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Hablar de cine sobre periodismo es hablar de cine americano. De hecho, la que los propios estadounidenses presentan en los carteles como «la mejor película de la historia del cine» es una película sobre periodismo: 'Ciudadano Kane'. Daría para un ensayo comparar cómo contaron la ... guerra de Cuba, a finales del siglo XIX, los periódicos españoles y los americanos, especialmente los que eran propiedad del magnate William Randolph Hearst, el personaje real sobre el que Orson Welles construyó el inefable protagonista de su filme. Sin lugar a dudas, el modelo del periodismo anglosajón y el del periodismo español son harto diferentes.
No es casualidad que en la lista de las cien mejores películas sobre periodismo, de David Felipe Arranz, no figure ninguna española. Haberlas las hay, desde luego, pero es justo reconocer que el del periodismo ni ha sido ni es uno de los grandes temas de nuestro cine. Tampoco, en general, del europeo. Dejando aparte a los británicos, que en cierta manera siguen en el cine –y en la prensa– el modelo anglosajón; dejando aparte también a los franceses, que poseen sus propios códigos éticos, estéticos y cinematográficos, tal vez el cine italiano, presente en esta antología a través de cuatro películas, sí nos sirve para ver cómo es esa otra mirada que podríamos denominar latina, o mediterránea.
En alguna ocasión, el cine italiano ha seguido fielmente el modelo americano. Por ejemplo en 'Noticia de una violación en primera página' (1972), de Marco Bellocchio, donde los elementos principales obedecen al canon anglosajón: escándalo, ocultación del escándalo, lucha entre la libertad y el poder político. Sin embargo, lo más habitual es que la versión italiana, mediterránea, tenga otro tono. Un acento que enfatiza menos la trama narrativa del asunto y más la figura del periodista, del ser humano que está detrás del escritorio. Que identifica las contradicciones del individuo con las corruptelas, con la trastienda de la sociedad sobre la que escribe. Con menos acción y menos suspense, pero con mayor profundidad crítica.
Seguramente basta recurrir a Marcelo Mastroianni, en su encarnación del protagonista de 'Sostiene Pereira' (1996), para entenderlo. El maravilloso personaje creado por Antonio Tabucchi, que interviene en el guion de la película junto al director, Roberto Faenza, sirve por sí solo para ilustrar la oscuridad, la tristeza del Portugal de la dictadura de Salazar en la Lisboa de 1938, con la guerra incivil española al otro lado de la frontera. El viejo periodista de sucesos, al que colocan al frente de una sección de cultura dominada por las necrológicas, la mirada apolillada a las glorias del pasado y el alejamiento absoluto de la realidad, representa de una manera tan auténtica como conmovedora el fracaso de toda una generación. La generación del desasosiego de Pessoa.
Con otras mimbres, pero con este mismo sentido de situarse no en la agitación ni en el frenesí del periodismo, sino más bien en sus ruinas, rodó en 1975 Michelangelo Antonioni 'El reportero', protagonizada por Jack Nicholson y María Schneider. Esa otra cara que se encarna quizás sin duda magistralmente en la que quizás sea la más brillante de todas: 'La dolce vita' (1960), de Federico Fellini. Doce cuadros extraordinarios en los que Marcelo Mastroianni, de nuevo, da vida al cáustico cronista de las noches de juerga, escándalo y orgía de la Roma de los años cincuenta, alrededor de un esperpéntico grupo que representa todo el ingenio, toda la gracia, toda la energía del ser humano al servicio de la decadencia de una sociedad. La película, por cierto, en la que el gorrión, el pájaro que todo lo ve, con su nombre en dialecto calabrés, 'paparazzo', se incorpora al peor cliché de nuestro periodismo. La que fue ferozmente perseguida en su tiempo por el Vaticano y la democracia cristiana italiana. La que no pudo estrenarse en España hasta 1981, a causa de la censura.
Otro cine. Otro periodismo. Otra mirada. Otra vida.
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