Ni tan mal. El cierre a cal y canto de todas las actividades que acarreó el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declaraba el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por la ... covid 19 impidió la apertura en la Biblioteca Nacional en la fecha inicialmente prevista, el 20 de marzo, de la exposición 'Delibes', una iniciativa de la propia Biblioteca Nacional, la Fundación Miguel Delibes, Acción Cultural Española (AC/E), la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento de Valladolid y la Diputación de Valladolid para dar a conocer a uno de los escritores más leídos, queridos, admirados, recordados y uno de los nombres imprescindibles de la literatura en español del siglo XX.
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Pero la pandemia no deslució los actos programados en conmemoración del centenario del escritor vallisoletano que dirigió El Norte de Castilla. El 17 de septiembre, los Reyes inauguraron la muestra que, comisariada por el escritor y periodista Jesús Marchamalo, se convirtió, hasta su clausura en la capital del Reino el 15 de noviembre, en el gran acontecimiento del otoño cultural madrileño.
Miguel Delibes rindió Madrid a sus pies. No solo la suya ha sido la exposición del año de la Biblioteca Nacional de España (BNE), sino que se ha colado entre las más visitadas de este 2020 tan anómalo a causa de la pandemia. Alrededor de veinte mil personas desfilaron en Madrid por un por un recorrido que la semana pasada abrió sus puertas en la sala de la Pasión de Valladolid, su ciudad, –en la que permanecerá hasta mayo–, que acerca al visitante a la vida y a la obra del escritor. Una acogida, aquí y en Madrid, que certifica el interés que el creador vallisoletano sigue despertando diez años después de su muerte, y cuando se celebra el centenario de su nacimiento.
«Está siendo un año muy raro y casi nadie quiere dar cifras de visitas porque son muy bajas, debido a las restricciones de aforo y la reducida asistencia del público a causa de la pandemia», admitía en noviembre la responsable de comunicación de la Biblioteca Nacional, Bárbara Vidal, quien añadía que la muestra estaba siendo «un éxito que la va a colocar seguramente entre las más vistas del país».
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Aunque no pudo con el centenario Delibes, la pandemia tuvo efectos devastadores sobre otras citas del calendario de acontecimientos culturales del maldito 2020. Algunos, directamente cancelados, como el festival Olmedo Clásico, cuya XV edición, que debía celebrarse los días 24, 25, 26 y 31 de julio, y 1 y 2 de agosto, no pudo alzar el telón debido a la «imposibilidad» de cumplir las medidas relativa a la distancia de seguridad interpersonal.
Otra de las citas que no pudieron celebrarse fue la de la XV edición del festival Músicos en la Naturaleza inicialmente prevista para el 4 de julio y que desde el año 2006 organiza la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León en la finca Masegosillo (Hoyos del Espino, Ávila), por el que han desfilado artistas de la talla de Sting, en dos ocasiones, Mark Knopfler, Bob Dylan, The Beach Boys, Pet Shop Boys, Sabina, Miguel Ríos y Nacha Pop entre otros. A diferencia de Olmedo Clásico, que sí había hecho público el nombre de las compañías participantes, el festival de Gredos se canceló en abril, cuando aún no se había desvelado el nombre de los artistas que hubieran integrado el cartel.
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La suspensión de Músicos en la Naturaleza puso del relieve que de todos los sectores de la cultura, la música en directo era la que salía más perjudicada por los efectos de la pandemia. Meses después se anunciaba que otra de las grandes citas del calendario musical no había podido superar las restricciones marcadas por la alerta sanitaria. La organización de Sonorama Ribera anunció primero, el 16 de junio, la cancelación de la edición en su formato habitual y más tarde, suspender también todos los actos previstos para el 14 y 15 de agosto, que se centraban en una serie de conciertos en un formato más reducido dirigido a sanitarios y personal que habían luchando contra la enfermedad.
Pero no todo han sido cancelaciones este año. El 26 de septiembre echaba el cierre la XVI edición del Festival de las Artes y la Cultura de Castilla y León, Facyl, desarrollado a través de dos bloques de programación, Facyl en Vivo y Facyl online, con más de 40 propuestas que lo han posicionado como un encuentro comprometido con la creación más actual abierta a la participación. También vio la luz en agosto la edición XXIV del Festival de Teatro Alternativo (Fetal) de Urones de Castroponce (Valladolid), con una asistencia de un millar de espectadores, en cumplimiento con las exigencias sanitarias.
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También pudo celebrarse la XXIII Feria de Teatro de Castilla y León, que cada año tiene como escenario Ciudad Rodrigo y que a finales de agosto clausuró una edición especial marcada por las medidas de seguridad, que obligaron a reducir la presencia de espectadores y profesionales. Los segundos agotaron las localidades, este año reducidas a menos de un tercio del aforo habitual, y los primeros se volcaron con la cita, con la presencia de 150 programadores, gestores culturales y representantes de compañías en el que está considerado como principal mercado escénico del occidente peninsular.
Y otra cita de las artes escénicas que se resistió a morir en su edición de este año fue la del Festival de Teatro de Calle y Artes Escénicas de Valladolid (TAC), si bien en la segunda mitad de agosto y no en mayo y con un programa mucho más reducido que en pasadas ediciones, por lo que fue bautizado por el Ayuntamiento como TAC en miniatura, con aforos reducidos, distancia entre butacas y mascarillas para disfrutar de 14 espectáculos y 78 representaciones.
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Y es que el Ayuntamiento de Valladolid se empeñó en que las grandes citas culturales que promueve pudieran adaptarse a las restricciones. Así, Valladolid, tivo su Feria de Libro, aunque en septiembre y sin presencia de escritores, y la Seminci también tuvo su edición.
En Segovia pudieron celebrarse en septiembre las dos grandes citas por las que la ciudad del Acueducto se convierte en referente nacional e internacional, el Festival Titirimundi, con una 34ª edición con un aforo reducido, la mitad de compañías y fuertes medidas de seguridad, mientras que es Hay Festival se convirtió en su inauguración en un clamor en la defensa a todos los sectores culturales y la necesidad de seguir apostando por este espacio de reflexión, diálogo y debate en el año de su Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades.
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Un balance final no tan negativo a la vista de las dificultades para organizar eventos en los que la presencia del público es esencial y que al menos debería de servir para constatar que la cultura es imprescindible.
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