![Rut Sanz o el desgaste de la inocencia](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202111/12/media/cortadas/rutsanz-kwYF-U15011044024002sB-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Dice Jacob Iglesias en el prólogo que 'En el fondo de mis manos', la opera prima de Rut Sanz Montaña (Valladolid, 1985), es un libro «maduro y joven a la vez». Fresco, yo diría, pero de profundidades. De certezas y al mismo tiempo de incertidumbres. ... De asombros y, en el filo de ciertas horas oscuras, también de desasosiegos. Eso que la propia escritora desvela desde el poema inicial, casi a modo de poética. O de teoría del amor: «Un camino de no retorno en el que los códigos se vuelven secretos gritados, donde el amor es el lenguaje que se reza, donde la provocación se eleva a misticismo, donde lo profano se sacraliza solemnemente, donde la emoción se cambia en arte, donde la belleza es tu belleza».
Arte, pues, que sucede a la emoción. Como el poema sucede, recoge y organiza los desórdenes personales de los trabajos y los días. El contrapunto entre las mudanzas y las permanencias. Lo que se pierde con cada paso de la página del calendario, pero también lo que nos queda (el amor, el lenguaje, las mimbres de la infancia) por encima del silencio. La piel de las palabras, dice la poeta, que «hacen que el mundo sea». Esas palabras que incitan al vuelo, al asombro perpetuo por encima de las horas usadas.
Esa fórmula existencial que Rut Sanz resuelve, de nuevo, con eficacia poética: «Y qué niños, y qué solos, y qué viejos: / la inocencia desgastada para eternos aprendices». Una expresión, al fin, que busca a lo largo de todo el libro su forma precisa. Y que solo halla consistencia, precisamente, en el jazz del verso: igual prosas poéticas que versos construidos y deconstruidos, que estrofas delgadísimas y hasta algún poema al punto de la descomposición…, según la necesidad.
Hay muchas lecturas (de Tagore a Gioconda Belli, pasando por Enrique Gracia Trinidad) y hay mucha escritura en este libro. También muchas experiencias. Y entre todas estas experiencias, tal vez una decisiva a la hora de abordar el poema: la de su vivencia en Ávila. «Escribo con la mano de puntillas para no correr la tinta», confiesa la poeta, tal vez en el recuerdo de esa pasión, de esa obsesión de Teresa de Jesús por la pluma y el papel. Algo, o mucho, de la Ávila de Teresa y de Kate O'Brien está también en esas mujeres, como género universal, que ocupan una buena parte del poemario de la vallisoletana. Mujeres plenas de gracia y de miedo. Mujeres que se develan ahora y en la hora de su inexistencia… amén.
No sé si todas las mujeres que sobrevuelan 'En el fondo de mis manos' existen o dejan de existir. Lo que sí sé es que con este poemario, y por si alguien tuviera dudas, Rut Sanz existe. Y existe como poeta. En los ojos y en las manos del amor. Y en el vuelo agitador de las palabras. No es poco decir, en este tiempo de escorrentía personal y literaria.
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