Soldados en un frente de trincheras en la I Guerra Mundial.

La guerra que cambió la Historia

Un grupo de historiadores, coordinados por dos catedráticos de la UVA, desvelan en un libro la compleja causalidad de la I Guerra Mundial y sus efectos hasta nuestros días

ENRIQUE BERZAL

Lunes, 15 de febrero 2016, 12:49

Ni un conflicto inevitable ni una contienda con un único responsable. La Primera Guerra Mundial pudo evitarse y obedeció a una responsabilidad colectiva, fruto sin duda del complejo contexto de aquel tiempo, y que a día de hoy arroja suficientes claves como para reflexionar y descubrir su huella. Esta es una de las conclusiones que arroja el libro Causas y consecuencias de la Gran Guerra (1914-1918), cuya apostilla al título principal y su influencia en el mundo actual, cien años después dice mucho de la ambiciosa y didáctica finalidad de sus autores.

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Dirigida por los catedráticos de Historia Contemporánea de la Universidad de Valladolid Guillermo Á. Pérez Sánchez y Ricardo Martín de la Guardia, se trata de una obra coral única en su género en España, por cuanto se centra, fundamentalmente, en la compleja causalidad explicativa del conflicto, pero también en sus determinantes consecuencias. Porque la Gran Guerra, en efecto, trastocó con creces el mapa de Europa derrocando imperios y alumbrando nuevas naciones, introdujo cambios económicos de largo impacto, provocó importantes transformaciones culturales y socio-mentales y avanzó un sistema de relaciones internacionales comprometido con la resolución de conflictos a escala mundial.

La razón de ser de esta obra, coral en su confección, hay que buscarla en el programa de conferencias impartido durante el curso 2014-2015 en la Universidad Popular de Burgos, institución que ha corrido a cargo de su edición y publicación. «En nueve sesiones abordamos todos los aspectos que aparecen en el libro, que a la postre configuran la base explicativa del conflicto», señala Pérez Sánchez, quien insiste en la calidad de los diez autores que firman los textos: «El lector puede encontrar a historiadores de prestigio como Luis Togores o Salvador Forner, expertos en cuestiones de historia económica como Donato Fernández Navarrete y en relaciones internacionales como Carlos Echevarría, y también a periodistas como Pilar Bernal».

El resultado es un curioso mosaico de aspectos interrelacionados que van desde la compleja maraña de causas del conflicto centenario hasta sus más relevantes efectos políticos, culturales, económicos, sociales y territoriales, algunos de tanta envergadura y tan larga duración que algún historiador no dudó en su día en ubicar en 1914 el origen efectivo de la Historia Contemporánea.

Con la intención última de «revisar con la mirada de nuestro tiempo todo lo que hizo posible la contienda, así como el desarrollo de la misma, cuyas consecuencias siguen repercutiendo en nuestros días», Pérez Sánchez se adentra en la enmarañada causalidad de la guerra atendiendo a las denominadas «causas profundas» (desde las rivalidades económicas y político-territoriales hasta los factores psicológicos pasando, claro está, por el intenso militarismo del momento) y a esa «causa próxima» en la que confluyó, de manera trágica, el nacionalismo exacerbado de los estados eslavos del sur: el asesinato en Sarajevo, el 28 de junio de 1914, del archiduque Francisco Fernando.

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Que la contienda pudo evitarse es algo que demuestra Pérez Sánchez en su capítulo, lo mismo que la responsabilidad compartida, no únicamente alemana, entre el conjunto de potencias contendientes.

Del desarrollo estrictamente militar se encarga el profesor de la Universidad CEU San Pablo Luis Togores, que después de analizar pormenorizadamente la contienda desde los diversos frentes de batalla, concluye remarcando el relativo fracaso de los vencedores, pues si por un lado aspiraban a establecer la paz mundial, por otro impusieron tales condiciones en los tratados de paz que «sembraron la semilla de un conflicto que habría de ser aún más destructivo», en referencia a la Segunda Guerra Mundial.

