Dejó constancia de la vida española durante tres décadas, de 1911 a 1939. Los 'Diarios' de Manuel Azaña son una meseta de 1.400 páginas cuya lectura recomendaba Ramón Carande. Árdora Ediciones ha seleccionado en 'Paseos por mi jaula' una entrada por cada mes entre ... 1931 y 1939, periodo clave de la historia española en el que el escritor fue protagonista político. Los editores presentarán el libro el martes en el Círculo de Recreo de Valladolid, a las 19:30 h.
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Colección de «ráfagas de iluminaciones, de destellos», como dice José Andrés Rojo, el libro quiere ser «preludio» de la lectura de los dietarios completos ya que «la figura de Azaña encarna todo lo que fracasó pero nunca será derrotado».
El Azaña público aparece en estos «apuntes» como un político de paso, no siente que el Congreso sea su sitio aunque asume su obligación con la República que defendió desde los periódicos. Quien repite sentirse «forzado» en esas lides fue diputado, ministro de Guerra, presidente del Consejo de Ministros y de la República.
Cada vez que le mandan formar Gobierno o asumir nuevas responsabilidades «mi primera intención es siempre retraerme, esquivarme, renunciar», escribe. Estas 'páginas escogidas' permiten asomarse a la trastienda del diario de sesiones del Congreso. Azaña vive amenazada por republicanos radicales, socialistas, católicos y federales. Como responsable del Ejército sabe que allí anidan detractores que se multiplican en los cambios de mandos.
De todo ello da cuenta cada noche en unas memorias que traslucen su parecer sobre la dialéctica del arco parlamentario. Le molesta la violencia de Maura, la torpeza de Prieto o el castellano del sucesor en su partido, Marcelino Domingo que «con emplear a troche y moche el verbo señalar y el muy horrendo posibilitar sale del paso».
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Con paciencia estoica muestra su habilidad para salvar desencuentros políticos con el objetivo de servir a un bien mayor, que «la nueva república quede establecida». Tiene sus dudas, «no soy necesario, quizá para gobernar España en estas circunstancias tuviera más ventajas un hombre con cualidades de zorro. No soy un zorro. Y no me avengo tampoco a ir tirando». El estadista más trascendente de la Segunda República atribuye su choque con Niceto Alcalá-Zamora a «mi resistencia a dejarme modelar por los políticos de oficio».
Le quedaban los paseos nocturnos por la Morcuera, «me interesa más que la mayoría parlamentaria, y los árboles del jardín, más que mi partido», y por el Escorial, «lugar muy de mi gusto», antes de la guerra. La última entrada, 19 de enero de 1939: «Oímos el bombardeo de Igualada».
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La presentación será el martes, 10. 19:00h. Círculo de Recreo. Intervendrán Jesús Cañete, Carlos García-Alix, José Andrés Rojo, Carmen Gutiérrez, José Luis Gallero y María Bolaños.
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