Antonio Colinas (La Bañeza, 1946) ha publicado casi un centenar de libros y es uno de los poetas más laureados del país: ha ganado el premio iberoamericano Reina Sofía, el Teresa de Ávila, el internacional Carlo Betocci, dos Nacionales y otros dos de la Crítica ... de Castilla y León y unos cuantos más. Con voz clara y conversación pausada, el autor de 'Tratados de armonía' habla del valor de la poesía en un mundo en el que la experiencia física de las cosas se sustituye por la virtual. Este es tiempo de modas y mercantilismo, en un ámbito, el literario, dice, «donde todo funciona por grupos de poder». En un café situado a la sombra de la Torre del Aire, muy cerca de su casa en Salamanca, va desgranando asuntos que le afectan personalmente junto a otros que se relacionan con la poesía y, en definitiva, con la vida. Y con los refugios a los que retirarse para disfrutar de la belleza más pura y olvidar el ruido exterior. El cielo es de un azul sin mácula cuando el poeta posa frente al convento de San Esteban, uno de los rincones más hermosos de la ciudad. «Cite de alguna manera a Bach», pide al despedirse.
- Adorno dijo que no se puede escribir poesía después de Auschwitz y, más cerca, Gabriel Celaya aseguró que la poesía es un arma cargada de futuro. ¿Qué opina Antonio Colinas?
- Después de Auschwitz ha habido poesía y la seguirá habiendo. Está con los seres humanos al menos desde el siglo XX adC y ha habido muchas catástrofes a partir de entonces. Cada poeta, en su tiempo, tiene su voz y va planteando sus versos contra corriente.
- ¿La poesía transmitida en muchos casos a través de las redes sociales tiene hoy el mismo papel que antes?
- Hablamos de otra poesía, muy subordinada a esos medios, que tienen su parte positiva. Internet ha acabado con la idea de la gran ciudad como centro literario. Pero eso también nos lleva a una mixtificación. Hoy la poesía tiene mayor difusión pero en muchos casos esta poesía con tantos seguidores es más un producto que de un fruto. Un fruto es el resultado de una maduración. Lo otro llega mucho pero ética y estéticamente es otra cosa.
- Y parece un género muy juvenil: por los creadores y por quienes la leen.
- Es una poesía atmosféricamente de adolescencia o juventud, levemente sentimental, cercana a lo cotidiano. En cambio, la poesía hasta ahora se ha ocupado de temas más graves. Por eso llega cuando no sirven otros lenguajes.
- ¿Quizá por eso es frecuente que los recitales poéticos hoy vayan acompañados por música o se hagan en museos?
- Siempre he sido partidario del diálogo de la poesía con otras artes. En mi generación, que es la de los 'novísimos', ya sucedía. Ahora hay una sintonía más epidérmica. Aunque también hay poetas jóvenes muy valiosos, y muchas mujeres entre ellos.
Poesía para un nuevo mundo
- ¿Qué aporta la poesía en un mundo tan visual y en el que además la capacidad de concentración en un texto desciende?
- La poesía es fruto de una fusión ideal entre sentimiento y pensamiento. De ahí lo que antes comentaba sobre que suele decirse que donde no llega el filósofo llega el poeta. Vivimos el combate de la imagen con la palabra pero confío en que el libro siga siendo universal y permanente. Y el 'ebook' es un buen archivo, pero no me veo con uno leyendo a Cervantes.
Peligro de la lírica
«El poeta ha padecido la Historia y las ideologías extremas»
- Poesía y vida van unidos, ha dicho usted muchas veces. Pero la vida es hoy cada vez más digital: estamos muchas horas mirando pantallas y relacionándonos a través de ellas. ¿Cómo va a surgir la poesía de ahí?
- El poema está muy lejos de ser una fotografía: tiene ritmo, rima, debe ser una palabra nueva. Por eso, el poeta no tiene por qué competir con ningún tipo de realismo. Un libro de poemas puede leerse por el final, o leer un solo poema, o un solo verso. Es un microcosmos, una granada llena de semillas, de granos, que son los versos. A veces, palabras muy simples nos lanzan a un mundo. Estoy pensando ahora en lo que escribió (el premio Nobel) Seferis: «Amor, serena morada del hombre». El verso tiene el don del fulgor.
- Un poeta ha sido siempre un 'outsider'. ¿Lo es más o menos en este tiempo?
- Probablemente más. En tiempos, la poesía ha ido muy unida a los sentimientos. Ahora tiene que luchar con esos otros medios poderosos. Por eso hoy más que nunca es palabra contra corriente. La poesía es como esa semilla evangélica que da lugar a un árbol con muchos frutos. Está en lucha contra el mercantilismo, las modas, lo novedoso, la literatura que se impone.
- ¿Qué es, entonces, ser poeta?
- Ser poeta es una manera peculiar de estar en el mundo. Porque la poesía es más que un género literario; es un género unido a los seres humanos, a su esencia. Todas las grandes civilizaciones han tenido poesía mística, por ejemplo. El misterio es lo que desconocemos y que el poeta busca con palabras. Por eso el poeta ha padecido la Historia y las ideologías extremas.
- ¿Usted se siente más libre en la poesía, el ensayo o la narrativa?
- Soy un poeta que ha escrito en varios géneros. Eso incluye narrativa, libros de viajes, ensayo, traducciones... La poesía es el sustento de todo eso. Y cuando he traducido casi todo ha sido poesía, en especial Leopardi y Quasimodo.
- Y ha escrito mucho.