Censura y manipulación

Como la Gran Guerra fue también el «primer macroexperimento de propaganda y manipulación de masas llevado a cabo en la Historia», Pilar Bernal, periodista y profesora en la Universidad Antonio de Nebrija, dedica su capítulo a relatar la intensa relación entre la contienda, la prensa y la opinión pública; la tremenda censura impuesta en ambos bandos, el ejercicio de la propaganda en el moderno sentido de evitar, mediante un incesante bombardeo de soflamas y relatos no siempre ciertos, que el individuo recupere el control de su propio pensamiento, y el análisis de octavillas, carteles y panfletos construyen un capítulo que tampoco olvida el intenso debate periodístico generado en España entre partidarios de ambos bandos, aliadófilos y germanófilos.

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Dos elementos clave en la resolución de la guerra como fueron el Tratado de Versalles, con sus polémicas cláusulas económicas y territoriales, y la creación de la Sociedad de Naciones, son abordados por el profesor de la Universidad Popular de Burgos Javier E. González del Olmo, quien incide en lo lesivo que fue el primero para Alemania (perdió el 13 % de su territorio y se le impuso una multa de 132.000 millones de marcos oro) y el bienintencionado, pero a la postre fracasado, proyecto de asegurar la paz mundial que supuso la creación de aquel pionero organismo internacional.

Claro que entre las consecuencias más determinantes de la contienda, si no la que más, debe ser considerado el nuevo mapa de Europa resultante, asunto que diseccionan con exhaustividad el catedrático Salvador Forner y la profesora Heidy Senante, ambos de la Universidad de Alicante. Su capítulo, en efecto, recoge el final de los grandes imperios (Ruso, Austro-Húngaro, Otomano), la creación de nuevos estados-nación como Polonia, Yugoslavia o Checoslovaquia, la influencia galopante de la Rusia soviética en los países de su entorno, la marcha de la nueva Turquía y esa rebelión irlandesa que derivó en la creación, en 1921, de Irlanda como estado libre dentro del Imperio británico.

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El libro no se olvida de África, continente tradicionalmente relegado en este tipo de estudios, por lo que Carlos Echevarría, profesor de Relaciones Internacionales de la UNED, se encarga de recordarnos su importancia estratégica tanto como espacio de reclutamiento y de enfrentamientos armados como, sobre todo, laboratorio de importantes transformaciones territoriales, no en vano el fin del imperio alemán de ultramar conllevó el reparto de sus colonias entre Gran Bretaña, Francia, Portugal, Bélgica y Unión Sudafricana. Las devastadoras consecuencias demográficas (10 millones de muertos y 30 de heridos), económicas (un coste total de más de 200.000 millones de dólares) y en materia de infraestructura física y técnica las enlaza Donato Fernández Navarrete, catedrático de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid, con el fin de la hegemonía mundial europea en beneficio de Estados Unidos y Japón, y, muy especialmente, con el nuevo paradigma económico que supuso la caducidad del modelo liberal clásico y la emergencia de propuestas intervencionistas de base mayoritariamente keynesiana.

Experto en desentrañar aspectos aparentemente imperceptibles pero de enorme calado social, José Ramón Díez Espinosa, profesor de la Universidad de Valladolid, firma un capítulo sobre el cambio político y cultural que da qué pensar. No ya por el efímero triunfo de la democracia una vez finalizada la guerra en apenas 20 años solo cinco países lograrían escapar a la deriva autoritaria, sino sobre todo por la profunda modificación que se operó en el terreo del pensamiento. En efecto, producto en buena medida de lo vivido en cuatro años de destrucción fueron el pesimismo intelectual que invadió a escritores de renombre, la irrupción de las vanguardias con sus fuertes dosis de vitalismo e irracionalidad, la omnipresencia de las masas y la uniformidad de los repertorios vitales, aspecto este último que remite a la colonización americana de los estilos de vida europeos.

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Finalmente, el catedrático de la UVA y codirector del libro, Ricardo Martín de la Guardia, firma una breve nota sobre la Generación española del 14 que remite a la pugna dialéctica, en buena medida periodística, entre aliadófilos y germanófilos, al tiempo que estaca la figura de Eugenio DOrs, magistral en su «búsqueda permanente de fuentes culturales abarcadoras de la realidad catalana, española, europea y americana», y gran defensor, junto a Ortega y Gasset, de la naturaleza profundamente europea de nuestro país.

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