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La actriz y escritora Elvira Mínguez, en su casa de Madrid. Leticia Díaz de la Morena-ICAL
La actriz vallisoletana Elvira Mínguez se estrena en la novela con una historia de odio y rencor
'La sombra de la tierra'

La actriz vallisoletana Elvira Mínguez se estrena en la novela con una historia de odio y rencor

El libro, editado por Espasa, convierte en protagonista a dos viudas que compiten por el poder en un pueblo de Zamora

victor vela

Jueves, 2 de febrero 2023, 01:06

Su nombre se ha mostrado siempre en el escaparate cosido a un oficio. La actriz Elvira Mínguez, dicen los titulares cuando se estrenan sus películas ('Días contados', 'Clara Campoamor', la trilogía del Baztán) o series de televisión ('El tiempo entre costuras', 'Desaparecidos', 'Presunto culpable'). Pero ahora, también es la escritora, la fabuladora, la novelista. «Uf, suena muy bonito, no lo voy a negar. Pero muy fuerte. Palabras mayores».

Elvira Mínguez (Valladolid, 1965) se estrena en las librerías con 'La sombra de la tierra' (Espasa, 272 páginas, 18,90 euros), una novela dura y bella, brutal y descarnada, que cuenta una historia de odio, resentimiento y rencor en Villaveza del Agua, un pueblo de Zamora a finales del siglo XIX.

Las calles, los campos y fincas de este municipio asisten al enfrentamiento entre dos mujeres viudas: Garibalda, que pese a su enfermedad domina el territorio con mando de cacique, y Atilana, que aspira a hacerse con el poder. El odio entre ellas (que viene de muy atrás) afecta a sus hijos, impacta en la comunidad y condiciona a todo el pueblo en esta novela dominada por el paisaje castellano, con campos de cebada y centeno y un «llano interminable que se pierde entre la niebla». Y con una escena que tiene lugar en la estación de tren de Valladolid.

-¡Vaya dos mujeres!

-Mira, tengo 57 años, llevo en el negociado del cine mucho tiempo. Y siempre he tenido la sensación de que los personajes femeninos no están completos.

-¿En qué sentido?

-Parece que siempre se tiene que mostrar la misma cara, cuando la otra, la oculta, también está ahí. Hay mujeres maravillosas, pero también hay auténticas hijas de puta, con unos atributos o cualidades que parece que no se nos permite. Como la ambición, el odio (incluso a los hijos), el ser malas a conciencia, profundamente egoístas. Personajes femeninos así no son habituales. Yo los echo de menos. Las actrices nos partimos los cuernos por tener un personaje malo.

-Sin caer en la caricatura.

-Claro. En los masculinos estamos más acostumbrados a verlo. Si un personaje es un capullo, es un capullo. Ya está. No hay más cuestión. Pero con las mujeres, tengo la impresión de que esto no se da. Y yo lo echaba en falta. Las mujeres también somos así: ambiciosas, asquerosas, terroristas, odiosas.

-El odio entre estas dos mujeres (Garibalda y Atilana) es el motor de la trama. ¿También lo es en la vida?

-Por encima de todo somos humanos. ¿El odio es una emoción que normalmente esconde más de lo que muestra? Seguro. ¿Habitualmente lo tapamos? También. ¿Igual no está llevado al extremo? No lo sabemos. Porque solo cuando el odio es llevado hasta el final es cuando sale en las noticias. Pero sí, el odio también vive en nosotros. La novela, a través del personaje de Atilana, intenta preguntarse qué pasa cuando el sujeto odiado desaparece. Cuando una vida se ha sustentado en el odio, en la venganza, en el rencor, ¿qué ocurre cuando se deja de odiar? ¿Cómo se va a sobrevivir a eso? Es un tema fascinante.

-Y universal.

-El mal tiene algo extremadamente atrayente. No sé si es porque de alguna manera pensamos que nunca llegaremos a eso, que podemos diferenciarnos de los demás: 'Yo eso no lo hago, no lo haría'. Pero en el fondo sabemos que, ante determinadas circunstancias, somos capaces de llegar a eso y a cosas peores. Como se ha demostrado.

-Estas dos mujeres tienen unos hijos que han recibido como herencia precisamente ese odio, la falta de cariño. Un personaje le dice a otro: «Procura no odiar, hermano. Si no, ella seguirá viviendo en ti y en los tuyos después».

