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El escritor Luis Landero.

Luis Landero: «Todos vamos de la vida al cuento... y del cuento a la vida»

El escritor mantiene un encuentro con sus lectores organizado por la biblioteca pública de Tudela de Duero

Víctor Vela

Lunes, 18 de mayo 2015, 12:51

Defiende Luis Landero (Alburquerque, 1948) que la literatura que es otro modo de llamar a la vida- es una mezcla del espíritu que mueve a Don Quijote y de los motivos que embarcan a Simbad el marino. Todos vamos de la vida al cuento y del cuento a la vida, dice el escritor durante el encuentro mantenido en Tudela de Duero con los lectores de la biblioteca municipal. Sibad el marino va de la vida al cuento. Vive y luego construye un relato. Don Quijote, en cambio, se educa en una biblioteca y, llegado el momento, decir salir al camino para hacer real todo aquello que ha vivido en los libros. Y eso, argumenta Landero, lo viven todos los seres humanos.

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El hombre es un animal narrativo. Nos contamos historias. Parece que hasta que no contamos aquello que nos ha ocurrido no cerramos la experiencia vital. Pero es que además cuando recontamos nos contamos el pasado. Y cuando soñamos, nos contamos la vida desde otro punto de vista, quizá con otro significado. Por eso vamos a lo vivido a lo contado. Y, al revés, también a veces lo que nos han contado queremos convertirlo en parte de nuestra vida. A mí me ocurría con el cine, con las películas de Bogart. Cuando salía de la sala, lo hacía con las solapas del abrigo levantadas por si me cruzaba con alguna chica, rememora.

Landero se ha acercado hasta Tudela de Duero para mantener una charla con sus lectoras y compartir vidas y cuentos, hechos de quijotes, para también de marinos como Simbad. Lo hace además con el colchón de su último libro El balcón en invierno, su obra más autobiográfica, donde su padre adquiere un papel vital en la trama.

En realidad, mi padre está presente en todos mis libros, desvela Landero. La muerte de mi padre fue uno de los actos más importantes de mi vida. Y para mí contarlo en este libro, sin alardes, sin tremendismos, ha sido casi una liberación. En cierto modo, reconoce, la obra le ha servido para reconciliarse con su padre. Nuestra relación nunca fue de las mejores, cargó sobre mi una responsabilidad demasiado grande. La primera pregunta suya que recuerdo, yo debería tener cinco años, es qué quería ser de mayor. El me decía que médico, abogado Sufrí por su parte un cierto acoso en este sentido que me hizo ser todo lo contrario, un mal estudiante A mí me gustaban las motos, el cine, el tabaco rubio americano. Cuando mi padre murió, y yo tenía 16 años, nos llevábamos como el perro y el gato. Y después, con los años, llegué a comprender lo que mi padre quería de mí. Y muchas veces he pensado que quizá, con el tiempo, nos habríamos entendido aunque le habría echado una bronca por el modo en que me intentó educar.

Landero, que se descubrió sin barreras ante los lectores tudelanos, tuvo también palabras para su madre. Todavía vive, con sus 97 años, sus dos cañas en la comida y, para rematarlo, el chupito de whisky. Mi madre ha sido siempre una mujer abnegada. Nunca fue a la escuela, pero es una mujer muy lista. Costurera, nos sacó a todos adelante. Nunca la he visto enfadada, siempre se fija en el aldo bueno de las cosas, todo lo contrario que mi padre, resume Landero, quien aludió también a la figura de su abuela Francisca, una mujer del campo. Era analfabeta, pero también una biblioteca andante que sabía relatos, romances, poesías, adivinanzas y canciones y además cantaba muy bien. Y gracias a ella me llegó la voz de sus mayores.

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Una herencia literaria que todavía late y se traslada a su obra, con un mimo por palabras que en algunos casos parecen amenazadas, a punto de desaparecer. Durante la charla con los lectores tudelanos, Landero y sus seguidores pudieron recordar algunos vocablos, como ese perro de careo que salió durante la charla.

Esa figura de su padre, de su madre e incluso de su abuela está recogida en este libro. Ese homenaje a una generación que las pasó putas. Vivieron la guerra, la posguerra y prosperaron de forma abnegada. Tuvieron que renunciar a muchos de sus proyectos de vida para sobrevivir. Tuvieron que trabajar duramente para sacar adelante a su familia. Su obra somos sus hijos. Parece una generación olvidada, una generación gris que sacó este país adelante.

