![Una joven revisa uno de los libros de la feria.](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201803/25/media/cortadas/feria2-kTfC-U5014050898638fC-624x385@El%20Norte.jpg)
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La Acera de Recoletos permanece en modo siesta; las atracciones infantiles se estiran, y esperan adormecidas a que llegue la noche. No es así para la 26ª edición de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, porque el veterano despliegue mira el reloj y enciende de nuevo sumotor, ronroneante. Los libreros levantan los blancos cierres, que dejan al descubierto la mercancía, y, entre la misma, a auténticas joyas de papel. Libros pequeños, grandes, ajados, relucientes, sobrios o llamativos; cada uno llama a una persona para que descubra la historia entre sus páginas, y quizás una dedicatoria o un recuerdo escondido. Es un día cualquiera entre el 23 de marzo y el 15 de abril: señoras, señores y niños, se ha abierto la veda del libro.
Enrique Consuegra, de la librería Códice (Málaga), cuelga algunas revistas para completar el cuadro que forman sus volúmenes, cuidadosamente encuadernados en fundas de plástico transparente. Es su cuarto año en esta feria: «Me lié la manta a la cabeza y decidí venir», sonríe él. La lluvia o el mal tiempo a las que parecen predestinadas estas fechas en Valladolid no arredran al andaluz, que contesta que le estimula el frío y que disfruta mucho del clima y de la ciudad. Entre sus predilectos del puesto, actualmente, destaca una bella edición de ‘El jardín de los suplicios’, de Octavio Mirbeau. «Yo tengo mi biblioteca en la librería», argumenta, «todos los días entra algún libro que me gusta, y a partir de cierta edad hay que saber desprenderse, porque además quizás coincida que alguien lo está buscando».
Para Beatriz Rico es la primera ocasión al frente del puesto, aunque la librería Ramón Urbano es una de las habituales de la cita. «Aquí hay auténticos tesoros, pero son difíciles de encontrar y mucha gente busca algo muy concreto», opina ella. Pone el acento en la larga duración de la feria, de las más largas de España, lo que sumado al clima hace que los clientes se distribuyan de forma más «irregular». 20 librerías –once de Castilla y León y nueve del resto de comunidades– se unen en la iniciativa, que rinde homenaje a la interculturalidad presente en las raíces de la capital castellanoleonesa. Judíos, musulmanes y cristianos se complementan en una exposición en la carpa que completa el montaje de la feria, y forman un crisol histórico que deja sin razón de ser a las reticencias más racistas que pudieran surgir. Alvacal, la Asociación de Libreros de Viejo y de Antiguo de Castilla y León, proporciona una rica programación y suma una caseta especial dedicada a los fondos de las fundaciones Jorge Guillén y Miguel Delibes, pero las opciones son incontables.
Reclaman la atención desde Balzac hasta Tolkien, se ofrecen sugerentes ediciones de Virginia Woolf o Benito Pérez Galdós, carteles de Star Wars o libros infantiles, además de opciones temáticas, como los libros sobre catedrales o botánica. Unas adolescentes hojean unas obras que desgranan biografías de Hitler y Franco, y, mientras lo comentan en grupo, sopesan si leyéndolos lo tendrán más fácil en el examen de Historia.
«Para mí, el atractivo es recorrer la feria en busca de un libro, o dejarse atrapar por uno que salga al encuentro, y que al final se convierte en el que hay que comprar», describe Isabel González, de Azacán. «El libro de papel se ha desvalorizado, pero yo creo que es importante el tacto y el olor, el disfrute de los sentidos», recuerda expresivamente la librera, frente a la utilidad del libro electrónico. Su apuesta para esta edición –van ya al menos cuatro desde que se unió– es un grueso volumen ilustrado, ‘Los viejos oficios vallisoletanos’, de Máximo García Fernández. José de Cús, del puesto de Bibliomanía, ahonda en el arma de doble filo que representan el e-book y las ventas por Internet. Él mismo, que acude a la feria desde hace más de diez años, trabajó en Urueña y ahora trabaja en red. «En Internet es muy distinto, estamos en la ‘revolución del botón’ y nosotros vendemos papel impreso», reitera. Teme que no haya relevo generacional y que el papel se consolide en ese papel tan secundario. Al librero se le nota el cariño por el oficio: «Aunque seamos buscadores y rescatadores de algunas piezas que sin nosotros no se venderían, todos los libros son pequeñas joyitas», valora, y pasa revista con la mirada al puesto, con la liviandad y calma de un pasar de páginas.
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Iker Elduayen y Amaia Oficialdegui
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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