Le interesaba el sonido como al resto de su banda de heavy metal. Pero fue el teatro más que la música el flashazo que dirigió su dedicación profesional. «Vi 'Pasión', de Corsario, en el Teatro Principal de Palencia con quince años y decidí que yo quería trabajar con Corsario», dice Juan Ignacio Arteagabeitia, conocido como Atila en su trabajo. 'ElLazarillo' de El Brujo terminó de decidirle. «Me impresionó muchísimo el teatro, quería estar allí». Y se hizo realidad su sueño, ha crecido con Corsario y celebra feliz los 40 años de la compañía vallisoletana.
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«Primero me contrataron para cargar y descargar cajones y poco a poco me metí en el control de sonido e iluminación». A Corsario le siguieron otras compañías como Azar, Rayuela, Alicia Sanz y teatros como el Calderón, el LAVA o el de Villamuriel de Cerrato. Atila está en la cabina de control de todos ellos. Nacido en Barcelona, crecido en La Rioja, formado en Madrid y asentado en Valladolid de familia vasca, Nacho se ganó en apodo trabajando para Los Rodríguez, «Atila era un personaje malo de una película de Jean-Claude van Damme».
Sonido e iluminación son esos intangibles que hacen posible un espectáculo y solo se revelan cuando algo falla. «Se dan cuenta de que existes cuando hay un problema». Atila es quien hace llegar el texto y quien compone el cuadro en el que sucede sin ser ni escritor ni pintor. «Ha evolucionado mucho la técnica en ambos campos. Ahora mi trabajo es crear un espacio sonoro. Tengo que 'microfonear' el escenario para que se escuche la voz sin que afecte el lugar ni la distancia a la que está el espectador, de la forma más natural posible. En definitiva mejorar la transmisión», explica. En el caso de la iluminación, «recreas el lugar imaginario del director, donde quiere que ocurra la acción, hacer ese mundo ficticio, pintas un cuadro, una imagen para el espectador».
Está al servicio del director, «te cuenta lo que quiere y tú haces pruebas para que elija. Según la relación, sugieres más o menos. Es un trabajo simbiótico. Un buen iluminador cambia la obra». Por eso le gusta trabajar con varias compañías. «Con Corsario hago dos registros, el del teatro clásico y el del mundo de los títeres. Con Azar, más contemporáneo, con Rayuela, juvenil, trabajas en función del producto, del estilo». Con Andrés Lima ha hecho 'Shock 1' y 'Shock 2', «es una compañía más grande, otro formato».
Ahora anda en la creación de audiovisuales. «Muchas compañías prescinden de decorados y prefieren audiovisuales. Por ejemplo, para Alicia Sanz he hecho uno en el que la actriz interactúa y mete la mano en una imagen de la que saca una botella. Un audiovisual te da toda la libertad y no tienes que trasladar nada». Aficionado a la fotografía, la usa como metáfora de su trayectoria, «me gusta probar, soy digital y analógico. Hay que revisitar lo clásico». Aunque le sigue gustando el heavy, «no me explico por qué escuchábamos algunas cosas». Le flipa la ópera como espectáculo de potencia visual y sonora y le gustaría saltar a la producción.De momento a sus hijos les gusta la cabina.
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