Borrar
Boris Vian se sube al coche de unas amigas.
Boris Vian o la subversión literaria

Boris Vian o la subversión literaria

Se cumplen cien años del nacimiento del escritor galo, que nació a la literatura con la bohemia parisina

David Felipe Arranz

Valladolid

Sábado, 14 de marzo 2020, 09:21

Se cumplen cien años del nacimiento del escritor galo, nacido en Ville-d'Avray, Seine-et-Oise hace exactamente un siglo, y fallecido en París el 23 de junio de 1959, víctima de un edema pulmonar. Fue todo lo que se podía ser entonces en el arte: poeta, novelista, traductor, dramaturgo, periodista, guionista, ingeniero, inventor, trompetista, cantante, crítico de jazz, actor, exégeta de ciencia ficción y director de una casa discográfica, Vian nació a la literatura con la bohemia parisina. Sus comienzos, en la revista 'Les Temps Modernes', vinieron de la mano de su amigo de Jean-Paul Sartre, con el que rompió después para adherirse a la patafísica de Alfred Jarry, y dejó tras de sí toda una leyenda de lúcida e imaginativa embriaguez. Volcó en sus tramas sus teorías sobre la pasión amorosa o la decadencia del hombre moderno, salpimentándolas de elementos subversivos, absurdos y surrealistas, propios de Salvador Dalí o Eugène Ionesco, como unas suelas de zapatos gastadas que crecen con abono o patinadoras que ponen un huevo con el salto del águila.

A Vian, al igual que Pessoa o Machado, le seducían los heterónimos y vertió en el género negro una mirada lúdica, en la que el autor era menos importante que el lector. Así, publicó la durísima y explosiva 'Escupiré sobre vuestras tumbas' (1946) como 'traducción' de una novela negra estadounidense sobre la venganza de un mestizo, a la que siguieron 'Todos los muertos tienen la misma piel' (1947), 'Ellas no se dan cuenta' (1948) y 'Que se mueran los feos' (1948), todas firmadas por su alter ego Vernon Sullivan. Con su nombre aparecieron ya la extraordinaria 'La espuma de los días' (1947) –de la que se vendieron más de un millón de ejemplares–, 'El otoño de Pekín' (1947), 'La hierba roja' (1950) y 'El arrancacorazones' (1953), que fue rechazada por Gallimard. En la primera, escrita en cuarenta y ocho horas durante el trayecto entre dos ciudades, Vian plantea un juego de espejos entre seis veinteañeros, Colin y Chloé, Nicolas e Isis, Chick y Alise, a través de una suerte de refutación de las teorías de Sartre, al que bautiza como Jean-Sol Partre, ridiculizando sus postulados existencialistas. Colin, el protagonista principal de 'La espuma de los días', tiene la suficiente fortuna como para poder vivir con toda comodidad sin tener que trabajar para los demás; y de esa vida ociosa nace precisamente su tendencia a la divagación. «En la vida, lo esencial es hacer juicios a priori sobre todas las cosas –escribe el autor en el prólogo–. Es evidente, en efecto, que las masas se equivocan y los individuos siempre tienen razón»; para Vian existían solo dos cosas: el amor, en todas sus manifestaciones, «con chicas guapas» –se enamoró locamente de la bailarina Ursula Kübler, con la que se fue a vivir a espaldas del mismísimo Moulin Rouge–, y la música de Nueva Orleans o la de Duke Ellington. El resto debería desaparecer «porque es feo», aseguraba ejerciendo su característico y paradójico humorismo, que basaba en relatar historias completamente verdaderas y que manifestaba haberlas inventado de cabo a rabo. Lo cierto es que la escritura de Vian nacía de una proyección de la realidad, en los márgenes oscuros de historias bizarras y marginales, vidas errantes y 'distorsionadas' –una de sus definiciones preferidas– que respondían a una escritura honesta, en tanto que retrato de una época sometida al cambio permanente y en la que lo único seguro es la muerte. Hombres ilógicos envueltos en situaciones desatinadas pululan por sus relatos, ambientados en callejones sin salida y edificios burocráticos en los que se practica la negligencia, muy en la línea de Kafka. El rumor en los pasillos y habitáculos de la literatura de Vian recuerda al «ruido de los pasos de un regimiento por una carretera llena de barro». En este sentido, y a diferencia de Camus, Vian consideraba una paradoja absurda el triunfo de la Parca.

De manera póstuma se publicaron sus cuentos 'Los perros, el deseo y la muerte' (1974) y se estrenó su drama de tintes absurdos 'Los forjadores del imperio' (1961). Después aparecieron algunas obras teatrales más, como 'La merienda de los generales' y 'El último de los oficios' (1964), o el poemario 'No quisiera morir' (1962). Enamorado como Cortázar del maridaje perfecto de lo jazzístico y lo detectivesco, sus trabajos sobre jazz fueron reunidos en Historia del verdadero jazz (1961) y Escritos sobre jazz (1984). En su legado el lector hallará la alegoría del hombre que tropieza con la puerta metálica de la ultramodernidad, la misma que sigue golpeándonos violentamente en el rostro desde entonces.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Boris Vian o la subversión literaria