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Fernando Díaz-Pines, en el MUVA. José C. Castillo
El marcapáginas

Tres sugrencias literarias del director del Museo de la Universidad

Fernando Díaz-Pinés propone obras de Conrad, Fred Vargas y Kurt Vonnegut

Jesús Bombín

Valladolid

Viernes, 31 de mayo 2024, 20:13

Fernando Díaz-Pinés (Ceuta, 1959) es profesor titular de Proyectos Arquitectónicos de la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Valladolid, dibujante y pintor, y en la actualidad dirige el Museo de la Universidad de Valladolid (MUVa). Se confiesa adicto a la lectura, «al ... punto de sentirme enfermo si en un viaje olvido en casa los libros que esté leyendo –suelo leer dos o tres a la vez– y no paro hasta encontrar una librería en la que calmar el mono».

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Puesto en la tesitura de elegir tres títulos –«supone proponerme que cometa una injusticia flagrante»–, acepta la condición con la sensación de dejar abandonados a la intemperie a los clásicos, dice. «A Cortázar y a Borges, a Boyd y a Auster, a Roth y a Mann, a Torrente Ballester y a Murakami a Vila Matas... a Murdoch y a Tokarczuk, a Lispector, a Munro, a Berlin... y a todos mis queridos autores de ciencia ficción y fantasía, Tolkien, Lem, Bradbury, a Tevis..., de novela negra, a Camilleri, a Markaris o de novelas sobre el mar -a O'Brien-, por no mencionar la poesía, el teatro o los ensayos de historia, filosofía, arte y arquitectura...».

  • 'El corazón de las tinieblas' Abada Editores. 248 páginas.

Enfrentado a hacer tres elecciones, su primera propuesta es 'El corazón de las tinieblas', de Josep Conrad, el primer libro del que se reconoce «lector consciente más allá del puro placer de leer». A este título llegó a principios de los años setenta y a él ha vuelto en varias ocasiones, hasta el punto de coleccionar sus ediciones, «desde la versión original inglesa en un paperback de Penguin, pasando por distintas traducciones al castellano, ediciones ilustradas, cómics, películas como 'Apocalypse Now' o alguna adaptación teatral, hasta un audiolibro en inglés: que te lean con un acento perfecto es también un placer. Cada vez que la releo descubro algo nuevo.

En toda la obra de Conrad, además de su condición náutica y su agudeza y respeto hacia culturas distintas, se plantea la idea de responsabilidad individual ante los acontecimientos de la vida, el conflicto personal e íntimo en la toma de decisiones desde la a veces difícil pero siempre necesaria honestidad».

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Valora especialmente esta obra escrita a finales del siglo XIX y en la que Conrad, «a través de su protagonista, Marlow, introduce toda una serie de asuntos vitales que prologan el complejo siglo XX adelantándose al arte y la literatura de este».

  • 'Matadero cinco' Kurt Vonnegut J. r. Editorial Blackie Books. 2016 páginas.

La segunda elección literaria de Fernando Díaz-Pinés es 'Matadero cinco', de Kurt Vonnegut Jr., tras sentirse atrapado por el humor y la imaginación del escritor estadounidense. «En esta novela el autor plantea una autoficción a partir de su experiencia como prisionero de los alemanes en la segunda guerra mundial».

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Reseña el responsable del Museo de la Universidad de Valladolid que la novela, escrita en 1969, y el resto de la obra «convirtieron a Vonnegut en referente de la juventud americana. El escritor fue una figura particularmente apreciada en los campus universitarios con un mensaje que combinaba la necesidad de una bondad bien humorada, de disfrutar de la vida y las cosas hermosas que esta nos ofrece, desde un escepticismo crítico, estoico y hasta algo pesimista».

  • 'Pequeño tratado de todas las verdades sobre la existencia' Fred Vargas. Libros de la Umbría y la Solana. 132 páginas.

Su otra lectura recomendada es 'Pequeño tratado de todas las verdades sobre la existencia', de Fred Vargas. «Este pequeño libro es ajeno a la carrera literaria de Fred Vargas (seudónimo de la arqueóloga Fréderique Audoin-Rouzeau) autora de varias serie espléndidas de novela negra, al punto de que ni siquiera se publica en su editorial habitual sino en Libros de la Umbría y la Solana. El libro no se encuentra fácilmente y me consta porque lo he regalado a menudo, con gran éxito, tras haberlo leído y releído con verdadera fruición. No sé hasta que punto es autoficción o un autorretrato burlesco, diría algo cervantino, como mecanismo literario».

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Previene Díaz-Pinés de que aunque el hijo de la escritora parece ser el destinatario del libro, «en realidad establece con el lector una conversación o, más bien, una correspondencia, una carta que de tan personal casi parece que leemos un manuscrito y podemos reconocer la escritura de un amigo. La autora nos habla de relaciones personales, con las personas, con la tierra –la suya, Bretaña, París, o la que nos sostiene a todos–, desde una perspectiva a veces científica, a veces engañosamente exagerada, pero siempre teñida de humor, diría retranca. Vargas no trata tanto de transmitir una filosofía -no es un libro de autoayuda en absoluto, pero ayuda, se lo aseguro- como de demostrar la necesidad de conocer las distintas calidades de las distancias, lo cual consigue mediante una saludable iconoclastia, con una profundidad no aparente y particularmente refrescante».

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