El poeta y novelista Álvaro Pombo posa en su casa, en Madrid Virgina Carrasco

Alvaro Pombo: «La niebla de mis novelas es la de Valladolid»

El novelista acaba de publicar 'La ficción suprema', un ensayo sobre Dios, y evoca sus años adolescentes en torno al Pisuerga

Domingo, 10 de abril 2022, 00:08

Pocos sabrán que el escritor cántabro Álvaro Pombo (Premio Nacional de Literatura y Premio Nadal, entre otros galardones) pasó varios años adolescentes en Valladolid, en los que estudió en el Colegio San José de finales de los años 50. Pombo -que acaba de publicar 'La ... ficción suprema', su primer ensayo, y en el que se lanza al «asalto» de la idea de Dios- reconoce que Valladolid «es uno de los sitios poéticos de mi juventud». Y también que las nieblas «que son esenciales en mis novelas se basan en la niebla de Valladolid, que no tiene comparación».

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El escritor recuerda que cuando conoció la niebla londinense se decepcionó. «Cuando viví en Londres me pareció que la célebre 'pea soup' (sopa de guisantes) no tenía comparación ni en espesor, ni en frío ni en espanto con la de Valladolid, que es la verdadera niebla».

«Soy de Santander pero mis padres tenían una finca entre Palencia y Valladolid, al lado de Ampudia de Campos», recuerda Pombo. «Yo bajaba a Valladolid mucho, en bici, en moto y a caballo. Y guardaba el caballo en las traseras de la Catedral de Valladolid, que las gestionaba un sacristán que había estado trabajando para nosotros y me permitía dejar allí la bici o la yegua, que se llamaba Estrella, o, cuando había suerte, una moto Gucci que compartíamos varios».

A sus 82 años la memoria de Pombo le permite evocar sus salidas de los domingos al Salón Ideal «donde tomábamos café y tortitas». En el colegio San José trató mucho con José María Cagigal, conocido en España como 'el filósofo del deporte' y el fundador del INEF (el Instituto Nacional de Educación Física) y al que Pombo reconoce como una persona muy importante en su vida. No coincidió con Ignacio Martín Baró, luego mártir en El Salvador, pero se siente muy cercano a esos jesuitas que murieron asesinados junto al padre Ellacuría, así como a la teología de la liberación, que ve como «una iglesia militante muy interesante, que no es babosa ni ritualista».

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Sin embargo, en su ensayo no aborda el problema de Dios desde la perspectiva sociopolítica, o desde el ángulo de la caridad, sino más bien desde su dimensión última como aquello que está más allá de todo lo conocible, y que aborda desde una perspectiva poética.

«El alma del hombre se orienta hacia el misterio, hacia aquello que está más allá de él. Y ese es Dios. Tenemos a Dios encima, como una montaña, que es un modo bíblico de designar a la divinidad. Pero es inaccesible, que quede claro. No es que sepamos nada. Sabemos muy poco de todo, pero de lo que menos sabemos es de ese Dios que, sin embargo, es una montaña por la que ascendemos. Esa es la idea».

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Pombo se considera creyente y, de hecho, su libro es el resultado de toda una vida dedicado a pensar en Dios y a buscar a Dios, pero tiene una visión nada confortable de la religión. A su entender, «Dios no asegura nada, ni garantiza nada» y hay que evitar esa idea pietista de que «quien a Dios tiene, nada le falta» porque, a su juicio, se dan muchos casos, inclusos en santos, en los que «no tienen donde caerse muertos». Como el mismo San Francisco de Asís, al que Pombo ha dedicado una monografía centrado en su proceso espiritual.

«El hombre profundamente religioso no tiene por qué tener una sensación confortable. Puede tener una visión muy trágica del mundo y de la existencia. Gente como el padre Ellacuría o los que atienden a la gente ahora en Ucrania. Dios no es un seguro de vida».

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De Valladolid recuerda, además de la niebla, el frío, el frío húmedo del colegio de San José, que no volvió a encontrarse en su vida. Pero no guarda recuerdo de la Semana de Cine Religioso -que comenzaba a andar esos años- porque «llevábamos una vida muy escolar».

Por otros motivos, tampoco tiene recuerdos de la Semana Santa de Valladolid, que resurgía también con esplendor por esas fechas. «No la viví porque en aquel tiempo tenía la pose de no ser religioso. Era tan religioso o más que nadie, pero en aquel momento iba de escritor descreído, a lo lord Byron. Cosas de criajo de 17 años. Era muy petulante y muy estúpido de joven. Luego piensas las cosas más».

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El escritor cántabro tiene ahora otra visión de los ritos, pero sin dejar de ser exigente pues cree que su desafío es estar llenos de sentido y no limitarse a ser una costumbre piadosa. «El rito tiene que librarse de la rutina. Y, además, hay que hacer obras de misericordia. El rito no te exime de eso. Son las obras lo que cuenta», remacha.

«En Valladolid tenéis toda la Semana Santa ritualizada y eso es algo importante. Pero tiene que ser importante de dentro a afuera, no de fuera hacia adentro», explica Pombo, aunque admite que también puede darse el proceso inverso. «Una persona que ve la pasión de Nuestro Señor en Valladolid desde fuera puede reflexionar hacia adentro sobre el misterio de su muerte. Yo acepto eso también».

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El autor de 'La ficción suprema' está convencido, asimismo, de que «a Dios hay que hacerle presente en el mundo», y que esa es también la ficción de ritos y expresiones culturales como la Semana Santa. «El ritual puede ayudar y hacernos ver lo que está más allá de nosotros, y esa es su función. Y puede estar lleno de sentido. Pero hay que tener cuidado de que no se convierta en un espectáculo sin más».

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