Pablo del Río
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Pablo del Río
«Hay buena novela negra sin traumas ni patrones»Dejó la enseñanza por un periodismo muy específico, el que cuenta los aspectos técnicos del mundo audiovisual. Yen este hizo un receso hace tres años para escribir su primera novela. Pablo del Río (Cervera de Pisuerga, 1964) acaba de publicar 'Doce abuelas' (Maeva), una novela ... negra que transcurre entre el Cantábrico de Ribadesella y el bullicio de Madrid, aunque él es más de montaña.
Fue en Valladolid donde descubrió el poder de la trama y la metáfora. Se matriculó en Derecho, pero duró un mes, aquello no le gustaba. «La residencia estaba pagada así que empecé a leer, escribir, ir a las clases de mis amigos que me interesaban y a los cines forum», recuerda Del Río, que compró gracias a una oferta de la entonces Galerías Preciados de dos libros de artículos de Umbral. «Me impactaron sus metáforas, descubrí la literatura en sentido puro», recuerda. A la trama había llegado previamente con el Umberto Eco de 'El nombre de la rosa', por la bibliotecaria de su pueblo porque «en el colegio la literatura es una obligación y la rechazas. Los padres de hoy seríamos felices si los videojuegos se convirtieran en una asignatura».
Luego estudió filosofía, la enseñó en centros de secundaria hasta que se metió en el mundo del cine por la puerta de la técnica.«Conocí a David Alonso y comenzamos a desarrollar proyectos cinematográficos. Ahí me di cuenta de que la riqueza oculta del género negro, más allá de llevar al público a adivinar quién es el malo y utilizar el suspense como pretexto para engancharlo. Aprecié que no solo era cuestión de resolver un enigma y completar el puzzle. Una buena novela negra tiene una historia dentro. Para mí el paradigma es 'El silencio de los corderos'. No me interesan los locos de patrón. En toda novela negra debe haber algo más que suspense».
Y la que guarda 'Doce abuelas' es una historia familiar. «Una buena novela negra puede tenerlo todo, a partir de una historia auténtica que pueda sucederle a la gente común. Se pueden escribir sin asesinos en serie y gente con traumas. Me interesa enganchar al lector dentro de la historia y llevarlo a mi terreno. No es imprescindible el morbo o la aparatosidad».
'Doce abuelas' arranca con un cadáver, el de Ricardo, joven músico madrileño que su tía Mercedes encuentra congelado al piano de su casa en Ribadesella. Cuando denuncia lo ocurrido, a la llegada del agente allí no hay nada. La desaparición del pianista mueve a su mujer Genoveva y a su amigo Adolfo hacia Asturias y comienza la acción. Pablo del Río va abriendo puertas del pasado que dan pistas sobre el presente aunque se guarda los ases de un personaje que esconde durante décadas su verdadera identidad y el misterio de una costa y su historia que apenas se vislumbra cuando levanta la bruma.
Del Río es más rockero, –«escuchaba a Pink Floyd para escribir»–, que de repertorio clásico pero «me pareció interesante el fetichismo de un instrumento como el piano». Luego se le fueron añadiendo elementos a la historia. «Mientras la escribía vi un documental de una cordada subiendo al Himalaya que encontró un chubasquero entre el hielo. Cuando excavaron hallaron un cadáver de un montañero que cayó de otra cordada de hace 15 años y el hielo había conservado», explica quien decidió congelar al leit-motiv de su novela. Nacido en la montaña palentina, «nuestra salida al mar es Cantabria y Asturias. Conozco bien Ribadesella, Llanes, pero me venía mejor la primera porque tiene una costa abrupta, por la situación de la lonja, por su tradición marinera y por esos prados para el ganado que miran al mar».
Ricardo y su hermana Beatriz fueron criados allí aunque viven en Madrid. Él, sin embargo, se quedó enganchado con esa parte de su pasado. Allí está su primer amor, Carla. Cada vez que va, hace la ruta para comprar mantequilla, sidra, queso. Ese recorrido tiene su simbología, la misma que en mi caso, cuando voy a mi pueblo y compro una carne que podría parecer exclusiva de allí, pero que es la excusa para volver».
Adolfo es el amigo del desaparecido y a la vez su antagonista. «Ricardo tiene cajones en su existencia que no se comunican, los amigos de un sitio y otro no se relacionan. Es algo que ocurre en las grandes ciudades, en los sitios más pequeños es imposible porque todos se conocen». Frente al misterio de Ricardo, la transparencia de Adolfo, «que es como la tía Mercedes, se les ve desde el inicio. Sin embargo a Ricardo lo vamos conociendo a medida que avanza la novela». Del Río nos presenta a Irina, la pareja de Adolfo, una mujer rusa con la que ha compartido su vida hasta que le dejó, «es un hombre sencillo que con tenerla a ella y poder esquiar tenía suficiente». La desaparición de su amigo le convierte en protagonista involuntario, en detective sobrevenido junto a Genoveva. «Otra característica de la novela es no tiene los dos bandos habituales de investigadores y víctimas, sino que estas también indagan junto a los guardias civiles, que resultan periféricos en la acción. Creo que eso aporta frescura y empatía con el lector». Y por encima sobrevuela el humor.
Contagio de su oficio o de la moda imperante, está escrito «con ritmo rápido, siempre están pasando varias cosas, propio del audiovisual». Ya está en una segunda novela, en este caso protagonizada por Adolfo.
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