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Olivia espera que su padre le arregle la bici. No parece un deseo imposible pero pasan las semanas y no logra que le haga caso. Está ensimismado, silencioso, carga con la pesada compañía del elefante que solo la niña parece ver. Peter Carnavas cuenta en ' ... El elefante' (Nórdica) la historia de un duelo sin dramatismo y con gran delicadeza metafórica.
El abuelo es el pilar del mundo de Olivia, quien organiza la casa y borra la grisura que se cierne sobre sus habitantes. Arthur, su amigo de clase con el que comparte la espera, su perplejidad ante el mundo de los adultos y el fantasma del plantígrado que sueña con enviarlo lejos. Su colegio cumple cien años e invita a los niños a que lleven algo antiguo a clase. Su abuelo es el cómplice, con él canta, él le ha enseñado la vieja fuente de música, el tocadiscos.
Las aventuras se suceden en los días de la niña que, sin embargo, no logra atraer la atención de su padre, el hombre perseguido por su pena elefantiásica. Un día su osadía subiendo a un árbol le cuesta una caída. La angustia del abuelo adquiere forma de tortuga. Olivia ve clara la relación entre la tristeza y esos animales que quiere erradicar del entorno. Su accidente ha recordado a sus mayores el de su madre, del cual nada sabemos más allá de que es el origen de su fantasmagórico zoo.
Peter Carnavas anima a los lectores a pelear contra sus miedos, a entenderlos y sobreponerse a ellos. «Tu papá no arreglará tu bici hasta que tú no arregles a tu papa...», le dice Arthur a Olivia. Y acabar con el elefante será el objetivo de al niña, con la complicidad de su amigo y de su abuelo. El escritor australiano no hurta el sufrimiento por la pérdida de un ser querido tan importante como la madre, pero sí entona un canto a la esperanza, a la capacidad de superación en la infancia y a la importancia de hacerles partícipes del sentir de sus mayores. Las imágenes freudianas de los fantasmas que siente Olivia son dibujados por el propio Carnavas con trazo esquemático y emotivo. Un buen libro para abordar un tema espinoso.
Hábitos compartidos
Seducir, emocionarse, construir, usar herramientas, ayudarse, son algunos de los capítulos de 'Vivir. Los animales bajo una nueva mirada' (Kalandraka) y algunas de las acciones que comparten humanos y bestias. Libro nacido de la constatación etiológica, está planteado como un álbum/cuaderno de naturalista con todas las escenas dibujadas.
El pergolero pardo seduce con la decoración de su nido, el lagarto verde se vuelve marrón y los elefantes se deshacen en atenciones durante semanas. En cuestión de comunicación el conejo se expresa con olores, el cuervo hace diferentes vocalizaciones, los hipopótamos salpican agua de distinta manera según el mensaje y la ardilla grita ante el predador. Como promotores de viviendas, hormigas costureras, abejas y castores no tienen parangón. En lo referente a útiles, el sastrecillo maneja la aguja, el pulpo, el coco, y la nutria coloca una piedra plana sobre su vientre para abrir a erizos y conchas.
La suerte de tener un árbol propio
El señor Shaun está orgulloso del árbol de su jardín. Es bonito, provoca la admiración de los transeúntes y su sombra procura placeres y tertulias. Pero las hojas vuelan en los vendavales y obligan al jardinero a recogerlas constantemente. Poco a poco el protagonista vislumbra la tranquilidad de quien nada tiene que cuidar y termina por cortarlo. Lo cuentan Mireia Vidal y Neus Caamaño en 'El árbol del señor Shaun' (Thule).
Al descanso inicial le seguirá el desencanto, la soledad, ya nada es como cuando tenía el árbol en su jardín Eso sí, el señor Shaun está descansado. Ya casi había olvidado su jardín bonito cuando descubrió que algo crecía en él. Un nuevo árbol emergía de la tierra y esta vez no estaba dispuesto a perderlo.
Ilustraciones desarrolladas a partir del árbol que es una explosión de color, en un álbum para que los pequeños lectores amen a los árboles.
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