![Use Lahoz: «A los cuarenta años es más incierto el pasado que el futuro por venir»](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201912/01/media/cortadas/1420694344-kk9E-RyX0qlVfoltmOd1U08Wg82O-624x385@El%20Norte.jpg)
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La búsqueda de la identidad, la infancia, el amor, lo perdido... Estas y otras ideas son las que sobrevuelan en torno a la novela 'Jauja', la nueva novela de Use Lahoz, que el autor presentó el pasado viernes en la librería Oletvm, acompañado por ... el también escritor, poeta y profesor de Teoría de la Literatura en la Universidad de Valladolid David Pujante.
En 'Jauja', Lahoz teje la historia de María Broto, una actriz de teatro que tras encarar el papel de su vida (la dueña de la finca de la chejoviana 'El jardín de los cerezos') recibe la noticia del fallecimiento de su padre, Teodoro, de boca de un antiguo conocido, Rafael. El regreso al pueblo de su infancia, Valdecádiar (lugar también presente en otra obra de Lahoz, la galardonada con el premio Ojo Crítico 'La estación perdida'), supone también un retorno al pasado, a las cicatrices y a las heridas enterradas que durante mucho tiempo la protagonista se negó a que volvieran a aflorar.
«Puede ser una novela de formación, iniciática», concedió el autor al comienzo de la presentación, dado el desarrollo y estructura de esta novela dividida en dos partes, siguiendo el recorrido de un viaje de ida y vuelta. «Muchas veces las empiezo y no sé cómo van a terminar: una novela no se puede prever pero sí modelar», dijo quien confesó guiarse mediante fogonazos: la contemplación de una representación teatral de 'El jardín de los cerezos', el visionado del filme de Louis Malle 'Vania en la calle 42' o su experiencia en el periódico uruguayo 'El País', donde llegó a escuchar la historia de unos padres y sus hijos en continua huida que desarrollan técnicas para, pese a transitar por caminos separados, terminar encontrándose en sus destinos.
Perseguidor expreso de la extrañeza, titula su novela Lahoz 'Jauja', sabedor de que es una voz que evoca diferentes significados en distintas personas, que bien puede funcionar como un sinónimo de la abundancia o como un símbolo de aquel espléndido lugar del pasado perdido. En ese sentido se destacó en la presentación ese rescate exprés de Valdecádiar, el lugar 'imaginario' producto de varios pueblos al que, como el Macondo de García Márquez o el Yoknapatawpha de Faulkner, Lahoz se ve impelido, al igual que su protagonista, a regresar: «Es un viaje de vuelta que hace reflexionar, en el que se deduce que a los cuarenta años el pasado es más incierto que el futuro: pocas sorpresas deparan lo que está por venir, y sin embargo somos incapaces de saber cómo o por qué fuimos capaces de que alguien nos importara tanto o le llegásemos a traicionar». Esa ignorancia, que, como el verso de Cernuda, acompaña a las personas como si fuera su sombra.
La novela, insiste el autor, evoluciona hacia el tema de los perdones pendientes: «Ella tiene que darse cuenta de que todo lo que ha despreciado es lo más auténtico y lo más hermoso que le ha pasado en la vida». El tiempo también desempeña un rol fundamental en 'Jauja', en su alternancia entre el pasado y 2016, y mientras el escritor juega a anticipar pequeños detalles que, sin desvelar todo el secreto, se basa en el estilo: «Lo poético se condensa en las descripciones de los paisajes, mientras que la profundidad de los personajes los humaniza», un contraste deliberado en la narrativa «realista y eficaz», quiso destacar Pujante, a la que tampoco faltan toques de «tremendismo, cercano a Cela».
Para Pujante, Lahoz es «uno de los talentos literarios más brillantes de su generación» que ha resultado «reconocido y aceptado desde muy pronto». Un talento que, percibe el lector, es comparable al de Ignacio Martínez de Pisón, como reconoció el propio autor que les señala una amiga común a los dos escritores con cierta frecuencia: «Él es el autor de la familia, y yo el de la no-familia».
Entre las preguntas formuladas por el público al cierre de la presentación, destacó el de una alumna de Pujante que le inquirió sobre cómo concebía la profesión de quien se dedica a la literatura: «El de escritor es un oficio autodidacta, en mi caso intento prestarle la máxima atención a un proceso creativo donde lo más importante es el estilo». Escapa, eso sí, de la tentación de releerse: «Paso un mal rato porque lo hago con ojos de corrector. Lo de releerme lo hacía de joven, cuando me creía bueno, pero ya no».
Uno de los debates literarios más teóricos que se sucedieron enla presentación de 'Jauja' vino a raíz de la división que Lahoz estableció entre poetas, filósofos y novelistas: «Los primeros están en contacto directo con Dios; los segundos, como los ensayistas, se esfuerzan en explicar esa relación, mientras que los novelistas nos tenemos que conformar con hallar las palabras para contar una historia que conmueva al público».
Inquiridos sobre si es el veredicto del público el juez último de toda obra literaria, y si por extensión es su opinión la garante última de la razón sobre cualquier escrito, Pujante aludió de forma velada a la 'teoría de recepción': «No existe el contenido objetivo de una obra literaria, sino las lecturas que de ellas hacemos en diferentes momentos de la vida», apuntó.
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