![Del cocodrilo del Pisuerga a los antivacunas de 1885: leyendas urbanas con parada en Valladolid](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202302/05/media/cortadas/80473227-kI5C-U190543650806MGI-1968x1216@El%20Norte.jpg)
![Del cocodrilo del Pisuerga a los antivacunas de 1885: leyendas urbanas con parada en Valladolid](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202302/05/media/cortadas/80473227-kI5C-U190543650806MGI-1968x1216@El%20Norte.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
El sábado 6 de junio de 2020, una llamada alertaba por la mañana a la Guardia Civil de que se había avistado en el Pisuerga, muy cerca de Simancas, un cocodrilo del Nilo que, según los testigos, podría medir entre 2,5 y tres metros de longitud, con más de 200 kilos de peso.
Lo que vino a continuación fue una infructuosa búsqueda por el río que se prolongó durante seis días y que movilizó barcas, drones, rastreadores nocturnos y cámaras de calor. Los Ayuntamientos de Simancas, Tordesillas, San Miguel del Pino y Villamarciel emitieron varios bandos en los que alertaban de la presencia del reptil y pedían a sus ciudadanos que no se acercaran a la ribera del río.
Nada se ha vuelto a saber del cocodrilo, aunque su recuerdo sigue vivo, convertido tal vez en una versión renovada de una leyenda urbana que, de vez en cuando, emerge (y no solo en las aguas del Pisuerga).
A estos rumores y bulos que circulan de boca en boca, expandidos y multiplicados ahora por las redes sociales, dedica su interés Tommaso Braccini (Pistoia, 1977), un profesor de la Universidad de Siena que acaba de publicar en español (Alianza editorial) el libro 'Mitos errantes', un ensayo en el que hurga en el pasado para hallar los orígenes de esas 'fake news' y leyendas urbanas (él prefiere el término contemporáneas, pues no solo se dan en las ciudades) que, de forma periódica, vuelven reformuladas en distintas épocas y lugares.
«Este tipo de historias, hechas pasar por auténticas, tienen una enorme capacidad de echar raíces en los más diversos contextos», explica Braccini en el prólogo del libro. Y además, no solo se difunden como auténticas, sino que, cuando se ponen en duda, «las reacciones van desde la extrañeza a la negación, a veces de forma airada».
El antropólogo zamorano Luis Díaz Viana también ha investigado este asunto en 'Leyendas populares de España', un libro publicado en 2008 que recuerda que las leyendas urbanas no son un fenómeno contemporáneo, sino que se arrastran desde hace siglos. «Leyenda es un término que, aunque documentado ya en época alto medieval, no queda fijado en el sentido moderno hasta el siglo XIX», explica Díaz Viana, quien añade que «solo en esa época cobra la acepción de narración tradicional que no se ajusta a la verdad histórica».
Braccini añade que la investigación sobre este tipo de narraciones tuvo su inicio «fundamentalmente durante la Primera Guerra Mundial, en Francia», cuando se detectó que se difundían noticias falsas para alarmar a la población e influir en la moral de las tropas y los ciudadanos. De estos primeros estudios bélicos, se pasó después, cuenta Braccini, ya en los años 80, a la búsqueda de paralelismos entre los bulos actuales y las leyendas que ya circulaban en la Edad Media o la antigua Grecia.
Y sí, hay casos antiguos de cocodrilos (y otros animales salvajes) que aparecen en lugares insospechados. Días después del supuesto avistamiento del cocodrilo en el Pisuerga, Díaz Viana publicaba un artículo en El Norte en el que recordaba que estas narrativas se han dado en varios puntos de la Península.
La variante más famosa de los cocodrilos, se recuerda en 'Mitos errantes', es la ambientada en Nueva York, que circula desde el siglo pasado. Dicen que la red de alcantarillado de la Gran Manzana está plagada de cocodrilos porque varias personas que habían comprado pequeños caimanes en su viaje a lugares exóticos los tiraban por el retrete cuando los animalillos comenzaban a crecer. Y así llegaban al alcantarillado, donde sobrevivían gracias a comer ratas y residuos.
En 1959, el periodista Robert Daley, recuerda Braccini, publicó un ensayo en el que concluía que en 1935 (casi 25 años antes) ya circulaban por la ciudad rumores de caimanes en los conductos. Pero se puede ir todavía más atrás. En 1861, el periodista Henry Mayhew recogió la historia que circulaba por los suburbios londinenses de una cerda preñada que dio a luz a un sinfín de cerditos (luego asalvajados) que vivían en el subsuelo de Hampstead, en Londres. Pero podemos remontarnos más aún en el tiempo.
La investigadora sueca Camilla Asplund Ingermark ha documentado unas crónicas de Claudio Eliano, entre los siglos II y III. En su obra 'Sobre la naturaleza de los animales', Claudio Eliano ya recogía el rumor de unos pulpos gigantes en la ciudad de Pozzuoli, que se habían reproducido escondidos en los almacenes de unos mercaderes españoles.
El miedo al otro, al cambio o el control social suelen estar, dice Braccini, en el centro generador de leyendas urbanas. Y uno de los casos más recientes, recoge en su libro, es el que sitúa a Bill Gates en el centro de un complot internacional para controlar la humanidad a través de las vacunas contra la covid. El chip 5G.
