Pascual Izquierdo recomienda hacer el Canal de Castilla, como quien hace el Camino de Santiago. Tiene tanta fe en el potencial de la vía fluvial que compara su capacidad regeneradora para los territorios que atraviesa con la de la vía apostólica. El libro que presenta ... este viernes en la Fundación Segundo y Santiago Montes, 'Viaje por el Canal de Castilla. Hacia la pleamar de espigas' (Difácil) comenzó hace 23 años y terminó con varias visitas recientes.
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Si algo tiene de especial su narración es «la mirada, que busca la belleza oculta y los latidos de vida que se van extinguiendo». Consecuencia de todo ello, la denuncia del abandono del mismo, de «su estado de postración». Un ingrediente fundamental, los testimonios a pie de canal. «Hemos hablado con todo el mundo, es una de las características de la Orden del Pedal», dice Izquierdo que escribe sobre los viajes en bici que hace con otros tres amigos que multiplican los intereses artísticos, culturales y filológicos. «Hay testimonios desde el inicio en Alar del Rey hasta el de la dársena de Valladolid, el de Don Julián Lozano Catalina a quien encontré aquí –señala la orilla de la dársena– cuando tenía 90 años. Era una enciclopedia viviente. Estuvo en todos los sitios, en todos los oficios y tenía una memoria privilegiada. Sabía la capacidad de cada barcaza; las de 35 toneladas que necesitaban dos mulas a cada lado, las barcazas francesas eran de 45 toneladas y ya demandaban tres mulas y también tres en cada orilla necesitaban las alemanas que transportaban 55 toneladas».
Fue un sueño ilustrado que se construyó en 96 años y ha dejado «vestigios arquitectónicos de gran singularidad. No hay una obra de esta envergadura en toda España, ni en Francia. 207 km, piedra de sillería en 49 esclusas, 4 dársenas, 70 puertos, entre 50 y 60 acueductos».
El más hermoso, el de San Carlos con sus altos cinco ojos, asegura. Por él llegaron a navegar 365 embarcaciones y creó 49 industrias en sus márgenes, el 90% harineras. «Fue un eje de dinamismo económico en el que se empleaban entre 4.000 y 5.000 personas a diario. Por ejemplo, solo en la dársena de Valladolid había diez trabajadores en el taller de carpintería, 18 en los almacenes para cargar y descargar, diez ingenieros en la estación de control haciendo pruebas con barcos y esclusas».
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Está catalogado como Bien de Interés Cultural pero eso no ha frenado el deterioro de algunos de sus elementos, cuatro de hecho están en la Lista Roja del Patrimonio: El molino harinero de la primera esclusa (Ramal e Norte), la esclusa 15 (Ramal Norte), la casa del esclusero de la 39 (Ramal Sur) y el conjunto de la esclusa 40 (Ramal Sur).
«Hasta ahora solo se han hecho labores de ornamentación superficiales. Las harineras se están destruyendo, hay esclusas en las que el agua sale por donde no debe. Tenemos la esperanza de recuperar el canal para uso recreativo, cultural y turístico», dice Pascual Izquierdo entusiasmado con que vuelva a haber embarcaciones surcando el canal. En su cabeza bullen viajes que combinan canal, patrimonio y gastronomía. De todo ello hablarán este viernes a partir de las 20:00 h.
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