- Lo he hecho cuando pensaba que debía hacerlo. Hace unos meses, hablando con alguien que ha estudiado mi obra, me sorprendió saber que he escrito casi un centenar de libros. Algunos muy íntimos y otros de temas mucho más ligeros: de viajes, sobre ciudades...
- A los críticos no les gustan los autores muy prolíficos.
- Todo es un poco verdadero y un poco falso. Cada autor tiene su voz y su ritmo. San Juan de la Cruz dejó pocos versos, pero maravillosos. Pablo Neruda fue un poeta torrencial, y en su poesía se encuentran versos bellísimos y otros de un nivel inferior de calidad. A veces algún crítico dice de algún libro mío que «está bien pero siempre es Colinas» como para sugerir que me repito. Yo considero que tengo etapas bien diferentes aunque en todas esté mi voz. Lorca podría haber escrito mucho y tenía una voz muy definida y reconocible.
Grupos de presión
«Soy independiente radical, que es el estado ideal si te lo puedes permitir»
- Suele decir que escribe por no gritar. ¿Qué gritaría hoy?
- Sobre temas muy duros sin resolver. Por ejemplo, la no pensión de los escritores que hemos sido autónomos y estamos jubilados. Reverte llevó a juicio a la Seguridad Social y ganó, pero la Seguridad Social recurrió. A mí prácticamente me ha suprimido la pensión y he estado 50 o 60 años sirviendo a la cultura. Es una situación que no se da en otros países. Dicho eso, gritaría por temas más generales.
- ¿Cómo cuáles?
- He escrito sobre las pateras, para decir que la gente debería recibir ayuda en su tierra, en vez de estar sometida al mercadeo. También sobre la guerra. El ser humano no aprende. No entiendo esta carrera armamentística. No entiendo esa contradicción entre la guerra y la aspiración hacia temas superiores.
- Desde la Transición, los presidentes de Gobierno suelen invitar a artistas y creadores a comer en la Moncloa para hablar de cultura. ¿A usted cuántas veces lo han invitado?
- He estado dos o tres veces, pero en ningún caso en una de esas reuniones de las que me habla. Una vez fui como integrante de un grupo y otra porque el presidente de entonces era lector mío y me enseñó la biblioteca. Soy independiente radical, que es el estado ideal si te lo puedes permitir. En el mundo literario todo funciona por grupos de poder, hay guerra de guerrillas. Yo soy muy mayor y no voy a entrar en eso.
El olvido de los grandes
- ¿La sociedad española es justa con las grandes figuras culturales del país? Lo pregunto porque Vicente Aleixandre y María Zambrano fueron sus maestros y ambos están prácticamente olvidados.
- Lo de Aleixandre es inexplicable porque ha desaparecido tras recibir el Nobel. María Zambrano es un caso distinto: hay dos 'zambranos', una es la republicana y otra la discípula de Ortega. Yo he aportado una tercera: la de sus amigos los poetas. Ambos están en una semicatacumba. Ahora vende lo novedoso unido a lo publicitario, lo impuesto y unido al 'famoseo'.
Envejecer
«El paso del tiempo es terrible y no perdona»
- ¿Un poeta escribe hoy pensando en la inmortalidad o eso se acabó ya hace tiempo?
- Yo creo en el instante. El pasado está muerto y el futuro no existe, parafraseando a Machado. La poesía es la plenitud del ser. Y desde esa perspectiva, la inmortalidad pasa a segundo plano. El paso del tiempo es terrible y no perdona. Aleixandre decía que antes había un centenar de poetas conocidísimos... de los que hoy nadie habla. A veces pensamos si no estaremos perdiendo el tiempo y deberíamos leer a Thomas Mann, Lampedusa o Stendhal...
- Por cierto, ¿debemos leer también a grandes poetas aunque no fueran buenas personas? Usted citaba antes a Neruda, que no tuvo un comportamiento personal ejemplar.
- Aún más, el Neruda que admiramos tiene una oda a Stalin. Y algo parecido sucede con Alberti. Quien esté libre de un desvarío personal que tire la primera piedra. A veces te sorprende conocer algunos hechos que han sucedido o el comportamiento de alguien pero eso es una cosa y la obra es otra.
- Ahora se mezcla todo. Mucha gente pide no leer o escuchar o ver la obra de quienes han tenido comportamientos indebidos.
- Son temas vidriosos. Lo que existe es la obra auténtica, la que pone de relieve valores humanos. Luego cada uno tendrá que responder de sus comportamientos. Sin olvidar que el ánimo del escritor también evoluciona. Pasternak tenía en su juventud ideas totalitarias y luego albergó otras más cabales. Y ya se sabe lo que sufrió por su distanciamiento del comunismo.
- En 'Letanía del ciego que ve' escribe: «Que cuando parezca que he caído,/ porque me han derribado,/solo esté arrodillándome en mi centro (...) Que si hay enfermedad sirva para curarme (...) Que si insiste la muerte,/ que si avanza la edad, y todo y todos/ a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa,/ me venza el mundo al fin en esa luz/ que restalla». ¿Cuál es su estado de ánimo actual?
- Positivo, aunque sometido a la eterna dualidad. En marzo abrimos en La Bañeza la 'Casa de la Poesía' y hace unas semanas me nombraron Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca pero antes le hablaba del problema de la pensión. Siempre se busca neutralizar lo malo con la plenitud de la lectura, la música de Bach, la familia... Puedo tener muchos defectos pero he sido el que he querido ser.
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