«Cíclicamente surgen estas creencias para explicar o racionalizar aquello que da miedo o que, en el fondo, no se quiere aceptar: que las enfermedades existen, que aparecen algunas nuevas y que si las autoridades promueven un tratamiento no lo hacen con fines oscuros, o incluso para propagar el mal, sino para curarlas». Y esto no ha ocurrido solo con la covid. Sino que se ha producido antes. Mucho antes.Y también en Valladolid.
En el año 1885, España vivió una gravísima epidemia de cólera que provocó 119.943 muertos. Ante esta situación, los médicos y las autoridades promovían las vacunas mientras que en la ciudad, varios comercios y almacenes (en la calle Platerías o en Santiago) anunciaban en los periódicos curas milagrosas.
El 1 de septiembre de 1885, El Norte de Castilla publicaba un anuncio de la Perfumería V. Vega, en la calle Santiago, 3, que publicitaba «vinagre fenicado». «Acabamos de recibir este prodijioso (sic) preparativo que es sin duda el mejor desinfectante conocido», decía el reclamo, que publicitaba, por 2,50 y 3,50 pesetas, el frasco con un mejunje preparado por «el célebre doctor Benavides». Días después, la droguería y farmacia de Sanz Pasalodos, en la calle Teresa Gil, anunciaba unos «sellos de Helenina Baeza», con un procedimiento químico inventado por dicho señor, acreditado farmacéutico valenciano». Los «sellos curativos» habían, supuestamente, demostrado sus «prodigios» en «Valencia y su provincia, en Murcia y últimamente en Granada».
Estos remedios proliferaban a pesar de que las autoridades alertaban de que no tenían validez alguna y de que, la mejor forma de combatir la epidemia era a través de las vacunas. El 31 de mayo de 1885, El Norte de Castilla publicaba una columna con las advertencias del señor Ferrán, «insigne doctor» que, en nombre del ministro de la Gobernación, insistía en que «ninguno de los llamados hasta ahora preservativos del cólera ofrecen para los hombres de ciencia las garantías de la inoculación preservativa». Porque, en aquella época, hace 138 años, ya había antivacunas en Valladolid.
«La vacuna anticolérica jamás puede ser causa de un ataque de cólera», advertía el médico a través del periódico. E insistía en que «la existencia de una epidemia colérica en una localidad no es obstáculo de ningún género para la vacunación; al contrario, entonces más que nunca es esta conveniente». Y recordaba, por ejemplo, la eficacia de las vacunas frente a las epidemias de viruela. De aquellos inventos milagrosos apenas se sabe tanto tiempo después. Pero aquel señor Ferrán que defendía las vacunas ha pasado a la historia:es Jaime Ferrán, médico valenciano que ya en 1885 vacunó a miles de personas y cuyo valor no se comenzó a reconocer hasta veinte años después.
Apenas unos días después de esas palabras en el periódico vallisoletano, el 5 de agosto de 1885, El Norte publicaba esta breve reseña: «Entre el vulgo de Pamplona circuló anteayer el rumor de que habían sido sorprendidos unos extranjeros en el acto de ir a arrojar la peste en la tubería que conduce las aguas a la población».
Treinta años antes, en 1855, un alcalde italiano, de la localidad de Verbicaro, fue asesinado en la provincia de Cosenza (Italia), acusado de ser el responsable de la difusión de unos «polvillos venenosos». Y mucho antes aún, en los 'Cantos ciprios', una obra del siglo VI a. C. atribuida al poeta chipriota Estasino, se conserva un poema en el que se dice que Zeus promovió los acontecimientos que desencadenaron la guerra de Troya para diezmar la población. «Hoy Bill Gates ha sustituido a Zeus, pero la sospecha de que existe una malévola autoridad oculta que maniobra en el mundo con objetivos nefastos no se ha desvanecido», indica Braccini en su ensayo.
'Mitos errantes' cuenta otra leyenda urbana que también ha tenido éxito en Valladolid.
El 26 de abril de 2001, las puertas de varios colegios de la ciudad aparecían empapeladas con varios carteles (con los sellos de Unicef y el Insalud, entonces responsable de la Sanidad) que alertaban de unas supuestas calcomanías con droga. Si los niños las chupaban para pegárselas en la piel, lamerían LSD. Las autoridades implicadas tuvieron salir al paso para desmentir un bulo que ya se había escuchado antes en Valladolid, en junio de 1999 y también en febrero de 1992.
Esta leyenda urbana emparenta con otras que, cuenta Braccini, difunden «la idea de un compuesto que crea una sumisión instantánea suministrada a comensales desprevenidos por parte de agentes de incógnito». Si las pegatinas de LSD (o los helados de heroína que, dicen, se vendían en Bombay en los años 80) buscaban convertir en adictos a los más indefensos, en la antigua Bizancio corría el rumor de que los euquites (miembros de una secta cristiana) celebraban unas abominables ceremonias con el mismo fin: mezclaban la sangre y la ceniza de niños nacidos de relaciones incestuosas y luego metían ese mejunje en la comida y bebida de «personas de fe intachable con el objetivo de hacerlos esclavos de satanás». Cuenta Braccini que leyendas similares circulan desde el siglo II a. C.
«Estas leyendas –porque hay muchos ejempos más– son falsas, pero muchas no son inocuas. Pueden transformarse en un eficacísimo y apremiante medio de desinformación y de presión o en peligrosas e irrefrenables 'fake news'», alerta Braccini.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.