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Luis Landero muestra su lado más íntimo en ‘El balcón en invierno’

Luis Landero muestra su lado más íntimo en ‘El balcón en invierno’

El escritor repasa una parte su vida en un libro que presentó en la librería Oletvm en un coloquio con Yolanda Izard

Alfredo Gómez

Jueves, 6 de noviembre 2014, 20:09

Traducido a varias lenguas, Luis Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española y un habitual en recibir premios y galardones por sus obras. En la última, recurre a los recuerdos del primer tercio de su vida «hasta que cumplí los 21 años de edad» y muestra los recuerdos que le acompañaron. Ayer presentó El balcón en invierno, en un animado coloquio junto a la también escritora, y colaboradora de El Norte de Castilla, Yolanda Izard, que hizo la presentación del autor extremeño.

El libro se convierte en la narración emocionante de una infancia en una familia de labradores en Alburquerque (Extremadura), y una adolescencia en el madrileño barrio de la Prosperidad. Es también el relato, a veces de una implacable sinceridad, otras chusco y humorístico, de por qué oscuros designios del azar un chico de una familia donde apenas había un libro logra encontrarse con la literatura y ser escritor.

«Siempre que escribes te muestras como eres, tanto si es en ficción como si escribes algo autobiográfico como puede ser este libro El balcón en invierno», asegura Luis Landero, que no se siente a gusto cuando califican su obra con un desnudo espiritual, aunque está de acuerdo en que expone intimidad y desgarro en esta obra.

«He tratado de reflejar un parte de mi vida, a través de unas palabras que han ido saliendo solas, prácticamente el libro se ha escrito solo», afirma Luis Landero.

En El balcón en invierno también describe las vicisitudes laborales en comercios, talleres y oficinas, mientras estudia en academias nocturnas, empeñado en ser un hombre de provecho. Pero dispuesto a tirarlo todo por la borda para ser guitarrista, y vivir como artista. Y en ese universo familiar de los descendientes de hojalateros, surge un divertidísimo e inagotable caudal de historias y anécdotas en el que se reconoce la historia reciente.

«Ahora estoy en barbecho, esperando el momento de coger la pluma y esperar a que salgan las palabras. Y también esperando que las musas se acuerden de mi».

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