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Victoria Martín Niño
Jueves, 5 de junio 2014, 08:31
Aunque confesó que la voz no era su fuerte, su tono, su cadencia, cautivó al público del Aula de Cultura. La poeta Raquel Lanseros leyó una decena de poemas de su último libro, Las pequeñas espinas son pequeñas (Hiperión) en la Casa de Cervantes y mostró la seducción de su palabra.
Fue presentada por Carlos Aganzo, director de El Norte de Castilla, quien ve en este poemario galardonado con el Premio Jaén de Poesía algunas de las constantes de Lanseros y los triunfos que acompañan la experiencia y la edad. Aganzo animó a su lectura porque «nos ayuda a descifrar la vida, a mirar las cosas de una manera diferente, quizá la poesía sea eso. Es un libro de la emoción, del amor y el desamor. Frente a otros poemarios de Raquel, en este aparece mucho la luz, la reafirmación de la vida frente a la muerte. Está presente el tema del tiempo y su relativismo. Quizá sea su libro más desnudo, en el que más aparece su alma a solas y defiende la poesía, todo esto sucede porque tiene la herramienta de la palabra».
Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, 1973) es una poeta de bachillerato leonés y frecuentadora del territorio anglosajón, en su geografía, en su filología y en los autores a los que ha traducido. Profesora de instituto en excedencia, con seis poemarios en su haber, demuestra ante el respetable el sentido de «interpretar su obra, su instrumento», que decía recientemente Joan Margarit.
Comenzó con el poema Contigo, la palabra que ella votó en aquella encuesta panhispana para elegir el vocablo más popular entre los quinientos millones de hablantes. «Ganó Querétaro, nombre de una ciudad de México, no en vano uno de cada cinco hispanohablantes es mexicano». Y_arrancó su voz de débil sonoridad, demandante de un silencio que es difícil negarle. «La verdad no está en nadie/quizá las palabras pudieran engendrarla». En ese intento se condujo la trovadora.
Admiradora de Bécquer, a quien evoca con frecuencia, recoge de una de sus rimas la «resistencia al cálculo»_que da título a otro de sus poemas. Numancia, Tenochtitlán, Troya, son destinos de contumaz valor frente a la razón, a la lógica, como la poesía, sostiene Lansaros.
Propósito de enmienda es una confesión, una autoinculpación de «toda humana falta» que dañe a su ser querido. El tiempo señorea en un poema que parte de la canción de Serrat Hace 20 años que tengo 20 años y Lanseros relaciona su edad con la de Pavese, Pizarnik o Whitman. En la medianía de la vida, la que Dante elige para escribir su Divina comedia, Raquel, como Klimt cuando recoge el testigo de sus maestros, habla de las tres edades, de las tres mujeres, de los tres hombres que amarán, de una idéntica y distinta protagonista, que probará por igual «el jazmín y la cicuta».
La autora de Los ojos de la niebla conoce a ciertos ángeles y al calor de uno de ellos se pregunta cómo no morir, cómo vivir eternamente, quizá «en la memoria». En su memoria personal brillan los adultos que marcaron su infancia. A uno de ellos, residente en la zona de Sanabria le dedica Carballeda, el poema en el que aparece el verso que da título al poemario: «Duele el dolor/ pero si uno es valiente/ las pequeñas espinas son pequeñas».
Vídeopoema
Conocedora de los erráticos devenires de los nombres de las asignaturas, prefiere permanecer en la clásica Aritmética y jugar con el verbo ser. Por su parte, el tiempo estival relacionado con las moscas «que creemos tan ibéricas» le llevó a escribir sobre una de ellas y la tentación de «acallar su existencia» cuando en un rapto de lucidez, se vio ella como la mosca, y su mano como el tiempo. Lanseros terminó la lectura con el poema Hacia la luz, un canto al amor que permite la «momentánea eternidad».
Admira la imaginación, «motor transformador del mundo», y reconoce las raras veces «que uno escribe como al dictado. Más bien tienes una idea, una emoción, una intuición, escribes un par de versos casi seguidos y todo lo demás sale a base de tirar esforzadamente del hilo. A veces se queda en conato de poema».
La «hermana pobre de la literatura, la abandonada de las librerías, la loca de la casa, todo eso es la poesía pero también inmortal. Fíjense que algo con tan poco poder como la poesía, algo tan inocuo es sistemáticamente perseguida por los totalitarismos. Así que no será tan poco útil la palabra cuando puede mover conciencias». Carlos Aganzo y Esperanza Ortega, colaboradora de El Norte y presente entre el público, abundaron en la excepcionalidad del verso, en su vigencia y su resguardo al paso del tiempo y los modismos, frente a otras disciplinas literarias. Un poema visual convertido en vídeo y protagonizado por Lanseros puso fin a otra sesión poética del Aula de Cultura.
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