T.S. Eliot es uno de los grandes poetas de la modernidad literaria de comienzos del siglo XX. En 1911 dio a la imprenta 'La canción de amor de Alfred J. Prufrock', en la que muestra las primeras señales de renovación poética, y en 1922 ... publica 'La tierra baldía', uno de los poemas que ha sido principal de dicha renovación y que ha servido de inspiración a innumerables poetas de todo el mundo. Logró Eliot, con un solo poema, representar la angustia existencial de quienes vivieron la Primera Guerra Mundial, ese momento en que todas las certezas del mundo conocido se derrumbaban. Su carrera poética continuó de manera intermitente, publicando algunos poemas cada cierto tiempo, acosado por la duda de si había perdido la inspiración, hasta el desenlace final de 'Cuatro cuartetos', publicados entre 1936 y 1942, uno de los grandes poemas religiosos del siglo XX en el que intenta resolver las angustias de 'La tierra baldía'. Durante los años de sequía lírica Eliot siguió escribiendo. No dejó de publicar ensayos críticos, que han servido para orientar el gusto y el hacer literarios durante gran parte del siglo XX. No está de más recordar 'La tradición y el talento individual', 'Hamlet y sus problemas', 'La función de la crítica', 'Dante', 'Los poetas metafísicos', y otros más sociales (hoy diríamos, no sin razón, políticos) como 'La idea de una sociedad cristiana' y 'Apuntes para una definición de cultura'; estos últimos disgustaron a alguien como Juan Ramón Jiménez, que escribió una breve semblanza de Eliot con el título 'Eliot. Monstruo político y social'.
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También en esos años escribió teatro. Desde luego no era un teatro ligero, vodevilesco, ni estaba en la línea de lo que Oscar Wilde o George Bernard Shaw habían hecho, tampoco era el drama romántico en verso, de tintes épicos escrito por Johann Wolfgang Goethe o Percy Bysshe Shelley. Algunas de sus obras tienen la apariencia del teatro burgués, 'Reunion familiar' o 'El cóctel', otras son claramente religiosas, cercanas al auto sacramental, o plenamente uno de ellos. Eliot pensaba, con razón, que podía haber un teatro para el gran público que al mismo tiempo fuera artístico, un teatro de ideas que al mismo tiempo contuviera la suficiente acción dramática como para no resultar estático.
El interés de Eliot por el teatro se manifiesta pronto, con la escritura inacabada de un drama 'Sweeney Agonistes' en 1926. Continuó con otras obras entre 1935 cuando se puso en escena 'Muerte en la catedral' y 1958 en que se representa 'Un político venerable' en el festival de teatro de Edimburgo. Entre medias escribió, y representaron, 'Reunión familiar', 'El cóctel' y 'El secretario particular'. O al menos esa es la idea que el lector medio tiene. Los compiladores de esta edición, sin embargo, añaden 'La piedra', de 1934, que no aparece en el teatro completo del autor que su editorial, Faber and Faber, publicó en 1962. Recientemente dicha editorial ha publicado la poesía completa de Eliot en dos volúmenes, en la que sí incluye los coros de 'La piedra' pero ni publica la obra entera ni la considera una pieza dramática.
T. S. Eliot. Teatro Completo Edición a cargo de Dídac Llorens-Cubedo y Teresa Gibert. Traductores: Antonio Ballesteros González, Natalia Carbajosa Palmero, Teresa Gibert, Dídac Llorens-Cubedo, Viorica Patea, Mariángel Soláns García y Fabio L. Vericat. Madrid: Visor, 2022.
Habrá quien imagine que si Eliot, según confesó, no lograba que la inspiración poética lo visitara con demasiada frecuencia, el teatro podría ser un buen remedio a esa ausencia. Otra explicación más plausible tiene en cuenta que el teatro es el medio por excelencia para comunicar ideas a una gran audiencia. Solo hay que pensar en el número de lectores que tuvieron sus libros de poesía frente a la cantidad de público que asistió a la representación de sus obras. Eliot, de quien se dice que fue un poeta preocupado por los aspectos formales de la poesía, también tuvo en cuenta el contenido. Así, 'La tierra baldía' es la expresión del desconcierto que siente una parte importante de la sociedad inglesa ante el desvarío de principios del siglo XX y 'Cuatro cuartetos' es un poema religioso –ya lo he mencionado– que concluye la búsqueda de una salida para el hombre en una sociedad en la que la religión ha perdido el lugar preeminente que tuvo en el pasado. Gran parte de la obra de Eliot gira en torno a esta preocupación, ya sea en los poemas, en los ensayos literarios y culturales y, por supuesto, en su obra dramática.
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'La piedra' y 'Muerte en la catedral' son dos obras en que Eliot aborda el problema religioso de manera directa. 'La piedra' trata el tema de la construcción de una iglesia. Es una obra de dimensiones casi épicas si prestamos atención a la cantidad de actores que necesita y a la variedad de registros lingüísticos. 'Muerte en la catedral' dramatiza el asesinato de Thomas Becket en 1170 a manos de unos caballeros leales al rey Enrique II. Estas dos obras forman una especie de grupo por el tema y por las características del drama donde el ambiente burgués está ausente. Están más cercanas a lo mítico, del que Eliot parece buscar un renacimiento; no olvidemos que el teatro inició su andadura en Grecia representando mitos.
Aunque el resto de las piezas también tienen como referencia alguna obra griega, el contexto de cada una es burgués. Son comedias amables en que el público encuentra un problema moral de naturaleza religiosa. Los espectadores asisten así a las vidas de unos personajes que, en algún momento, al menos uno de ellos, mostrará un anhelo religioso (anglo-católico, en concreto) que cambia el sentido que hasta ese momento la obra había tenido. A pesar de que las fuentes literarias y el propio tema puedan ser trágicos, no hay aquí tragedia, acaso porque como escribió en uno de sus poemas, el mundo no acabará con una explosión sino con un gemido.
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La edición de Visor (que ya había publicado la obra poética completa en dos volúmenes) es rigurosa, acompaña a las obras unas breves introducciones, así como la recepción de cada una de ellas. La traducción es precisa y clara, ajustándose a la idea que Eliot tenía del verso dramático, logrando que la lectura sea amena.
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