E mpezó de casualidad. Corría 1986 y el estudiante de Bellas Artes de la Complutense Óscar Alvariño fue de fin de semana a casa de un amigo en Salamanca. Allí estaban modelando un blasón con el rostro de Unamuno para el concurso convocado por el ... Ayuntamiento, que quería dedicarle un medallón de la Plaza Mayor. Alvariño pidió sitio en la mesa. «No me imaginaba tomando cañas solo los dos días, así que me puse a trabajar con ellos», recuerda el madrileño. Y el forastero ganó, ante el asombro de sus anfitriones y del resto de aspirantes charros que llevaban tiempo estudiando la hirsuta barba del vasco. De la mesa y la escayola, al andamio y la piedra de Villamayor.
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«Esto no pasa en ningún otro lugar del mundo. Mis colegas de Estados Unidos o Italia alucinan, les extraña que no se haga en el taller y luego se coloque. Trabajar sobre un bien de interés cultural como se hace en Salamanca es un caso único», dice quien se ha convertido en un experto en medallones. A Unamuno le siguió Nebrija, Juan de Borbón, Alfonso XIII, Fernando VII y la IRepública. Este verano esculpirá su séptimo, el de Alfonso IX (1171-1230), el rey leonés que creó el Estudio General de Salamanca, a partir de las escuelas catedralicias, germen de la Universidad de dicha ciudad.
«No hay mucha documentación sobre este rey, solo una tabla en la que se le representa subido en un caballo, como a casi todos los nobles del momento. Lo tienes que recrear. El hiperrealismo no tiene cabida, apuesto más por la composición, por el tratamiento de la forma, por la luz en función de donde vaya a estar emplazado y por el claroscuro de la piedra». Con Unamuno pasó miedo. «Es mucha responsabilidad subirte al andamio, empezar a sacar puntos en una piedra arenisca e irregular, de poca calidad para este tipo de trabajos. Tenía 24 años, no me podía equivocar, si se rompía un trozo la liaba». Templó los nervios, dominó el pánico y se convirtió en un profesional.
Profesor de Bellas Artes de la facultad en la que estudió, en su taller alternan proyectos personales con encargos privados y escultura pública y monumental. «Es el mismo lenguaje, la misma base. Solo que cuando hago una escultura mía, que suelen ser abstractas, me quedo en un estadio anterior. En los encargos históricos ahondas en la forma. Pero es como en la música, el flamenco, el jazz o la clásica tienen un denominador común, sirven al mismo fin».
De su cincel han salido el 'Monumento al cofrade' de Valladolid, el Caballero Templario de Ponferrada o la fachada del Teatro Pérez Galdós de Las Palmas. En la Plaza Mayor de Salamanca ha trabajado a -4ºC y a 39ºC. «Son jornadas muy largas y casi cinco meses entre el trabajo de diseño, el modelo y luego in situ», recuenta para concluir que los «21.000 euros+IVA del premio no compensan». Alvariño no puede dejar de trabajar «he sacrificado todo por esto, siempre estoy pensado en la escultura». Demostrada su pericia con los medallones, «creo que ya me he ganado que Salamanca me encargue un toro, sin tener que concursar».
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