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«Cuando a la mula y a la vaca ciega trataba como a hijas consentidas, trato de mula o puerca a mí me daba», decía en su monólogo Nela, protagonista de 'La infanticida', un texto con el que Caterina Albert i Paradís (en 1898 y ... cuando tenía 29 años)ganó los Juegos Florales de Olot. Pero con un pero. El jurado consideró que su obra era «demasiado cruda e inmoral» –que la autora final fuera mujer desató polémica–, por lo que le sugirieron unos cambios que ella (que había firmado la pieza como Virgili d'Alacseal)se negó a realizar.
«Ello le llevó a replegarse sobre sí misma y a adoptar un segundo y ya definitivo pseudónimo masculino, Víctor Catalá, para poder escribir con absoluta libertad», explica Nicole D'Amonville Alegría, responsable de las traducciones de 'La púa de rastrillo' y 'Soledad', dos obras que, recuperadas, coinciden ahora en las mesas de novedades de las librerías.
La primera es una recopilación de once relatos (está incluido 'La infanticida') en los que la violencia es factor clave que atraviesa a la mayor parte de sus personajes femeninos. En el cuento que da nombre al volumen, una mujer se rebela frente a las agresiones no solo sufridas por ella (y que también padecieron su madre, su abuela...), sino que ese gesto de liberación se encamina hacia sus hijas y las generaciones posteriores.
Recurre, además, a clichés de los cuentos clásicos (la habitación cerrada que genera curiosidad, el sendero inexplorado del bosque) para reivindicar una mirada femenina libre, que solo pudo desatar al adoptar un nombre de hombre para firmar sus páginas. Jan Arimany, editor de Trotalibros (que publica su novela 'Soledad', un clásico de la literatura en catalán) reconoce las dudas que lo asaltaron a la hora de poner en portada el nombre de la autora.
¿El real o el pseudónimo? Al final ha optado por lo segundo. «Cuando su identidad ya era conocida por todo el mundo y frecuentaba a otros novelistas y poetas, a la hora de dedicar sus libros siguió utilizando su pseudónimo», explica Arimany, quien desvela que consultó a la sobrina nieta de la autora antes de la decisión final. Ella le confesó que Caterina habría preferido mantener la máscara:«Le cogió gusto al juego de utilizar este refugio».
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