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La responsable de la biblioteca de Tudela de Duero, Chelo Sanz, fue la encargada de presentar y conducir un acto en el que Landero aludió a esos balcones que aparecen en el título de la novela. El balcón es un lugar ambiguo porque cuando estamos en él no sabemos si nos encontramos fuera o dentro de casa. Si estamos o no en la calle. Un notario dirá que es parte de la vivienda, pero ahí también estás expuesto a la curiosidad pública. No estamos ni del todo en lo público ni del todo en lo privado. Ni a resguardo ni a la intemperie. Creo que simboliza bien las incertidumbres de las personas.

Y además, el autor de Juegos de la edad tardía destripó alguna de sus manías de escritor. Por ejemplo, que precisamente escribe junto a un balcón. Ahí suelo ver la vida, pasar a los niños, el hablar de la gente, el ir y venir, el trajín de los coches. Y cuando miro todo eso pienso: ¿Qué hago yo aquí escribiendo si la vida está ahí afuera? Pero cuando soy yo el que está afuera, muchas veces me digo: ¿Y qué hago yo aquí, que no estoy escribiendo?. Esta sensación, defendió Landero, es tan propia del ser humano que nos hace animales inmersos en la permanente insatisfacción.

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A preguntas de los tudelanos, Landero explicó que el objetivo de su libro era contar algunas cosas fundamentales de su vida. Quería preguntarme por qué he llegado a ser escritor, cuando vengo de una familia de campesinos, cuando en mi casa no había libros. Pensé que ahora, por fin, había llegado el momento de escribir eso que estaba flotando en mi universo imaginario. El resultado es este El balcón en invierno, que Landero entiende que quizá sea el final de una etapa. Ahora quisiera escribir algo distinto a lo que he escrito hasta ahora y estoy embarcado en ello, pero no sé si lo conseguiré. Me temo que estoy condenado a ser yo mismo.

Y se define como un escritor sedentario. Porque entiende que hay dos tipos de narradores: los nómadas y los sedentarios. Los primeros (en los que sitúa, por ejemplo, a Vargas Llosa) son aquellos que pueden escribir no importa el qué, cualquier cosa les sirve. Poner hay otros escritores que estamos condenados a moler siempre el mismo grano y sabemos que siempre escribimos el mismo libro. En su caso, la rueda gira en torno al afán, el tedio, las personas humildes con grandes sueños. Eso aparece aunque no quiera en mis novelas. Hasta ahora he sido sedentario, pero me gustaría ser nómada.

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Landero defendió además la originalidad que hay en todo ser humano: Todos somos distintos. Y en todos nosotros está la semilla de la originalidad. De nosotros depende que esa semilla fructifique o simplemente se agoste ¿Cómo se consigue eso? Como todo en la vida, con esfuerzo. Para saber lo que somos necesitamos soledad, recogimiento, pensar y escribir. El asombro se entrena, dice. La imaginación se entrena. También el extrañamiento, la curiosidad. Un escritor es alguien que prolonga su infancia, esa etapa en la que todo nos asombra. Y deberíamos hacerlo todos. No perder la curiosidad. Investigar, leer. Vivir y conocer el mundo de primera mano para conocer las cosas y tener opiniones propias. En estos tiempos es muy difícil. Por eso la gente no tiene opiniones propias. Para ello se necesita tiempo, recogimiento, reflexión. Ahora parece que vamos a un supermercado en el que compramos ideas como botes de tomate. Cualquiera nos sirve. Y remacha: El peor enemigo del conocimiento es la costumbre. El mundo hay que reescribirlo todos los días.

Y sumado a esto incluye no solo la voluntad de pensar sino también de soñar. El hombre es una máquina de soñar. Y hace proyectos que luego puede recuperar con la amargura de no haberlos cumplido. Esa es la semilla de la inmortalidad: seguir soñando. Aunque soñemos por encima de nuestras posibilidades, asegura. La gente feliz no necesita esos sueños porque ya lo tiene todo. Por eso el arte siempre nace dede la insatisfacción. Eso sí, Landero insiste: Lo peor es cuando no se intenta. Casi todas las aventuras salen mal pero eso no nos convierte en fracasados.

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El acto, celebrado en el salón de plenos del Ayuntamiento de Tudela de Duero, concluyó con el sorteo de cuatro libros del autor y con la firma de ejemplares de la obra de Landero a sus lectores tudelanos, quienes le recordaron que uno de sus libros 'Caballeros de fortuna' fue una de las primeras lecturas obligadas de los alumnos del instituto Río Duero, en la clase de literatura del curso 1994-1995".

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