«Buscamos en la vida giros de guion como en la ficción y no los hay»

«El título procede de una conversación del libro, entre la madre y su hijo, escritor de novelas de entretenimiento. Enfrenta la literatura festiva con la intelectual. Me gusta jugar con las etiquetas, darles la vuelta, proponer literatura de consumo que, sin embargo, lleva al lector a temas más complejos», explica Cuevas. Y aunque los personajes que articulan su novela son una ávida lectora y un escritor, aunque este justifica su condición de narrador omnisciente (tercera persona) unas veces o limitado observador (primera), otras, Alejandro rechaza la palabra metaliteratura. «Es un término demasiado intelectual para este libro, que es una novela más fácil de leer que de explicar, que gira sobre sí misma».

Esa 'facilidad' la cifra su autor en «frases más breves y sencillas, un lenguaje acorde a la acción». Aunque la apuesta por los hechos no le arranca del mundo que nos rodea, «nunca salimos del contexto. Estamos condenados a vivir asfixiados, asustados. La época de las utopías pasó, aunque esta no es una novela pesimista sino la historia de dos voces que, al acabar, te hacen plantear qué han contado y desde dónde».

Berenice es la gran ciudad donde viven Dolores y Raúl, conocida por la cantidad de suicidas que concurren en sus calles. «Es una caricatura de nuestra sociedad, llena de gente frustrada, con prisa, que va por la vida como pollo sin cabeza, con pocas gratificaciones», cuenta el autor de 'La vida no es un auto sacramental'.

«Siempre me dicen lo de esperpento y Valle-Inclán, pero es que creo que vivimos en el esperpento, que no es un reflejo en un espejo cóncavo sino que somos ese espejo cóncavo». Dolores hace honor a su nombre y concentra una considerable cantidad de desgracias en su biografía de las que escapa leyendo y militando en el Club Schopenhauer de literatura creativa. «Hago un uso pop de la alta cultura», dice quien también concita a sus criaturas en el Club Cioran y en el Kierkegaard. «Podrían haber sido equipos de fútbol, me gusta desmontar clichés». Por otra parte «la novela plantea lo que hay de ficción en la realidad y de realidad en la ficción. Hay gente enferma de literatura que acaba viviendo como si la vida fuera una novela más en la que les pasa lo mismo que a los protagonistas. Buscamos en la vida giros de guion o estructuras orgánicas propias de una novela, y claro, es absurdo, no lo encontramos».

Cuevas entrena su irónica mirada en los medios de comunicación, en esas «tertulias de cocainómanos que vocean», y es escéptico respecto a la redes sociales. La soledad y la tristeza son dos emociones humanas reprobadas en Berenice y en nuestra sociedad. «La gente desvela su intimidad, vuelca su vida en las redes, todo menos la tristeza. Quizá porque no tendrían seguidores, o quizá sí y es un nuevo nicho. En cualquier caso, solo hablan de lo felices que son y lo bien que lo pasan».

La novela apunta a la escritura robotizada. «Cuando se aplique la inteligencia artificial a la escritura de novelas y haya editores que detecten los clichés, se acabó el poco hueco que queda hoy para la literatura fuera de los más vendidos», dice Alejandro. «La inteligencia artificial puede ser usada como asesor, como colaborador, para plantear problemas y soluciones, como una herramienta. No creo que pueda hacer una novela que sea del gusto de un lector con cierto recorrido. Fuera de esto, cada semana vemos aplicaciones más espeluznantes».

Alejandro Cuevas presentará 'Literatura barata' en la Feria del Libro de Valladolid.