La banda sonora del dibujante Cavolo

El artista salmantino publica ‘Historia ilustrada de la música’, una síntesis de sus obras preferidas

Victoria M. Niño

Lunes, 30 de junio 2014, 12:06

Sus dibujos están en carteles, camisetas, tablas de surf, libros. El estilo de Ricardo Cavolo, colorido, barroco y simbolista, es fácilmente reconocible. Pero no fueron sus ilustraciones lo que llamó la atención del editor en el caso que nos ocupa, sino una hora de música. El salmantino fue invitado por Radio 3 a pinchar durante una hora y el responsable de Lunwerg quiso llevar esa selección musical al papel. De esa propuesta surge Historia ilustrada de la música. 100 artistas sin los que no podría vivir.

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«Siempre me interesó la música, intenté tocar pero como no sabía, me acompañó en el trabajo y en la vida diaria. Fue mi padre el que me inculcó ese gusto y me convertí en un oyente activo, que busca, que descubre», explica Cavolo desde Gran Bretaña, donde se mudó por una racha de trabajo «aunque ahora tengo más trabajo en España».

No ha querido hacer ningún canon, los cien elegidos son músicos que están con él por razones personales. Eso es lo que explica al lado del retrato, en caligrafía mayúscula, son sus tachones incluidos. «Quería que fuera muy directo, lo que diría a un amigo tomando una caña, como un diario en el que prima la sinceridad sobre la corrección». En cuanto a su plasmación gráfica, «me interesa mucho el retrato y me complico tanto que no necesito más para trabajar. Me gusta estructurar el dibujo en torno a la anatomía humana y añado símbolos relacionados con el personaje». Y con cada texto y retrato, el efecto que esa música produce en Cavolo reflejado en otro dibujo.

En la estela de Frida Kahlo

Los colores vivos y la acumulación de señales y signos recuerda a Frida Kahlo. «Siempre me gustó, algo debo tener de ella porque me lo dicen, pero no es un modelo estilístico para mí. Ella lo hizo antes y mejor. En cuanto a los colores, aprovecho siempre las posibilidades del medio en función del mensaje. Lo primero para mí es lo que quiero contar y luego me adapto al medio, lo uso en función de esa premisa».

Precisamente de todo ello hablará en el taller que impartirá la segunda semana de julio en Ilustratour en Valladolid. «Soy muy repetitivo así que trabajaremos sobre el retrato, sobre lo simbólico a la hora de narrar. En la segunda parte disponemos de una gran pared para que cada uno cuelgue su retrato».

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Aunque hizo Bellas Artes en su ciudad con la intención de dibujar para niños, un trabajo para el Circo del Sol le empujó a un territorio que no consideró antes, el de la publicidad, la cartelería, las portadas. Solo le gusta atarse a su conciencia así que trabaja con un par de galerías en Reino Unido pero no tiene contrato con ninguna. No descarta retomar la idea de la ilustración infantil. De momento dibuja «para los adultos».

En cuanto a la selección musical de Cavolo, quien empezara escuchando música con su padre reconoce que la balanza de descubrimientos oscila ya su favor. Comienza con Bach, «para aprobar y trabajar». Para dibujar codo con codo con su padre, La pasión segúnSan Mateo, desde entonces «Bach me ha servido para concentrarme y trabajar». En cambio con Mozart, el ocurre lo contrario «con él no puedo hacer nada más que atenderle». Uno de los discos que más ha escuchado su Réquiem. Después de Mozart, el blues de Charlie Patton, «casi tribal». Con la Carter Family declara su fascinación por la cultura estadounidense. «Los Carter me hacen añorar lo que no conocí ni de lejos». Con el guitarrista Django Reinhardt y con la banda de Goran Bregovic pone de manifiesto su gusto por la música de raíz gitana, nómada, a la que le unen lazos familiares.

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Al blues le sucede el country de Hank Williams. La cinta de su padre que «buscaba desesperado de pequeño era de Muddy Waters». Sostiene Cavolo que con su música «el hombre es más hombre, la mujer más mujer, el sol es más sol y todo es más sencillo».

Jacques Brel le hace llorar cada vez que escucha Amsterdam y la mercadotecnia que rodeó a Elvis no le impide reconocer su que «a pesar de ser un producto, era genial».

Johhny Cash es su favorito oficial y le dedica dos entradas que abordan dos momentos de su vida, esa que pudo dedicar a lo quería «cantar a pesar de los golpes». Si fuera chica Cavolo se hubiera enamorado de Buddy-Holly. El doo wop adolescente de los cincuenta, la guitarra de Link Wray, la voz de Sinatra, el aire surfero de The Belairs, nos llevan a Dylan. Cavolo se autoanaliza a través del cantante folk.

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Agradece «todo» a los Beatles, más en su primera etapa. Fue la banda que le abrió la puerta de la avidez musical, de la búsqueda. Y los Rolling le acompañaron desde la cuna, y eso que reconoce que «en casa hemos sido punkies», unidos por los Sex Pistols. Bandas y bandas se suceden en los setenta del recuento del dibujante.

Descubrió tarde a la Velvet Underground, pero una vez conocida «es como una droga, no te puedes despegar». Los Ramones le demostraron que tenía un hermano gemelo y con ellos se hizo mayor. Del rock al punk y viceversa, se va acercando a su tiempo. Solo un nombre con aire español, aunque nacido en Francia, Manu Chao y su Mano Negra, para volver a la senda anglosajona, «es una cuestión de conexión», dice. El «trance primitivo» en el que entra con Sepultura le llevan a Nirvana, «fui adolescente en los noventa», se justifica. Le gustaron los Smashing Pumpkies a pesar de conocerlos «en los 40 principales» por lo mucho que vendían y Weezer es «la banda» de su vida.

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