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Isabel Benito, ante su público en el Campo Grande. Carlos espeso
El vértigo de Caperucita, en familia
Discetros indispensables

El vértigo de Caperucita, en familia

Isabel Benito es la responsable de las actividades relacionadas con la lectura de las bibliotecas públicas de Valladolid

Victoria M. Niño

Valladolid

Viernes, 30 de septiembre 2022, 00:09

victoria m. niño

U n parque, una piscina, una librería, cualquier lugar se puede transformar en un escenario desde el que atrapar al público con la palabra y con un libro. Isabel Benito no busca lectores sino interlocutores. Sus preferidos, entre los 4 y los 8 años, a ser posible, con sus mayores. Este curso la pueden encontrar en las bibliotecas públicas de Valladolid.

Lleva más de dos décadas viviendo del cuento, de contarlos, de recomendarlos, de venderlos. Yen ese tiempo ha ido cambiando respecto a su materia prima, los libros. Ya no los prescribe, ya no son un fin en sí mismos sino la puerta al gimnasio de la mente y el corazón. Isabel Benito hizo una «carrera como dios manda», le decía su padre, estudió Filosofía, y en la rueda de la vida se ha reencontrado con la práctica primordial de aquel saber; preguntar, intuir, quizá responder. Por eso vuelve a los clásicos, a Caperucita roja para sentir con los niños el vértigo de un lobo que se merienda a la abuela y a quien se ponga por delante.

«Hay algo bárbaro en el hecho de comerse a la abuela. Cuando leo y cuento tengo que estar dispuesta a mostrar mis dudas», explica quien ha tenido en sus hijos al público primigenio y ha visto cómo han ido transformando los lectores. «En estos 20 años ha cambiado la manera en que los adultos tratan a los niños. Cuando yo era niña se me respetó, se me dio tiempo, preguntaban mi opinión, quizá fui muy afortunada. Ahora no se les contestan las preguntas, no se les dan tiempo. Los protegemos mucho y luego les dejamos al desamparo. Acompañar la infancia significa exponerte a sus dudas». De hecho su última aventura 'on-line' y presencial se llama 'Lecturas compartidas'. «Trabajo con la familia más que con el niño porque lo que hago se propone en un lugar de ocio no formal. Quiero que niños y adultos sean partícipes de la misma experiencia. Para el niño es importante ver y sentir la reacción de sus padres y viceversa. Si no, parece que se les ofrece cosas de segunda».

Por eso sus sesiones comienzan con la Isabel acomodadora. «Riño a los adultos porque tienden a colocar a los niños delante y ellos detrás y yo quiero que estén juntos». Luego sale la Isabel narcisa, «necesito atención plena» y una vez ganada, la Isabel seductora, la que engancha, inquiere y juega. «Ahora no hay historias compartidas en la familia, cada uno tiene su serie que ve en su dispositivo personal.Está en peligro el imaginario colectivo». Y vuelve al cuento clásico, «un tesoro que hay que aprovechar, la historia la conocen casi todos, al menos les suena. Nos permiten hablar de cosas que habitualmente no abordamos con los niños. Por ejemplo todo lo del cuerpo, –comer-cagar-follar-morir–, no se habla ni en cole ni en casa». El álbum ilustrado se convierte en «una ventana al mundo, un disfrute de belleza y de la palabra. Es un buen campo de ensayo para hacerse preguntas y leer el mundo, un lugar seguro para hablar de cosas que fuera del libro nos dan vértigo, asco, miedo. Es lo que llaman trabajar las emociones».

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