Ricardo Dudda, autor de 'Mi padre alemán, en la plaza de Olavide de Madrid. José Ramón Ladra

La conmoción del periodista que descubrió que su abuelo participó en el Holocausto

Ricardo Dudda reconstruye la historia de su padre, cuyo devenir está unido de forma inextricable a las tragedias de la II Guerra Mundial

Domingo, 8 de octubre 2023, 00:13

El periodista Ricardo Dudda (Madrid, 1992) investigaba la vida de su padre, de origen prusiano, cuando se dio de bruces con un descubrimiento traumático. Entre los documentos del archivo familiar encontró el pasaporte de su abuelo, manchado con gotas de sangre reseca e ilustrado por ... una gran esvástica. Aquellos papeles demostraban que Richard Dudda había estado implicado en las matanzas del Tercer Reich. «No era un simple soldado enviado al frente. Trabajaba de enlace con las SS y estuvo implicado en el exterminio de las minorías étnicas. Fue horrible saberlo».

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Nadie en la familia conocía ese pasado. Cotejando los documentos con los libros de historia, Ricardo Dudda supo que su abuelo participó en el Holocausto en Bielorrusia, Rusia, Letonia y Lituania en 1943 y 1944. El problema estribaba en cómo se lo iba a contar a su padre, un niño que sufrió los estragos de la II Segunda Guerra Mundial como refugiado y que en España se había convertido en un empresario publicitario de éxito. El periodista se encontraba de cara ante el manto de silencio que perduró durante muchos años en Alemania, un país que tardó dos décadas en revisar la responsabilidad de sus ciudadanos en la irrupción del Tercer Reich.

Ni una lágrima

A finales de 1945, el Ejército Rojo se adentraba en Prusia, un territorio conservador que inspiró en parte la propaganda de Goebbels. Para Hitler era inconcebible que esta región se rindiera a los soviéticos. Si tal cosa ocurría, el Führer no derramaría ni una lágrima y condenaría al sacrificio a aquella tierra. El temor de Hitler se hizo realidad y los prusianos emprendieron un éxodo masivo, acabando muchos de ellos confinados en campos de refugiados. Por esas fechas, Gernot Dudda, uno de esos confinados y padre de Ricardo, tenía cinco años y recuerda que una empresa de Atlanta les regalaba un líquido marrón que sabía a medicamento y que luego se llamaría Coca-Cola. Ese chaval tiene ahora más de 80 años, vive apartado en una casa cerca de Mazarrón (Murcia) y su hijo ha afrontado la tarea de revisar el pasado familiar.

El libro 'Mi padre alemán', finalista del II Premio de No ficción Libros del Asteroide, publicado por esta editorial, es un ejercicio que revela cómo la historia personal se imbrica en el devenir de Europa. Ricardo Dudda reivindica algo que a veces se dice con sordina, como que los alemanes también fueron víctimas de crímenes de guerras cruentos. Algunos historiadores cifran en dos millones el número de alemanas que fueron violadas por los aliados, especialmente por los soviéticos, en los últimos meses de la guerra. «El bombardeo de Dresde, por ejemplo, es un crimen de guerra imperdonable, fue una acción indiscriminada contra la población civil. No hubo ningún ataque a una zona militar», subraya Dudda.

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Otra atrocidad similar ocurrió con el 'Wilhelm Gustloff', un buque transatlántico que transportaba a casi 10.000 personas, entre refugiados, personal militar y oficiales nazis, y que fue torpedeado por un submarino soviético al mando de Aleksandr Marinesko. Solo entre los refugiados se calcula que había unos 4.000 niños. El 'Wilhelm Gustloff' se hundió en aguas del Báltico y apenas se salvaron unas mil personas, lo que representa el naufragio con mayor número de víctimas de la historia. «Es un hecho conocido, pero no lo suficientemente reconocido. Intento tratar al lector como adulto. La escritora Géraldine Schwarz, cada vez que habla de los crímenes de los aliados, alega siempre: 'tal cosa habría pasado si los nazis no hubieran empezado la guerra'. Y yo digo, ya lo sé, no tengo 12 años».

«El bombardeo de Dresde es un crimen de guerra imperdonable, una acción indiscriminada contra la población civil»

 

 

La destreza narrativa de Ricardo Dudda estriba en alternar sucesos truculentos con otros más triviales y hasta ribeteados de humor. Pinta a su padre como un luterano que nunca perdió la fe, un hombre religioso que rezaba en la catedral de Burgos con su Biblia protestante, lo cual no le impedía poner velas a la Virgen del Rocío, como sucedió cuando una de sus hijas tuvo que ser asistida en una incubadora.

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Llegó a España en 1963 con una maleta y un trombón, persuadido de que se iba a afincar en un país soleado, pero no se le ocurrió otra cosa que instalarse en Burgos, donde pasó más frío que en Alemania.

Su buena fortuna empresarial no le hizo renegar del instrumento de viento, que tocó primero en corridas de toros y luego en procesiones. Las vicisitudes de Gernot Dudda no se entienden sin la historia de Europa. Nació en Elbing, una ciudad que ya no es alemana sino polaca. Ha cambiado tu toponimia y ahora se llama Elbląg. Tras el Acuerdo de Potsdam del 3 de agosto de 1945, que firmaron Reino Unido, la Unión Soviética y Estados Unidos, los territorios de Prusia, que por entonces formaban parte de la Alemania nazi, fueron integrados en Polonia y Alemania del Este (luego RDA). «Uno podía nacer de una nacionalidad y morir de otra. A principios del siglo XX, en Europa del Este, un individuo podía ser ruso toda su vida y morir lituano; nacer ucraniano y morir polaco; ser de origen alemán, vivir en Polonia unos años y morir como ucraniano».

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