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Con 'El cielo sin caminos' ha ganado Sergio Fernández Salvador (León, 1975) el XXII Premio Emilio Alarcos de Poesía, con el que el profesor de flauta travesera en el Conservatorio de Valladolid consolida una vocación lírica «tardía», que comenzó con 36 años. «Hasta entonces no ... me lancé a publicar, quizás porque la lectura de poesía por mi parte también fue algo tardía; leía los libros que había por casa, picoteaba... pero eran lecturas un tanto desordenadoas hasta que fui afinando el gusto».
El premio, convocado por el Principado de Asturias, dotado con 6.200 euros y la publicación de la obra ganadora, le llega después de que en 2011 se estrenara en la imprenta con 'Quietud'. Dos años después se lanzaría con 'Lo breve eterno', al que seguiría en 2020 'Hilo de nada'. En los comienzos se decantó Fernández Salvador por la prosa diarística nutrida de apuntes de actualidad, reseñas de lecturas y aconteceres cotidianos, una veta en la que sigue explorando quien considera la música «ingrediente imprescindible para que se pueda hablar de poesía, porque hoy en día hay mucho desahogo que se quiere hacer pasar por poesía dándole apariencia de versos; para que haya poesía tiene que haber musicalidad. Y eso se traduce en la medida de los versos, aunque pueda haber poesía en verso libre, pero todo ello debe estar al servicio de la emoción, de esa honda palpitación del espíritu de la que hablaba Antonio Machado».
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Victoria M. Niño
La necesidad de «diagologar con uno mismo» es la mecha que prendió en el profesor de flauta travesera para lanzarse a escribir. «A partir de ahí puede surgir de cualquier estímulo, algo que se ha leído y con lo que se quiere conversar... la simple observación de lo que nos rodea, todo puede convocar al poema; de hecho este libro premiado es como un río que se desborda y reparte sus aguas en muchas direcciones».
En ese mirar cotidiano, además de la búsqueda de una voz «reconocible», está muy presente la naturaleza, algo a lo que no es ajena su vinculación con la montaña, «con los Picos de Europa, eso tiene una gran presencia en todos mis libros». En el galardonado están muy presentes también la paternidad, el amor, reflexiones sobre lo más cercano... todo ello sin perder de vista mecanismos que tiene muy presentes desde sus comienzos en la escritura poética: «Me fijo en cómo dosificar las imágenes, cómo se preparan los finales, la propia medida de los versos es una condición para mí indispensable para que se pueda hablar de poesía. Al principio –recuerda– me daba cuenta de que lo que iba escribiendo no tenía suficiente entidad, me dejaba un tanto insatisfecho, aunque la ilusión de esos primeros años y aquellos poemas no publicados no ha sido superada ni en los poemas que tengo por más logrados».
En su biblioteca particular no faltan autores de referencia en cuyos versos se sigue mirando: Antonio Machado, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Fray Luis de León, Fernando ´Pessoa, Eugenio de Andrade, Rilke... «entre los vivos preferiría no dar nombres».
El jurado del Premio Alarcos estuvo presidido por el poeta Luis Alberto de Cuenca; Josefina Martínez, directora de la Cátedra Alarcos de la Universidad de Oviedo; Carlos Marzal, Premio de la Crítica y Nacional de Poesía; Olvido García Valdés, Premio Nacional de Poesía; la poeta Aurora Luque Ortiz y el crítico literario José Luis García Martín. El jurado eligió por unanimidad la obra de Sergio Fernández Salvador por su «reflexión sobre la poesía con plasticidad y claridad, intuición y buena factura».
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