Borja Hermoso, periodista
«La conversación es hoy una obligación moral, pero no se dan las condiciones»Borja Hermoso, periodista
«La conversación es hoy una obligación moral, pero no se dan las condiciones»A pesar del aluvión informativo, de la algarabía mediática, hay respuestas de algunos ilustres que se quedan en la memoria aunque se olvide donde fueron leídas o escuchadas. El casi nonagenario George Steiner burlaba el olvido con una traducción diaria a sus cuatro idiomas. El delirante Fernando Arrabal afirmó que Miterrand le pinchó el teléfono porque «creía que hacía orgías». Y la psicóloga Inma Puig sentenció, como Darwin pero con la experiencia en el mundo del deporte, que la supervivencia es una cuestión de egoísmo. Los tres fueron entrevistados por Borja Hermoso, como Marsé, Saviano, Clara Janés, González Sainz o Nazareth Castellanos. Siruela reúne en 'La conversación infinita' 28 entrevistas publicadas en 'El País' que el periodista guipuzcoano presenta este martes en El rincón de Morla.
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–A las entrevistas va tenso ¿le ocurre lo mismo cuando el entrevistado es usted?
–Es paradójico, las primeras veces me sentía raro, toda la vida el otro lado y de repente en este. Pero ya no, el libro se va completando con las conversaciones que mantengo con otros colegas.
–¿Cuál es la razón de este rescate de la hemeroteca y con qué criterio ha hecho la selección?
–La razón, como tantas cosas que no tienen mucho sentido, surgió un día en una terraza. Tenía unas 30 buenas conversaciones en mente que quizá, juntas en un libro, tenían otro sentido que publicadas gota a gota en un medio de comunicación. Reunidas podían convertirse, sin que suene pretencioso, en un libro de pensamiento. Se lo ofrecí a Siruela, una editorial que me gusta mucho, pensé que me mandarían a paseo pero les pareció bien. El criterio de selección ha sido que fueran gente con ideas poderosas y con una capacidad poderosa de expresarlas. No siempre se dan las dos cosas, a veces gente con una cabeza amuebladísima, con ideas importantes, no te seducen como las expresan o tu forma de ser no conecta con su forma de expresarse. En el caso de las 28 se cumplen las dos cosas.
–¿Es el libro un canto a la virtud de la conversación?
–Una buena conversación te da placer, con tu pareja, con amigos, con la familia o en el trabajo. Pero vivimos en tiempos antipáticos, incomprensibles y en este contexto es una virtud, sí. Hoy la conversación es casi una obligación moral, si tienes hijos y te preocupa más lo que viene que lo que te toca vivir, mucho más. No se dan las condiciones para una conversación infinita casi ni para una puntual o auténtica, todo es ruido y tergiversación. Aveces creemos, yo el primero, que estamos conversando con alguien cuando en realidad sueltas tus penas y peroratas. Hablamos en una barra de bar o en el tren con alguien y en lo único que pensamos es en que el otro acabe para hablar nosotros, esa es la mecánica que más abunda. Eso no es conversar, no es solo contar sino saber escuchar de verdad, pensando sobre la marcha cómo rebatir al otro si no se está de acuerdo. Asisto a conversaciones que me producen urticaria, uno dice una cosa y el otro contesta algo que nada tiene que ver. Debiéramos parar y hacérnoslo mirar.
–¿Merece la pena conocer a los autores o hay casos en los que es mejor quedarse en la obra?
–Los que están, son porque me gustaba el personaje y lo que contó. Ernesto Cardenal fue una entrevista incómoda, antipática. Es una persona que seguí mucho desde joven, un personajazo de la revolución de Nicaragua; y cuando llegué me encontré a un señor mayor que básicamente no quería ser entrevistado o estaba mal. La podía haber quitado pero al final el resultado fue bueno. Me gustaba la idea de pensamiento y literatura. Para mí un gran pensador es Woody Allen y lo he entrevistado, lo hubiese incluido pero había que elegir. O Viggo Mortensen, actor además de fotógrafo y escritor, que lo entrevisté al poco de morir su madre y la conversación se centró en la muerte. Me sorprendió mucho cómo hablaba.
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–¿La falta de divulgación científica es una carencia del nuestra ciencia o de nuestro periodismo?
–Tuve una conversación para 'El País Semanal' en Ginebra con Fabiola Gianotti, directora del CERN, el Olimpo de la ciencia. Fabiola es doctora en astrofísica pero también hizo piano y habla latín y griego. Habló con mi querido Nuccio Ordine, que hace el prólogo del libro. Hablaron de cultura y ciencia. Es un craso error separarlos, demostraron que es lo mismo. Hay una cultura científica y un humanismo científico al que no le hacemos ni puñetero caso quitando excepciones como Sánchez Ron, que se ha esforzado por predicar en el desierto. Hay parte de la ciencia que es conocimiento puro y duro y debiera recibir el mismo trato que el cine, teatro o literatura. Saldríamos ganado mucho. Se ha despreciado la ciencia desde el mundillo cultureta y viceversa, hay científicos a los que un poemario les parece una marcianada.
–¿Cuándo traspasa la línea entre la proyección pública del entrevistado y su vida personal?
–No tengo respuesta, no me lo planteo, va sobre la marcha. Estas conversaciones necesitan un botín periodístico, están hechas para ser publicadas. Me las preparo muchísimo y voy en tensión con un cuestionario que prácticamente nunca miro más allá de la segunda pregunta porque la conversación va por otro lado y tienes que saber irte aunque luego vayas aparcando en tu cabeza los temas a los que quieres volver. Si el entrevistado se va por las ramas, normalmente es interesante y en esas ramas surge lo personal y pasas de hablar de cómo se prepara una obra de teatro sobre dios a la educación familiar e infantil de esa persona y cómo le influye al hacer su trabajo. Es muy sutil la línea entre lo personal y lo público, se traspasa cuando explica el mundo de esa persona.
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–¿Cuándo opta por el estilo directo y cuándo por el indirecto?
–Casi todas son en estilo directo. Las que no fue porque me pareció que poder recrear con texto el ambiente podía aportar más y preferí el texto corrido. La pregunta-respuesta es todo un reto, es un género que procura una sobreexposición. Hay demasiadas entrevistas en los periódicos pero pocas bien hechas y con sentido. Hay historias que estarían mejor en otro formato, como un perfil con unas frases que explicaran el tema, pero esto obliga a estudiar más. En las entrevistas de pregunta-respuesta mal hechas, se trata de poner la grabadora y transcribir.
–¿Vamos hacia un periodismo barato, de cantidad más que de calidad?
–No vamos, ya estamos en un periodismo muy barato, de dinero y de ambición. Soy tremendamente crítico con lo que estamos haciendo. Y cuando lo que te gusta o te parece que al lector puede interesarle son excepciones, mal vamos. Creo que se hacen demasiadas cosas y se hacen mal, es una inercia que no para. Me niego a decir que la digitalización ha arruinado el periodismo. Solo existe una forma de hacerlo bien y mal, da igual el soporte, que sea papel, un programa de radio, un podcast, una pieza en la web o una newsletter. Es cierto que los procesos mecánicos hacen que nos hayamos convertido en maravillosas fábricas de embutido, no hay margen para pararse a pensar cómo me gustaría hacer esto sino que se hace y adelante, por la tarde otra cosas. He tenido compañeros maravillosos de agencia en la que se trabaja con procesos mentales así, pero esto es otra cosa. En un medio de comunicación es inviable trabajar como estamos haciendo con procesos mecánicos. Y si hablamos del fondo, nos echamos a llorar.
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