Desde la izquierda, Santos Sanz Villanueva, María España y Felipe Benítez Reyes.

Caballero Bonald, el «ímpetu juvenil» de un escritor nonagenario

Sanz Villanueva, Benítez Reyes y Aganzo analizan el último premio Francisco Umbral ‘Desaprendizajes’

Victoria M. Niño

Lunes, 20 de junio 2016, 12:58

No pudo ser, cada vez le resulta más difícil cruzar Despeñaperros a José Caballero Bonald. Así la mesa en torno a su libro Desaprendizajes, premio Francisco Umbral al mejor libro de 2015, fue vicaria. Santos Sanz Villanueva, Felipe Martínez Reyes, Carlos Aganzo y María España hablaron sobre él, sobre su obra y sobre su «lucidez», su «ímpetu juvenil» y el «consuelo» de la escritura cuando está a punto de cumplir 90 años.

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La viuda de Francisco Umbral recordó que este apenas leía novela, sí ensayo y poesía. Entre los poetas, Caballero Bonald encabezaba sus preferencias. «Le gustaban los títulos de sus poemas y la grandeza de sus versos. Hubiera estado de acuerdo con este premio», dijo María España. Carlos Aganzo, director de El Norte de Castilla, recordó la lista de «libros importantes» reconocidos con este galardón. «En 2011, Las cuatro esquinas, de Longares: en 2012, La cabeza en llamas, de Luis Mateo Díez; en 2013, En la orilla, de Chirbes, al que homenajeamos, y en 2014 Réquiem habanero por Fidel, de Juancho Armas Marcelo».

Desaprender para seguir

Desaprendizajes es una «una crítica de la vida y la cultura, la expresión de desconfianza ante lo aprendido, ante lo que se sabe y conoce y una llamada a mirarlo como un niño», explicó Aganzo. Sanz Villanueva conectó a Bonald con Machado, fijándose en uno de los pasajes del mismo El mañana efímero. «Participó en el homenaje de la generación de los 50 en Colliure en 1959, pero luego se retractó de su fe en el poeta cívico, no tanto por el tono político sino por el estilístico. En cambio rodado el tiempo, acaba volviendo a lo desaprendido y le rinde homenaje».

El crítico estableció el diálogo literario entre Bonald y Umbral, leyendo una columna del autor de Mortal y rosa sobre el Manuel de infractores y contestándole con un prólogo del poeta a dicha novela. Antes, los describió antagónicos en su forma de estar; «Umbral sentía la necesidad de hacer saber que era Umbral, mientras que Pepe es lo contrario, un hombre que procura que no se sepa quién es». El escritor vallisoletano hablaba de Bonald como «uno de los pocos indispensables», alguien que «nunca empatizó con la palabra sencilla». Por su parte el gaditano decía de Mortal y rosa que era «un diario íntimo sobre un presente desesperado» que traslucía «la pasión inconsumible por las palabras» de Umbral, quien sumó este libro «monólogo, ensayo, una elegía de al memoria».

Literatura refugio

Felipe Benítez Reyes, columnista de este diario, amigo desde «hace 40 años» de Bonald, fue el portador de sus disculpas y el emisario de su parte médico. «Está bien, dentro de poco cumple 90 años y le agotan los viajes». El novelista gaditano consideró excepcional el caso de su paisano porque «pocas trayectorias poéticas son ascendentes hasta el final. Casi todas alcanzan en un momento la plenitud y a partir de ella caen en una honrosa rutina que añade poco a nada a aquel esplendor. Hay algunos privilegiados que mantienen la excelencia sosteniendo siempre la tensión entre la variedad temática y la inquietud por los recursos estilísticos. Bonald está entre ellos. Tiene el permanente ímpetu del autor joven, mantiene su posición rebelde ante los convencionalismos y el inconformismo ante la vida. Cada libro es una investigación, sin relación con el anterior, sin patrón».

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No ha sido prolijo durante su madurez, pero en los últimos años se han ido encandelando libros con cadencia rápida. Sanz Villanueva apelaba a al coquetería de Bonald que «dice no escribir nada y luego ves los libros». Felipe lo interpretaba más en clave personal, «es su broma. Dice que escribe porque no sabría que hacer en toda la mañana. Creo su fecundidad última se debe a que la literatura se ha convertido en su consuelo, en su refugio ante la certeza de que queda poco tiempo. No hay que olvidar que es de una lucidez terrible».

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