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Una vida tranquila es una rareza en sí misma y también un libro raro que acaba de publicar Coradino Vega. Reflexión larga que escapa del ensayo al uso, relaciona a tres creadores peculiares en su pureza, en el convencimiento de su misión y en ... la manera en que la llevaron a cabo. El pintor italiano Giorgio Morandi, el compositor español Federico Mompou y la poeta estadounidense Jane Keyton hicieron su obra al margen de las convenciones de la vida artística, celosos de su intimidad y de un apartamiento elegido.
Morandi es el exponente más genuino del creador que vive para su obra. Minimizó las energías empleadas en la supervivencia –un trabajo de docente, el ritmo monótono de una ciudad pequeña, un cuarto-estudio en el que cabía su universo– para vaciarse en su exploración de las naturalezas muertas, de la esencia de la materialidad y la forma. No pintaba nubes porque no las veía desde su ventana. En esa misma liga militó Mompou, evocador del silencio en cada línea de sus partituras. Había superado los cuarenta cuando se lanzó a tocar el piano en público. Como Morandi estaba convencido de que la forma simple es la que ocupa a los grandes y hacia ella avanzó.
Por su parte, Jane Keyton escribió de las flores de su granja y de su depresión. Se sintió hermana menor de Ajmatova desde Eagle-Pond, sin tener que sobreponerse a más revolución que la de su alma.
Coradino Vega entreteje en 'Una vida tranquila' (Galaxia Gutenberg) estas tres historias con el hilo de otra experiencia de aislamiento mas heroico, el de una comunidad trapense en la Argelia de los noventa. Su resistencia silente es la que menos encaja en este curioso recorrido por estos ermitaños del siglo XX.
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