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Elisa Victoria, escritora
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Elisa Victoria, escritora
«Culturalmente tenemos muchas dificultades para relacionarnos con el presente»En Francia existe una expresión para la que no hay equivalente en español; «l'esprit de l'escalier», literalmente, 'el ingenio de la escalera'. El modismo alude a aquella situación, por todos vivida, en la que se nos ocurre la mejor respuesta a cualquier discusión ... cuando es demasiado tarde para darla. Esa obsesión por el tiempo, desde la mera anécdota, tiene mayores repercusiones cuando pensamos en la muerte de un ser querido, cuando miramos a nuestra infancia o a una década pasada y, en definitiva, cuando reflexionamos sobre la misma finitud de nuestra propia existencia. A todos esos palos alude Elisa Victoria (Sevilla, 1985) en su última novela, 'Otaberra', que la autora presenta este miércoles a las 19.00 horas en la librería Oletvm, junto al director de la Seminci José Luis Cienfuegos.
«El origen de este libro descansa en una cierta obsesión con el extraño comportamiento que tiene el tiempo», anticipa Victoria. «Siempre me ha creado muchas preguntas estudiando sobre el tema a nivel científico y, aunque abre muchas cuestiones al mundo de la física, me interesaba mas llevármelo a un terreno literario, menos conceptual y más emotivo».
El comportamiento particular del mismo tiempo, ese continuo hacia adelante, nos conduce indefectiblemente a quienes somos conscientes de nuestra mortalidad a inevitables terrores existenciales: «Hay para quien esto tiene que ver con un ente superior y para quien deriva del Big Bang, que al suponer el primer evento hace que el tiempo siempre transcurra en esa misma dirección», expone la autora de 'Vozdevieja'. «Hay preguntas que, por lo menos hoy, seguimos sin poder contestar: ¿Por qué morimos? ¿Por qué el pasado no se puede cambiar? Lanzamos estas preguntas a modo de diálogo con una entidad enorme, que nunca es accesible».
Y en ese papel, Elisa Victoria juega con sus propios personajes, hacia los que asume la insoslayable condición de creadora, y les genera estas situaciones (un evento del pasado traumático), preguntas (la necesidad de cambiar lo transcurrido) y, como novedad, la posibilidad misma de cambiarlo: «Lo que para el personaje es un regalo, para la ficción es un homenaje, una oda a las posibilidades que te da la escritura y la reescritura de lo sucedido».
Con 'Otaberra', que vehicula a través de Renata ese periplo filosófico sobre el pasado mismo, un hecho doloroso de finales de los años ochenta y un lugar concreto, se trasciende la mera anécdota (el tiempo pasa deprisa si disfrutamos, despacio si sufrimos) y el hecho argumental para reflexionar sobre nuestra propia relación con esta circunstancia: «Genera frustración saber que estamos abocados a la no existencia, a no poder volver atrás, y si lo pensamos demasiado podemos pasar la vida entera sin superar esa idea», sostiene la autora de 'El Evangelio'.
«Si nos detenemos a reflexionarlo, podemos entrar en un torbellino: tan cierto es el presente como que moriremos». Y es que no estamos preparados para afrontarlo: «Culturalmente tenemos muchas dificultades para relacionarnos con el presente, nuestra escuela no nos ha acostumbrado desde pequeños a aceptar esta idea, ese vínculo está truncado».
Todas estas reflexiones se conjugan en un libro que juega, y mucho, a la metaficción, con experimentos en todo tipo de registros: «Me he permitido explorar posibilidades desde lo lúdico y a la vez rebajar el tono», señala, a propósito de varios pasajes dialogados a través de marionetas hechas con calcetines.
Inquirida por la corriente nostálgica que empapa los textos literarios y periodísticos de buena parte de las plumas 'gen-X' y 'boomers'; la 'milenial' asume que en su generación «no se representan tiempos pasados mejores, sino realistas y bastante oscuros», y que en ningún caso se escribe «desde la melancolía ni desde su reivindicación». Sí que homenajea, en cambio, «a aquellos jóvenes que entonces se vieron con un panorama cerrado, tuvieron el valor para abrir camino y que quienes vinimos después lo tuviéramos un poco más fácil». Y añade, jocosa, un detalle en los agradecimientos, donde considera que el libro se leerá mejor cuando ella haya muerto. En el futuro. O, dicho de otra forma, cuando el tiempo mismo haya convertido a Elisa Victoria en pasado.
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