Carlos Aganzo, junto a 'Paraíso claustral', en El Norte de Castilla.

Carlos Aganzo explora el 'Paraíso claustral' junto al poeta chino Sikong Tu y Bernardo de Claraval

El último libro del poeta abulense nació durante la zozobra del confimaniento y el dolor de la crisis posterior

Víctor Vela

Valladolid

Lunes, 6 de febrero 2023, 00:49

«Este es un libro plenamente auténtico, biográfico, real», dice Carlos Aganzo, poeta, director de relaciones institucionales de El Norte de Castilla, subdirector de la Fundación Vocento, autor de 'Paraíso claustral', un poemario que, desde el cautiverio más duro de la pandemia y el temblor ... provocado por la guerra de Ucrania, hurga en los dolores internos y en el clamor que se destapa en alta voz.

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En sus páginas, Aganzo se mira en los espejos de Sikong Tu, un poeta chino que en el siglo IX se recluyó en un jardín oculto, y de Bernardo de Claraval, que tres siglos después descubrió la libertad en el interior de una celda. «De esa compañía y pensamiento ha surgido este libro (Vaso Roto ediciones), que son dos caras de una misma moneda, la tierra, el cielo. No es un libro de oficio, todo lo contrario, surge de la necesidad de escribir».

La tentación del bolígrafo, de la cicatriz sobre la página en blanco, se hizo inevitable durante esa primavera robada de 2020. «La primera parte está escrita durante 24 días seguidos en la pandemia, en los días de cautiverio, en el jardín de mi casa de Simancas, mientras pensábamos que el mundo se derrumbaba. Fue un momento dificilísimo. Durísimo». Y la escritura inspirada en Sikong Tu era una tirita para la herida, pomada para intentar comprender mejor aquello que ocurría ahí al lado del jardín.

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La segunda parte, inspirada en Bernardo de Claraval, vino después, cuando Aganzo se mudó a un ático en la cima de Parquesol. «De vivir a pie de tierra a hacerlo tan cerca del cielo», dice el poeta, que durante otros 24 días seguidos escribió, esta vez de la mano de Bernardo de Claraval. Al otro lado de la ventana y de las pantallas, Rusia invadía Ucrania. Otra crisis extendía sus sombras. «La pandemia fue algo horrible, desolador. Pero ni muchísimo menos ha sido la última de las crisis o de las decadencias que estamos viviendo. La pesadilla continúa».

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¿Y ante este sentimiento, qué? «Hay dos formas de recorrer el mundo. Hacia el espacio abierto o hacia el interior». Y esa lucha entre lo interno y lo externo se vio muy clara durante el confinamiento. «Cuando te obligan a encerrarte físicamente, empiezas a comprender muchas cosas. Porque hay mundos cerrados que están abiertos. Y lo mismo da que sea el cielo (que parece infinito desde donde tú lo ves) a que sea un pequeño jardín».

Fondo y forma se dan la mano en 'Paraíso claustral', porque en un contexto de encierro, no podía volar el verso libre. Aganzo camina con unos pies métricos que mantienen el ritmo marcado por Sikong Tu, con unos endecasílabos pareados que remiten a esos versos que pueden ser cantados, como los poemas chinos, o escuchados como salmodia medieval. «Muchas veces, la propia música de la palabra nos ayuda a profundizar en ella y a pensar. Lejos de distraernos, nos ayuda a concentrarnos».

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«Piensa que la verdad y la belleza son eternas y tú perecedero», dice uno de los poemas, el XIX de la primera parte, que aunque sin título apela a «la tristeza y la aflicción». «El tú que muchas veces aparece en este libro es una forma de enajenarse, de hablar con uno mismo y mirarse desde fuera». Pero también es, especialmente en la segunda parte, «una necesidad de compartir la zozobra, el desasosiego, la inquietud». «El enclaustramiento no significa la soledad absoluta ni ser un eremita. Nunca algo es exclusivamente para uno, sino compartido, porque también en la soledad hay un tú y un nosotros», indica Aganzo.

Pero, volviendo a esos versos: «Piensa que la verdad y la belleza son eternas y tú perecero». Explica el poeta: «Sobre la verdad y la belleza están escritos casi todos mis anteriores libros y algunos de los que estoy escribiendo ahora. La belleza y la verdad, junto al amor, como aspiraciones supremas del ser humano. Como dice Juan Ramón: 'Tú te irás y seguirán los pájaros cantando'. Al final, alguien seguirá peleado por la belleza, por la bondad, por el bien. No es algo que sea solamente nuestro, sino que nos pertenece como raza humana. Porque nosotros morimos, pero la belleza permanece en los demás. Eso es importante saberlo porque es un modo de trascendencia».

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Otro verso de 'Paraíso claustral'. Escribe Aganzo: «Eso somos, pasiones y memorias». Y, más allá de las páginas del libro, añade: «Está muy bien resumido de lo que es el ser humano. Somos memoria sin ninguna duda. Nos construimos a partir de nuestro pasado. Cuando perdemos la memoria (fíjate el Alzheimer) dejamos de ser prácticamente los seres humanos que somos. La memoria no solo nos ata a todo lo anterior, sino que nos constituye. Pero también está la pulsión, la pasión, el amor, que es el otro gran motor del ser humano. El ser humano es un ser pasional, muchas veces irreflexible, lleno de sueños, ansias y locuras».

Y otras líneas más: «El que busca el silencio, por qué siente estas ganas grandiosas de cantar». Y cuenta Aganzo: «Esa es toda una filosofía sobre la música callada de San Juan de la Cruz. La música que no suena, la canción que no se interpreta o que sí se interpreta y rompe el silencio. El silencio a veces se te hace tan insoportable que tienes que rellenarlo. Para mí eso es la literatura: la necesidad de decir algo después de haberte conseguido sumergir en el silencio».

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