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La mesa de cavilaciones sobre la que se decantó cada párrafo de 'El camino', 'Las ratas' o 'El hereje'; las esculturas de los premios Cervantes y Príncipe de Asturias de las Letras, los prismáticos y la cámara de fotos junto con la guía de aves ... con la que se pertrechaba en sus salidas por el campo... Parte del ajuar del reducto más íntimo de Miguel Delibes abandonó ayer el despacho en el que acompañó al escritor durante toda su vida. Allí ha permanecido casi intacto transcurridos los diez años de su muerte, que se cumplen mañana.
Cinco operarios de una empresa de transportes efectuaron ayer por la tarde la mudanza de cuarenta piezas desde el piso en el que vivió el escritor, en la calle Dos de Mayo, con destino a la sede de la Biblioteca Nacional de España en Madrid. «Andar por aquí remueve recuerdos, hace que mi padre esté más presente a través de todos aquellos objetos que le rodearon cuando se encerraba a escribir entre estas paredes», comenta Elisa Delibes, hija y presidenta de la Fundación que custodia su legado.
Vaciando los cajones de la mesa que el escritor vallisoletano heredó de su madre halla Elisa varios relojes, gafas, una caja de Termalgin, un palillero, un abrecartas, papel de liar Zig Zag y un carné de periodista. Luego abre alguno de los libros escogidos por el periodista Jesús Marchamalo para la muestra. En uno de ellos aparece escrito a bolígrafo 'Lo hemos comprado juntos Miguel y yo', acompañado de la data 'el día de los Santos de 1944'. «Se hicieron novios en 1939 y mi madre era más expresiva en las dedicatorias de los libros que compraban, mi padre se mostraba más sobrio», comenta la hija de ambos mientras hojea otro ejemplar en cuya primera página aparece escrito un 24 de septiembre de 1944 'Para mi Migueluco, que fue futbolista'. De Chejov, Stevenson, Cervantes o Gómez de la Serna son algunos de esos títulos que se expondrán con las frases manuscritas de la esposa del escritor, Ángeles de Castro. A ella le dedicó el cuadro 'Mujer de rojo' el pintor Eduardo García Benito, una obra que ha acompañado al novelista desde una pared del despacho y que ha sido restaurada para la exposición. «Tenía el marco golpeado porque mi padre lo rozaba cada vez que movía la butaca y estaba demasiado negro, dicen que más por la calefacción que por el humo del tabaco», agrega Elisa Delibes.
Camino de Madrid salieron también ayer cajas con algunas primeras ediciones de sus obras, aunque no sus libros preferidos, los de la colección Áncora y Delfín, de la editorial Destino, cuidadosamente alineados en los estantes del salón, frente al retrato que le dedicó John Ulbricht, también de traslado. Recuerda Elisa Delibes que cuando tras la muerte de su padre trasladaron 32 cajas con sus documentos a la Casa Revilla –sede de la Fundación– le pareció que la vivienda se quedaba vacía. «Aquel momento fue más duro que este; el despacho volverá aquí tras las exposiciones en Madrid y Valladolid y algún día se llevará completo con objetos de otras estancias a la futura Casa Delibes».
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