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La pasión italiana de Villena
El poeta arma en 'La dolce vita' una breve enciclopedia personal guiada por sus lecturas y películas
Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan
Sábado, 10 de febrero 2024, 00:26
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Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan
Sábado, 10 de febrero 2024, 00:26
Luis Antonio de Villena siempre ha profesado una especial admiración por Italia. En sus libros de memorias, habla de ella, con una cierta parquedad, al contrario de lo que – creo recordar – hace con Francia o Inglaterra, que, sin embargo, no son tan de su ... gusto. Todo, cuenta en este libro, comenzó con las clases de italiano a las que asistió poco antes de comenzar Filología Románica. Desde entonces hasta ahora ha venido dando noticia de autores italianos, a muchos de los cuales ha traducido. En esta ocasión arma un libro que pretende ser un diccionario de ambición enciclopédica, no tanto por el deseo de abarcar toda la cultura italiana, algo imposible en un solo volumen, cuanto por la extensión de sus artículos. Una breve enciclopedia personal y caprichosa de Italia guiada por sus lecturas y en algunos casos, pocos, por las películas que le gustan.
'La dolce vita' Luis Antonio de Villena. Editorial Fórcola.235 páginas. Madrid. 2023.
Comienza este breve diccionario con la Adivinanza veronesa, el primer texto escrito en una lengua romance y acaba con Luchino Visconti. Entre medias otras cincuenta y cinco entradas que contienen los nombres mayores de la literatura italiana: Dante, Petrarca, Miguel Ángel, y nombres fundamentales en el siglo XX: Giorgio Bassani, D'Anunzio, Pier Paolo Passolini y Salvatore Quasimodo, entre otros muchos.
No debe extrañar la inclusión de los clásicos –hoy solo figuras canónicas para quienes dan la monserga de que el llamado canon literario solo refleja la superioridad etnocentrista heteropatriarcal, ignorando lo que de verdad importa en la literatura: la conversión de la experiencia personal en algo universal gracias al lenguaje depurado y exacto– pues Villena es un hombre de formación clásica a partir de la cual ha creado su poética, en un tiempo culturalista, luego interesada más por la experiencia, sin formar parte nunca de eso que se llamó poesía de la experiencia.
Hay, sobre todo poetas, las figuras cimeras del siglo XX: los autores de la poesía hermética: Quasimodo, Giuseppe Ungaretti y Eugenio Montale, pero también alguien como Passolini, con una poesía más política, al menos en algunos tramos de su vida, y que también fue novelista y director de un cine experimental, hoy casi olvidado, injustamente.
El cine ocupa también, no podía ser de otro modo, algunas páginas importantes del libro. Acabado el fascismo Italia conoció un verdadero florecimiento cinematográfico. Lo propició en gran medida el cine realista de Rocco y sus hermanos de Luchino Visconti y de las películas en que la joven Ana Magnani dio vida a extraordinarios personajes. No le interesa ese cine demasiado a Villena. Prefiere el de Bernardo Bertolucci, La luna y Belleza robada, algo de Passolini, no así el de Federico Fellini, ausente en las entradas del libro, pero nombrado en la introducción, y bastante el de Visconti, autor que se inició en el realismo y fue virando hacia un cine más personal e intimista, a veces turbio como en Ludwig o en Muerte en Venecia, para alzarse grandioso en El gatopardo y resurgir sereno asomado a la decadencia del mundo en Confidencias.
No puede faltar ese gran poeta romántico que es Giacomo Leopardi ni novelistas como Italo Svevo, de vida tan discreta. Uno de los escritores que más le fascinan, y al que dedica una entrada más extensa, es Gabriele D'Annunzio, el poeta decadente y esteticista, enredado en el fascismo pero demasiado libre para no ser un incordio. Junto a él, otra entrada que sobresale es la dedicada a Giorgio Bassani, autor de La novela de Ferrara, cuatro novelas que hablan del paso del tiempo con melancolía.
La dolce vita –el título de la película más conocida de Fellini– es un buen resumen de los gustos, en este caso centrados en la cultura italiana, de Luis Antonio de Villena. Es un libro ameno en el que el autor desdeña toda erudición con el propósito de que el lector pase un rato agradable. También es un libro que abre puertas, las de esos autores que no hemos leído y de quienes podemos hacernos una idea cabal de sus mejores obras. La dolce vita es un inmejorable ejemplo de la literatura como pasatiempo elegante y noble, tan lejano de tanta novelería grimosa que se apila en las mesas de novedades.
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