-Las víctimas más indefensas son los hijos. Lo vemos cada vez que leemos noticias sobre abusos, maltrato, asesinatos. Los psicólogos han demostrado que, en casos de abusos sexuales intrafamiliares, la herencia puede ser de hasta seis generaciones, porque hay unos referentes que no han existido ni se han aprendido. Es terrible. Una locura. Cómo puede ser que en este mes de enero hayan muerto tantas mujeres asesinadas, como sociedad estamos haciendo algo mal. Somos excesivamente moralistas y puritanos y debemos decir las cosas de una forma clara si queremos verle el bigote a los machistas y a las machistas que tenemos todos.

-La solución para algunos de esos hijos, en el libro, es escapar del pueblo.

-De una manera o de otra, no les queda otra. Todos están jodidos, pero desde luego el que se queda… Hay una cosa de supervivencia, necesitan salir.

-¿Por qué ese escenario zamorano y a finales del siglo XIX?

-En un principio había pensado en México. Yo quería que hubiera un grupo de hombres, desarraigados, que vivieran en una especie de colonia, apartados. Y encontré en México el Valle de Ojos Negros, con un antiguo campamento de buscadores de oro. Pero sentía que la documentación sería más complicada. Así que me vine a España. Mi madre es de Villárdiga, cerca de Villalpando. Y buscando documentación, encontré que durante la construcción de la línea ferroviaria entre Medina del Campo y Zamora hubo problemas en Villaveza del Agua, porque la vía se les hundía. Me venía perfecto, porque ese grupo de hombres, que iban a trabajar ahí, que habían intentado hacer de eso una forma de vida, ven cómo se les va al garete en un momento determinado.

-Esa colonia de hombres vive en una finca cerca de ese pueblo dominado por estas dos mujeres.

-Al igual que con los personajes femeninos, con los masculinos también quise invertir el orden de todo. Los hombres a mi alrededor aman y aman muy bien. Algunos pobres lo pasan muy mal. Y en la novela hay, especialmente, dos, Ladislao y Fernando Vacas. El primero está enamorado de La Chiri, ella no le ama, pero respeta que él lo haga. Eso me parece precioso. Hay muchas formas de relación en una pareja y respetar que te amen, aunque tú no llegues a amar de la misma manera, me parece algo hermosísimo. Y Vacas está enamorado de Atilana. Al final ella no es la mujer que él creía, pero esa mujer, para él, se ha convertido en su hogar. Puede estar lleno de goteras, de mierda, pero es el sitio que le acompaña. No es un hombre amado, es un hombre despreciado, le salió mal a él, pero ella es su hogar.

-¿Cuándo comenzó a escribir?

-Yo he escrito siempre. Toda la vida. Cuando preparo un papel, escribo sobre los personajes, sobre las circunstancias anteriores a ellos o sobre su futuro. Creo que es algo que la mayoría de los actores hacemos habitualmente. Hace tiempo me apunté a un taller de escritura con Clara Obligado. Lo hice como lectora, porque quería saber cómo se hacía un libro a nivel de técnica, foco, narradores, estructura. Pero en ese taller había que escribir. Y preparé cuatro monólogos que han sido el germen de esta historia que llevo madurando desde el año 2006.

-¿Ser actriz ayuda a escribir unos diálogos que parecen hechos para leer en voz alta?

-Todo me ha servido. Para mí el lenguaje es muy importante. Me gusta y me divierte mucho leer las páginas de los periódicos que tienen un lenguaje específico: como los toros, la bolsa, el fútbol. Me gustan las palabras y en este libro el lenguaje tiene mucho peso. Antiguamente, cuando se hablaba, se hablaba para decir las cosas. Y si no había nada que decir, no se hablaba.

-Hay influencias en esta novela…

-Me han hablado de Delibes, de Aldecoa. Pero mi principal referente al escribir esta novela ha sido Sergio Leone. Yo me sentaba en el cine de La Rubia y veía un 'spaguetti western' detrás de otro: 'La muerte tenía un precio, 'Por un puñado de dólares'… Ese es un referente. Pero también está Bergman, por ejemplo. Hay una secuencia en 'El séptimo sello', cuando el protagonista y la muerte echan una partida de ajedrez, que tengo clavada en la memoria desde niña. Y en la novela hay un personaje, La Taya, que representa la muerte y que interfiere en la historia. Porque llega a un pacto con Atilana, que le dice: 'Yo consigo lo que quiero y te doy a cambio a los míos'. Me apetecía contar que la muerte era como una comerciante.

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