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«Queremos llevar a Simenon más allá de Maigret», dijo Sandra Ollo, editora de Acantilado, durante la presentación de este nuevo proyecto que, de la mano de Anagrama, han emprendido ambas editoriales para propiciar el retorno de Simenon a las librerías. Ambos sellos han unidos ... esfuerzos para lanzar una colección cuyos tres primeros títulos ya están a la venta, con la previsión de que ocho más se incorporen a la oferta a lo largo de 2022.
«Queremos darle un impulso nuevo y merecido a un autor ya conocido» con la esperanza de llegar a más lectores, en especial a jóvenes, deseó Ollo. La editora de Anagrama, Silvia Sesé, describe a Simenon (1903-1989) como un escritor muy moderno y actual: «Es de otra época, pero como todo clásico nos dice cosas de esta». La colección mantendrá al mismo equipo editorial con el que Acantilado ha publicado ya aproximadamente 20 títulos del autor, pero ahora suma «el diseño, la experiencia la capacidad de comunicación» de Anagrama, en palabras de Ollo recogidas por Europa Press.
El diseño de la colección es de estudio Duró y las ilustraciones de María Picasso, y con él han querido reflejar la idea de que «Simenon es un autor popular, que llega y es entendido por todo el mundo, pero que a su vez es susceptible también de ser leído por escritores como William Faulkner y André Gide».
Georges Joseph Christian Simenon fue un escritor al que le rebosaban las palabras. Publicó con su nombre 192 novelas. Y a estas habría que sumar una treintena más que publicó con diversos seudónimos. La labor de reunir todos los títulos en una colección es más que ambiciosa. De momento, son tres los que han llegado a las liberías.
«Y eso fue, aparte de ciertos detalles, lo que pasó aquella mañana. Exactamente lo contrario, en síntesis, de lo que normalmente habría tenido que pasar» (página 52)
La colección se estrena con 'El fondo de la botella', una historia fronteriza con aires de western. Estamos en el límite de Estados Unidos con México. Todo parece tranquilo, PM está tomándose unos chismes en el bar. Pero esa noche, algo comienza a torcerse. Nadie calculaba que la temporada de lluvias comenzaría tan pronto y ha comenzado a chispear. Con todo el peligro que para la zona supone eso: si llueve mucho, el pequeño regato se convierte en un río torrencial que es imposible atravesar con lo que, el pueblo queda aislado y es imposible atravesar hacia México. En ese contexto, al rancho de PM (uno de los muchos que hay en la zona) llega un forajido, un tipo que huye de algo y busca desesperadamente pasar al otro lado de la frontera. Pero el río no le deja. ¿Qué une a los dos hombres? El autor crea una atmósfera opresiva en torno a esa lluvia que no cesa, ese río que no deja de crecer, ese personaje misterioso al que poco a poco vamos conociendo y, sobre todo, cómo las sospechas del lector pasan del extraño furtivo al protagonista que al principio parecía tranquilo, honrado, sensato... y del que empezamos a desconfiar. ¿Todo lo que ha hecho este tipo para llegar a su estatus actual ha sido legal? Una novela sobre los pecados, con el alcohol como detonante y colchón.
«Despuntaba un nuevo día y con calma, sin temor y sin desafío, con alguna que otra torpeza porque aún eran demasiado bisoños, empezaban a vivir» (página 183)
Dos seres solitarios se encuentran una madrugada en Nueva york y esa soledad que cada uno lleva a rastras es seguramente lo que haya hecho más intenso el flechazo, esa sensación inicial de que se gustan. Él es un actor al borde de los 50 años que sin éxito busca el éxito. Ella, una mujer de poco más de treinta que ofrece mil detalles de su vida diplomática (que si Francia, que si Hungría, ahora EE UU). Juntos vivirán una relación enmarcada en tres habitaciones, en tres cuartos en los que viven su amor, sus ataques de celos, sus peores momentos también. Hay una escena brutal en la página 92, cuando ella sube las escaleras de su piso y siente en la nuca un escalofrío cuando piensa que es él quien la sigue. Y muy emotiva la escena de la lluvia bajo los cristales en la 131.
«No puede hacerse feliz a la gente a pesar suyo. Pero si hablamos de hacerles desgraciados...» (página 137)
Y el primer Maigret de la colección, ese inspector de la policía parisina que tiene que responder ante la burocracia (los jueces, los fiscales) a la hora de investigar posibles crímenes. El de este libro, durante buena parte (hasta casi después de la mitad) es una posibilidad. Maigret recibe en su despacho una misteriosa carta en la que le advierten de que se puede cometer un crimen de forma inminente. Sin un nombre, sin una dirección, sin más pistas. Conseguirá, no obstante, saber dónde se escribió esa carta. Fue en una casa acomodada de París, en la vivienda de un jurista obsesionado por un artículo del código penal francés. Es el artículo 64. Dice: «No cabe hablar de crimen ni delito cuando el casado se hallaba en un estado de demencia en el momento de la acción, o cuando le impelía una fuerza a la que fue incapaz de resistir». ¿Cómo se puede juzgar y resolver adecuadamente un crimen cuando este artículo lo vuelve todo más difuso? ¿Cómo tomar una decisión o creer a alguien cuando existe «una especie de desajuste, de brecha, entre las palabras, las frases y la realidad», página 149? ¿Cómo estar seguro de algo cuando existe esa «leve vacilación entre la verdad y la mentira», página 47? «¿Cómo dar por sentado que un hombre, en el momento de matar a otro, en el precio instante del gesto asesino, estaba en plena posesión de sus facultades mentales (54)? De todo esto habla esta novela basada en los interrogatorios a posibles sospechosos de un crimen que tarda en cometerse. Y la conversación final (de los dos últimos capítulos) entre Maigret y uno de esos sospechosos es un grasn colofón para este Maigret.
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