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'Oficio pasajero' es el diario que Montano escribió entre 1989 y 1999, que cuenta el tiempo que transcurre entre el año en que acaba la carrera universitaria y el que despide el siglo. Entre esas dos fechas, asistimos al desarrollo de una vida más ... íntima que externa, aunque hay anotaciones de su vida en Málaga, en Madrid, sus trabajos como guionista para la televisión y como bibliotecario, pero todo visto desde la perspectiva de quien está alejado del mundo porque el mundo no se le ofrece o porque es demasiado tímido como para sumergirse en él. Montano ve la vida que pasa. «Vivir es ver pasar», dijo Azorín, y es algo que aquí se cumple. El tiempo pasa, la vida pasa y cuando uno quiere darse cuenta ha dejado de ser ese adolescente rezagado que aún era cuando estudiaba la carrera y es un adulto que duda si ha vivido de verdad. No sabría decir si la literatura aleja de la vida activa o si, porque uno es incapaz de vivir, se refugia en cierta medida en la literatura. Quizás haya parte de las dos razones.
Esta distancia permite a Montano desplegar sobre el mundo una mirada melancólica que nunca juzga y que, aunque pendiente de lo prosaico de la vida, logra señalar lo bello que hay. Contradice aquí a Borges al afirmar que la belleza no es frecuente y que la vida solo nos da destellos o fragmentos de esa belleza. De igual modo solo disfrutamos de manera intermitente de la indolencia del tiempo: «el abandono del bienestar, las horas que pasaban dulcemente en la terraza y la conversación frívola». Esta última frase, cercana ya al final del diario, contrasta con la angustia que aparece en sus inicios y perdura hasta ese final en que, aunque brevemente, se reconcilia consigo mismo y con la vida a la que ni toca ni lo toca, según afirma en algunas anotaciones. 'Oficio pasajero' puede leerse como una novela en un tiempo en que algunos han vuelto a la novela decimonónica –sin alcanzar las cotas de aquellas– y otros la han disuelto en la anotación tan minuciosa como mínima de lo que a sí mismos les ocurre.
Montano escribe –esto es, por supuesto, una interpretación con la que el propio autor estará en desacuerdo– la novela de un joven que, perdido en la vida por ser incapaz de enfrentarse a ella, madura entre momentos de indecisión, angustia y tristeza. La vida transcurre y nunca se detiene. Así, pasan los amigos –que vuelven–, pasan las novias –en algún caso de modo fatal–, y pasan los trabajos, permaneciendo lo único que conjura el tiempo: la literatura. Es, por encima de todo, un retrato del artista adolescente: desde sus inicios gamberros hasta la madurez cuando se da cuenta de que «el escenario está ahí y solo hace falta que se lastime un poco el corazón». El novelista, que es el diarista que escribe, ha de arreglar, eso sí, lo que ve, para hacerlo presentable y para hacerlo pasar por novela, o por diario. Esto solo es posible con un medido uso de la ironía literaria donde las cosas son sin llegar a ser y, con frecuencia, pareciendo lo que no son. También 'Oficio pasajero' da cuenta de dicho aprendizaje cuando reflexiona sobre Ernest Jünger y Fernando Pessoa, cuando habla de Friedrich Nietzsche y Emil Cioran o cuando menciona, de pasada casi, a ç. Con estos autores juega Montano su partida, y logra un libro que se alza por encima de la literatura actual.
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