Concha Velasco, caracterizada para 'Reina Juana' (2016). EFE

Siempre en el centro del foco

«A lo mejor hay otra vida. Como ves soy pura contradicción», confesó a El Norte cuando cumplió 70 años. Fue un amago de retiro que dio paso a otra década fructífera en proyectos y premios

Antonio Corbillón

Valladolid

Viernes, 29 de noviembre 2019, 07:22

Concha, sobre el foco!». Es casi de madrugada, 3 de septiembre de 2001, y el director escénico José Carlos Plaza reclama a Concha Velasco que no pierda el centro del escenario del teatro Calderón. Son noches enteras de ensayos y correcciones previas al estreno de ' ... Hello, Dolly!', el famoso musical que había dirigido Gene Kelly treinta años antes en Broadway. Nunca son horas suficientes para pulir un espectáculo que la Velasco estrenará en su casa, Valladolid, en unos días. Y encima, un musical, el género favorito del par de piernas más versátil y longevo de la escena patria.

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La prueba de lo que le decía desde muy niña a su madre, la maestra republicana que inspiró su vida: ¡Mamá, quiero ser artista! Esos primeros días de septiembre de 2001 se acumulan las emociones para la artista en su tierra chica. Unas fechas después, en plenas Ferias, las lágrimas corren por sus mejillas mientras inaugura la placa que preside los soportales del Calderón. ¿Y qué frase elige?...¡Mamá, quiero ser artista!

Siempre el grito vocacional que le llevó a marcharse de la ciudad en la que nació y vivió hasta los seis años camino de Madrid. Y de un sueño que hoy, casi ocho décadas después, ha cumplido con creces. Son 75 años en los que, sin que nadie se lo recordara, como hacía Plaza, siempre ha buscado y encontrado los focos.

Tal era la determinación de la cría que nació en la calle Recondo (en el nº 2, aunque no queda ni rastro). Una acera tan ferroviaria como cada una de sus intermitentes visitas, las de esta 'locomotora' que arrastra a todo el mundo a su paso. Pero que, como artista que es, parecía estar siempre marchándose. De paso. Nadie podrá negarle que parte de su legado ha sido situar a la ciudad que la vio nacer en el mapa. A estas alturas, ningún español, cultureta o mundano, dudará al responder de dónde es Concha Velasco. La 'muchachita de Valladolid'.

Una artista pizpireta, coqueta y necesitada de que el público la quisiera (al menos un poco más de lo que la quiso la vida real). Al igual que la adora la prensa. «Yo me leo todo lo que publican de mí», solía decir entre risas y advertencias cuando uno se acercaba a entrevistarla.

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Se lee todo y memoriza todo. Hace una década, cuando cumplió los 70, esperó como un clavo en el vestíbulo del Principal de Zamora la cita que habíamos concertado semanas antes. Acudía a la tierra de su padre (era de Luelmo de Sayago) a presentar 'La vida por delante', a las órdenes de José María Pou, el hombre que ha logrado prolongar las prestaciones de la siempre fiable 'carrocería' Velasco.

A pesar del esplendor con que la llevaba, tan provecta edad, pilló a Concha con el pie cambiado de una no muy lejana separación conyugal. Además de sus problemas con Hacienda. El cansancio emocional llevó a la 'locomotora' de la calle Recondo a amagar con entrar en su particular 'estación termini'. «Con todo lo que he luchado y trabajado ¿voy a acabar en un asilo? Me estoy planteando la jubilación», nos dijo.

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Buen truco de escena. Otra vez en el centro del foco. El clamor para que desistiera le hicieron olvidar pronto un 'descarrilamiento' innecesario. Intuía que había muchas existencias en otra parte y que, como los trenes bala, había ido de punta a punta sin conocerlas. «A lo mejor hay otra vida. Como ves soy pura contradicción», nos confesó.

Pero aquella Madame Rose de 'La vida por delante', una viejita que entrega su vida a los demás, le dio tanto 'carbón' a su 'locomotora' que ya no encontró más excusas para detenerse. Después dio nombre a una estación, esta sí, teatral, como es el LAVA. Le dieron un Goya honorífico... Fue un suma y sigue. Y volvió al Calderón con otro musical.

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Otra vez de la mano de José María Pou y está vez sí, monográfico de su vida. 'Concha. Yo lo que quiero es bailar'. Dos horas en las que, por una vez, se interpretó a sí misma. Y cerró el periplo. La 'locomotora' Velasco que echó a andar en la calle más ferroviaria volvió al punto de partida. Aunque había vivido poco en Valladolid, «soy muy de raíces».

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