El escritor Adolfo García Ortega. Leo Pérez

Cumbres literarias desde las que otear el mundo

Paidós convierte en libro el 'Abecedario de lector' que Adolfo García Ortega fue publicando en las páginas de 'La sombra del ciprés'

Victoria M. Niño

Valladolid

Domingo, 21 de junio 2020, 10:26

Advierte desde el prólogo que es un «libro subjetivo». En un alarde de escapismo académico reconoce en la conversación que se contrapone a los 'objetivos', a los diccionarios rigurosos. Y horas después, le dan el Princesa de Asturias a Anne Carson, poeta canadiense ... que tiene entrada en el 'Abecedario de lector' (Paidós) de Adolfo García Ortega. El escritor vallisoletano también loa su 'Autobiografía de Rojo', «una de las obras más originales que conozco». Subjetividad compartida con el real jurado pues.

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Desde el otoño de 2016 hasta la primavera de 2018, García Ortega fue publicando su abecedario en el suplemento de este diario La sombra del ciprés. El formato libro le ha permitido añadir casi un tercio más de información. Es la destilación de un lector que ha sido crítico, traductor y editor. «Cuando tienes una vida hecha de muchos libros sumas lo que te muestra el amigo lector, lo que no conocías o lo que tu prejuicio no te dejo leer en determinado momento, la biblioteca propia, pero la vía más universal es que los libros te lleven a otros libros, esa es la vía natural de un lector. Los libros multiplican y en esa camino vas haciendo un gusto y un criterio, cuanto más diverso te permite acceder a más ramificaciones. La lectura es una ramificación», dice el autor de 'Una tumba en el aire'.

«Leerlo da sed»

Lo mismo considera conceptos, que autores, lugares, géneros o personajes en sus entradas. «Resistir: Esta frase de Deleuze 'crear no es comunicar, sino resistir' me quita el sueño. En literatura lo normal en un escritor es que sea abatido como pieza de caza. Lo normal en un lector es que sea oteador de resistentes».

Resistentes con referencias varias en este 'abecedario' son Cheever, Stendhal y Perec. Se considera «de la escuela de Diderot», un francófono entusiasta de la Ilustración, incluso en la versión famélica nacional. «En España también fuimos afrancesados aunque ahora hay quien quiere demonizar a Cadalso, Moratín o Blanco White como si fueran antiespañoles por su crítica al poder absoluto de nuestra monarquía de entonces».

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A la pregunta que se hace de si España sabe o no leer, «la respuesta es invariablemente negativa. Las causas han de buscarse en la educación recibida durante siglos, intoxicada por la Iglesia», escribe. Y se explaya más oralmente; «En España la cultura no forma parte esencial de los planes educativos, adquiriendo un valor secundario. Los grandes lectores se han formado en bibliotecas de libros prohibidos». Pese a que no quiere se académico, reconoce lecturas «imprescindibles» y «lectores exigentes».

«Los lectores tienen diversos niveles de especialización. Vivimos en un mundo superficial en el que se tiende a ver la lectura como entretenimiento, lo que se lleva a la playa. Hay niveles de mayor exigencia de calidad y dificultad, que se dirigen a libros que no se encuentran tan fácilmente. Se lo exiges a la lectura y te lo exiges a ti. Esas lecturas procuran el placer de conocer». En cuanto a los libros imprescindibles, «sí existen pero no es fácil llegar a ellos. Por ejemplo, 'El Quijote'. Leerlo obliga a varios niveles de esfuerzo, por el lenguaje, porque es un libro lleno de historias de desigual interés dentro de una historia. Lo mismo pasa con Proust, por su densidad, porque son libros en los que pasan muchas cosas en un bosque de lenguaje. Pero cuando encuentras el placer en ellos es como que alcanzas la cima desde la que ver el mundo. No es fácil conquistar cimas».

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Por esas cumbres anda Faulkner, ese «autor inimitable. Leerlo da sed y produce envidia». También Maquiavelo, de quien recomienda el archicitado 'príncipe' a los políticos y su 'Historia de Florencia' a todos los que gusten de las intrigas verdaderas tan bien urdidas que parecen ficción. T. S. Eliot es para Ortega un manjar siempre apetecible, «me paraliza, buscar lo que quiere decir me lleva a otros mundos». Y Onetti «es una figura curiosa. Fue un hombre de vida privada poco ejemplarizante, su relación con las mujeres era un poco cobardón, un pesimista con esa imagen patética en la cama de sus últimos años. Pero sus historias, su prosa y sus atmósferas son impresionantes, de lo mejor del pre-boom y uno de los grandes junto a Borges. Es una literatura en sí mismo». El 'Abecedario' repara en el «margen: un ofrecimiento sexual de los libros. Está para interpelar al texto y dejar en su blanco una réplica un comentario», en Mahoma «antiguo profeta actual sepulturero» y en la Biblia, «antigua e imaginativa sucesión de desgracias». Recoge también conceptos como el fanatismo, «pocos escritores fanáticos han pasado a la historia. Céline es la excepción». García Ortega concluye que «si el escritor es nocivo para la humanidad lo acaba siendo para la literatura». Solo una fobia explícita, Pynchon, quien le resulta «insufrible».

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