Visto para sentencia
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Buenos argumentos ·
El cine judicial, que puede considerarse como un subgénero del negro, ha dado memorables títulosJuan Bas
Sábado, 15 de junio 2024, 08:47
Entresaco unos pocos títulos del género entre los muchos que hay. Empezaré por citar mis tres películas favoritas con juicios; es decir, las vistas judiciales tratadas como elementos esenciales de los argumentos y las tramas. Desde luego una de ellas es '¿Vencedores o vencidos?' ('Judgment ... at Nuremberg'. Stanley Kramer, 1961). Es tan buena que se le perdona a Kramer hasta el espantoso recurso del zum que emplea varias veces para una brusca aproximación a los interrogados. El guion de Abby Mann, sobre un juicio en 1948 a cuatro jueces alemanes cuyas sentencias se plegaron a las exigencias del nazismo, es de hierro y no ha perdido con los años ni fuerza ni vigencia. Contribuye mucho a la calidad del filme el reparto. A la cabeza, Spencer Tracy como el recto presidente del tribunal y en el otro extremo Burt Lancaster, el ministro de justicia arrepentido de su servicio a los nazis sin exonerarse a sí mismo de su culpa inapelable. Su discurso ante el tribunal sobre la conciencia y la aceptación del camino a la monstruosidad es uno de los grandes momentos. No quiero saltarme a Montgomery Clift y Judy Garland en sus conmovedores personajes secundarios de víctimas, a los que dotan de gravedad con sus rostros tocados por sus propias tragedias personales.
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Con Marlene Dietrich, también secundaria fascinante en la anterior, enlazo con la siguiente: 'Testigo de cargo' (Billy Wilder, 1957), donde la Dietrich despliega todo su magnetismo y belleza en la madurez al servicio de un gran personaje. No sé cuántas veces he visto la película, y cada vez es una fiesta. Basada en una obra de teatro de Agatha Christie, el juicio por asesinato con móvil económico, en el que lleva la defensa Charles Laughton como el histriónico y astuto Sir Wilfrid Robarts, es brillante. Incluso está bien Tyrone Power como el acusado. Laughton hace una sobreinterpretación que, lejos de cargar, es puro regocijo; así como el rocambolesco desenlace, que te comes encantado. Ameniza mucho la función Elsa Lanchester, la enfermera preocupada por el maltrecho corazón de Sir Wilfrid.
Y la tercera es, claro, 'Matar a un ruiseñor' (Robert Mulligan, 1962), basada en la novela de ambiente sureño escrita por Harper Lee. Gregory Peck es el abogado Atticus Finch (gran nombre), en la mejor interpretación de su larga carrera (con permiso de su capitán Ahab) encarnando a un personaje con grandeza que vemos a través de los ojos de su hija, que la va percibiendo. Atticus se encarga de la defensa de un chico negro, cuya inocencia le consta, acusado de violar a una mujer blanca y que está condenado de antemano por un jurado racista.
Otra muy buena película con juicio de esa misma época es 'Anatomía de un asesinato' (Otto Preminger, 1959). Su largo metraje de casi tres horas se sustenta muy bien en buena medida por James Stewart. Destaca a su vez la guapísima Lee Remick, que impregna a su personaje de la carga sexual necesaria para la base del caso. La segunda mitad de la película, centrada en la vista judicial, resulta excelente. Ayuda a ello George C. Scott como el fiscal adjunto. Por afinidad de título salto a una película reciente que adquirió una consideración de notabilidad que no comparto. Me refiero a 'Anatomía de una caída' (Justine Triet, 2023). Así como la primera mitad se arma bien, el juicio por sospecha de asesinato (ni siquiera hay certeza de que lo haya sido) resulta de una articulación poco creíble y por momentos absurda con las elucubraciones del fiscal. Me sorprende que en Cannes fuese premiada por mejor guion.
Todo lo contrario sucede con una película francesa también de estos años. Me refiero a 'El acusado' (Yvan Attal, 2021). El caso que se juzga, una relación sexual con dudas entre el consentimiento y el abuso, que sería violación, está lleno de matices, buenas complicaciones argumentales y caracteres de personajes que enriquecen mucho la película.
Y para terminar, dos películas de las que guardo muy buen recuerdo. 'Veredicto final' (Sidney Lumet, 1982), en la que Paul Newman interpreta a un abogado alcohólico en decadencia que tiene que rescatar del fondo del vaso su resto de sentido de la decencia. Y 'La caja de música' (Costa-Gavras, 1989). Jessica Lange defiende convencida a su padre, honrado miembro de la comunidad norteamericana desde su emigración de Hungría tras la guerra, que está acusado de haber sido un crudelísimo criminal de guerra nazi. La verdad se encuentra en unas fotografías ocultas en esa caja de música.
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