Buena parte de nuestra generación ha hecho suya la reinterpretación desafiante, humorística y polémica de las narrativas de ficción que consume. Somos ardientes entusiastas de la cultura pop y el coleccionismo obsesivo, y los acompañamos de cierto e inevitable gusto por las teorías conspiranoicas y ... de humor vitriólico que se burla del cliché, de lo manido y lo predecible. Así, buscamos integrar desde la comedia y la condena al estereotipo una parte de nosotros en las historias donde nos refugiamos de nuestro triste, tristísimo, día a día. En ellas buscamos un mínimo manejo de la situación que la vida nos niega, una sensación de poder aunque sea fugaz y un punto de huida donde los conflictos están contenidos y controlados.
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Pero explotar esos conflictos, incluso a través de personajes ficticios, tiene un precio. En una de esas historias cualesquiera (sobre)vive Dolores, la protagonista de 'Literatura barata'; arquetipo de fracaso educativo (estudió Filología Eslava y limpia baños), sentimental (su novio murió abducido por unos extraterrestres) y vital (su tristeza se [con]funde en la ciudad predilecta de los suicidas, bautizada con el tragicómico y allanpoetiano nombre de Berenice). Su pesar es nuestro deleite culpable, y Alejandro Cuevas así nos lo arroja a la cara. Reinterpretando el (manido y predecible) concepto de 'prosa despojada', el autor desarticula los resortes del pacto entre escritor y lector y los muestra con toda su desnudez, revelando el rol que asumimos en este tácito acuerdo y obligándonos a aceptar, entre la carcajada y el remordimiento, nuestra parte de culpa.
AlejandroCuevas. Menoscuarto Ediciones. 176 páginas.
Pero, ¿de qué somos culpables? Ni siquiera lo parece comprender del todo el otro protagonista de esta novela, el vendedor de enciclopedias secuestrado por una siniestra dupla en una celda de paredes acolchadas y que trata de dilucidar qué motivos le han llevado a encontrarse en esa situación. El pecado está ahí, y ni a Dolores, ni al rehén ni a nosotros nos redime la (manida y predecible) coartada de la precariedad. Es desde esta prisión, más real que metafórica, donde Cuevas profundiza aún más en el germen de lo que nos estimula en estos festines de conflictos, mediante un calculado equilibrio entre lugar común y sardónica reinvención.
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