
Soplado de vidrio, pericia ancestral
DISCRETOS INDISPENSABLES ·
El segoviano Diego Rodríguez transmite desde La Granja los secretos del oficio y lleva su encanto a las calles con un horno móvil y un espectáculo de fuego y músicaSecciones
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DISCRETOS INDISPENSABLES ·
El segoviano Diego Rodríguez transmite desde La Granja los secretos del oficio y lleva su encanto a las calles con un horno móvil y un espectáculo de fuego y músicaM aestro del vidrio, el segoviano Diego Rodríguez domina todas las técnicas del soplado, lo que le capacita para reproducir cualquier pieza tanto con molde ... como sin él. Para ello, confiesa, es preciso «tener suerte y un poquito de magia; eso y la artesanía hacen que domines este arte». Trabaja para la Real Fábrica de Cristales de La Granja, que cuenta con la biblioteca especializada en vidrio más completa de España y donde además se imparten cursos didácticos. En el taller de esta institución se elaboran reproducciones de piezas del siglo XVIII y se fabrican copas, botellas o lámparas de araña entre un amplio catálogo de objetos, tarea a la que se asocian artistas y diseñadores. «El soplado pasa por coger un trozo de vidrio con una caña, someterlo a 1.200 grados de temperatura y, cuando está incandescente, se forma una burbuja tratando de moldearla para conseguir la pieza esperada».
Conocer los materiales a la perfección y la gestión de los hornos es la base de la técnica del soplado de vidrio que se viene practicando desde el siglo I antes de Cristo. «El vidrio se conocía de antes, lo inventaron por casualidad los fenicios a partir de sosa y arena del desierto, de modo que su uso supuso una revolución, ya que a diferencia de la cerámica, de gran porosidad, con las vasijas de vidrio se podían transportan alimentos sin que se traspasasen olores o sabores», expone el maestro soplador de 45 años.
¿Qué ha cambiado en este arte del soplado vítreo con el paso de los siglos? Pocas cosas. «Únicamente las cañas, que antes eran de bambú y paja y ahora son de hierro, y el combustible: la madera y el carbón han dejado paso al gas. El resto sigue igual, seguimos utilizando las mismas técnicas».
Un saber hacer transmitido entre maestros desde hace siglos como uno de los secretos más codiciados entre reyes medievales. «Hubo épocas en las que se obligaba a los sopladores a trabajar escondidos entre biombos para que no se copiasen sus técnicas; en nuestro siglo tenemos la obligación de desvelar al mundo esta maravilla natural», proclama el artesano. Porque el oficio vidriero está en riesgo de extinción. A la falta de relevo generacional entre los artesanos añade Diego Rodríguez el alto coste de mantener los hornos, del combustible y del vidrio. «Todo ello complica la venta de las piezas».
El año pasado la Unesco reconoció el vidrio soplado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, un aldabonazo impulsado desde la Real Fábrica de Cristales. Desde el afán divulgador por que este arte siga vivo, Diego Rodríguez intenta mostrar el encanto del soplado a través de una empresa con la que organiza espectáculos a partir de performances nocturnas con vidrio, fuego y música. «Casi todos los fines de semana estamos de gira, es un modo más de hacer que la belleza y la magia de este arte se contagie y no se pierda», observa el artesano, también vicepresidente de la Asociación Española de Sopladores de Vidrio. «Las exhibiciones en calles y plazas dejan al público boquiabierto».
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