absoluta para un espacio público dominado por los hombres, en el que apenas había mujeres, y además, en ningún caso tan identificadas con un origen obrero y popular como en el de Dolores.
–¿Qué pueden extraer generaciones actuales de una figura como la suya?
–El espíritu insumiso. No naturalizar la desigualdad y la injusticia sino organizarse colectivamente y rebelarse contra ellas.
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