'El viagra' y 'la viagra'

La edición actual tiene la consideración de versión electrónica 23.3 y recoge las modificaciones aprobadas por todas las Academias en 2019. En la primera actualización (en diciembre de 2017) hubo 3.345 modificaciones; en la segunda (diciembre de 2018), 2.451; y en la tercera (noviembre de 2019), 1.100. Cinco años desde que salió a la luz la edición en papel y casi siete mil modificaciones condenan al volumen en papel a mero adorno de estantería para un usuario exigente. Así que no es de extrañar que la institución académica regale (perdón, done, según sus palabras) ejemplares del diccionario porque no ha podido venderlos y no sabían «qué hacer con los ejemplares sobrantes», según declaró un académico a un diario nacional.

Una de las palabras nuevas que se añadieron en 2018 al diccionario es 'viagra', con el significado de 'medicamento utilizado para el tratamiento de la disfunción eréctil masculina'. En la información gramatical aparece «m. o f.», que quiere decir que la palabra 'viagra' es un nombre ambiguo en cuanto al género y puede usarse como masculino o como femenino (el viagra genérico es un poco más barato, la viagra genérica es un poco más barata).

Puede resultar llamativa la inclusión de un nombre procedente de una marca registrada, pero en los diccionarios no son infrecuentes. Es verdad que no abundan los de medicamentos: la 22.ª edición del diccionario académico solo registraba 'aspirina', 'aureomicina' y 'estovaína'; la 23.2 edición ha incluido 'viagra' y ha retirado 'estovaína' (anestésico local, menos tóxico que la cocaína, que se emplea principalmente en oftalmología y en la raquinestesia).

Lo que me resulta sorprendente es la ausencia de criterio para la inclusión de este tipo de términos referidos a medicamentos y procedentes de marcas registradas. ¿Por qué no se han registrado 'optalidón', 'valium', 'almax', 'simtron', 'adiro', 'enalapril' o 'voltarén', por poner solo algunos ejemplos? Hablemos de frecuencia de uso: podemos considerar que el optalidón, estrella indiscutible en las farmacias en los años ochenta del siglo pasado, hoy está fuera de combate; pero Adiro fue el medicamento más vendido en España en 2016 (según datos de la consultora QuintilesIMS, ahora IQVIA), seguido de Nolotil y de Enantyum. Por no hablar de la frecuencia de uso de los ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina), que se recetan para aliviar los síntomas de la depresión (citalopram, escitalopram, fluoxetina, paroxetina, sertralina, etcétera). O de los nombres de tranquilizantes (trankimazin, lexatin, tranxilium, valium, orfidal, etcétera).

Leo en una novela: «Abro la botella de Pinot Noir –el vino es más barato que la calefacción y también calienta¬¬– y una bolsa de patatas fritas: mi cena. Un lorazepam, o dos: mi postre».

No sé, la verdad, qué llevó a la inclusión de la palabra 'viagra' en el diccionario. No es un disparate, claro está, porque el diccionario está lleno de términos que proceden de marcas, un procedimiento neológico bastante habitual (ahí están 'clínex' o 'támpax', pero no 'danone', por ejemplo). Pero sí se echa de menos cierto método en la adición y supresión de términos de este tipo. A mí la inclusión de este término me huele un poco a postureo: hay más de imagen y de apariencias que de verdadera motivación. Y, como remate, la píldora anticonceptiva, sea del tipo que sea, sigue siendo «la píldora» por antonomasia. ¿Acaso el viagra (o la viagra) no es también una píldora –azul para más señas–?