![Samuel, galerista en resistencia](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/09/26/s63-kh4-U210254940269bdG-1200x840@El%20Norte.jpg)
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S uele advertir a sus clientes que va a ser el último año que abre la galería de arte, pero nunca acaba de cerrarla. O no del todo. Samuel Santiago Paul (Valladolid, 1965) sigue en la brecha, poniendo en venta un fondo pictórico inagotable con ... Cuadrado Lomas, Jorge Vidal, Domingo Griado, Gabino Gaona y el rastro del Grupo Simancas como estímulo para acercarse al local donde guarda su obra y, de paso, acceder a la de otros artistas locales. «Me metí en este negocio porque conocía a esos pintores desde pequeño», rememora Samuel. «Viajaba con ellos y con mis padres a Portugal, pasaban temporadas pintando en Nazaré... mi padre es pintor también de los buenos, así que he tenido en casa esa querencia por el mundo de la escultura y la pintura».
En la actualidad su galería de la calle Vega, frente al mercado del Campillo, permanece cerrada, aunque su fondo artístico está depositado en un local en la calle Miguel Íscar. Desde allí practica una especie de guerra de guerrillas, asegura, «para ir sacando cositas, vendo a particulares que me llaman por teléfono y me piden obra para regalar.... Necesito renovar cada año la oferta para no aburrir. Tengo mucho fondo pictórico porque son sesenta años en esto, además de todo lo que tenía mi padre». Su progenitor, Fernando Santiago 'Jacobo', nombró así a la galería que abrió hacia a finales de los años sesenta, luego reconvertida en Arcón A-7 en Simancas, para pasar a denominarse Orón hacia 1989, hasta que en 2002 comenzó a operar como Samuel. Desde entonces, el mundo de las galerías en Castilla y León sigue mermando y los cierres se imponen. El último epitafio lo firmó en la calle Miguel Íscar la galería Rafael tras 37 años de historia. «Nunca este negocio ha sido pujante», reconoce Samuel Santiago Paúl, testigo de una época más boyante a finales de los ochenta, con más espacios de este tipo en Valladolid, más interés por colgar cuadros con firma. Pero al final se impusieron los cierres por jubilación y sin falta de relevo, el uso masivo de cámaras de foto y los móviles, la moda de las láminas... «fue un poco debacle; podemos tener mucha información, pero sin espíritu crítico no vale nada. Sin un mínimo conocimiento de cómo es el arte y para qué, es complicado; nos han enseñado que en casa con cuatro muebles de cartón y dos láminas un espacio luce igual, pero no es cierto».
El goteo de llamadas interesadas en cuadros para regalar o ambientar un espacio le hace concebir la esperanza de abrir la galería a final de año en Miguel Iscar. «Hay que escuchar al cliente, ver los gustos de la persona, si tira a clásico, a abstracto, qué tipo de obra y tamaño busca. A partir de ahí –enfatiza– hago una selección y llevo la obra a la casa del cliente, allí la probamos con tranquilidad, la pueden tener un fin de semana o el tiempo que necesiten. Y si ven que ese es el cuadro en el sitio que les gusta, pues adelante».
Con sus colecciones a cuestas este marchante sigue sacando obra al mercado. «Con los años se me han muerto todos los autores de los que tengo obra; conservo también cosas de otros pintores, pero lo que compro y vendo son sobre todo artistas de Valladolid».
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