Tecno-thriller y distopía

Algo que leemos en estas páginas no nos es ajeno; cierto que la novela tiene fecha de publicación en 2018, y a la velocidad a que se mueve la inteligencia artificial los cambios se presentan con rapidez. Si los refugiados, hasta la fecha, se circunscribían a conflictos bélicos, los «refugiados climáticos» se suman al ya candente problema de los expatriados. ¿Podremos elegir el mundo en el que queremos vivir? ¿O serán ellos, los tecnócratas, los que decidan por nosotros? Cierto que después de leer Walkaway. La vida por defecto, vislumbramos en este tecno-thriller una pequeña distopía. Podremos inmortalizarnos escaneando nuestro cerebro y con una impresora 3D, diseñar, para nuestro uso, lo que queramos, tejidos hidrófobos dopados con plata que repelen la suciedad. Podremos disponer de oxígeno de inmediato descomponiendo el hielo mediante electrolisis. Y de nuestros excrementos en huertos hidropónicos, reutilizarlos en nutritiva comida de yogur salpicado con pistachos o una bebida de tequila de líquenes y fermento nicótico vegano parecido a las lentejas. Ese mundo desolado, fungible e hipercapitalista, «pordefecto», es cuestionado por los andantes, grupo activista que prefiere el cambio de la persona en lugar del burocrático y nacionalizado mundo.

Con clara inspiración, «los aficionados plagian, los artistas roban» en el libro Un paraíso en el infierno de Rebecca Solnit (Capitán Swing), es una novela joven para jóvenes sin temor a los adultos, con un lenguaje coloquial de dicción informática y familiar en su comunicación. El desenlace, enigmático, nos lleva a no abandonar la incertidumbre y estimula su lectura. ¿Un mundo feliz? «Quod erat demonstrandum».