Secciones
Servicios
Destacamos
Viernes, 5 de marzo 2021, 09:18
'Independencia', la nueva novela de Javier Cercas, lleva el subtítulo de 'Terra Alta, II', y puede considerarse como la segunda entrega de una serie protagonizada por «el héroe de Cambrils» o como las dos partes de una única novela, a la manera del Quijote, ... obra a la que se homenajea con las reiteradas referencias a la primera parte, ya publicada y conocida por los personajes, en la segunda.
El que el protagonista sea «el héroe de Cambrils», el mosso d'esquadra que abatió a cuatro de los terroristas del atentado de las Ramblas, plantea un problema extraliterario. ¿Es lícito tomar un personaje real del que poco se sabe (se ocultó su identidad para evitar represalias, está de baja por depresión y en lugar desconocido) y atribuirle una rocambolesca biografía de malhechor reconvertido y un uso de la violencia para imponer la ley al margen de la ley? ¿Se imagina alguien que el protagonista fuera el mayor Trapero o que a quien se convirtiera en un Rambo con vocación de bibliotecario, hijo de una prostituta asesinada, fuera al líder de Ciudadanos? Jugar con la verdad y la mentira, con la mezcla de realidad y ficción, tiene sus límites legales, al margen de su mayor o menor eficacia como recurso literario.
También hay límites de otro orden. Los personajes de Independencia –parece que todos menos el protagonista-- han leído Terra Alta y aluden a ella, y a su autor, dudando de si lo que cuenta es verdad o mentira. «Menudo elemento, el tal Cercas, qué manera de embaucar a la gente…», dice uno de los personajes. Pero resulta que Terra Alta se publicó en 2019 y los hechos que narra ocurrieron en 2021. ¿A nadie, en un relato que se quiere realista, le extrañó que fuera profética? Resulta además que en la realidad de la ficción «ni Blai ni nadie en la comisaría de la Terra Alta tuvo el menor interés en desmontar la versión oficial del caso, según la cual había sido él y no Melchor quien lo había resuelto». Una novela debe atenerse a su propia coherencia interna y Cercas se la salta por su afán de homenajear a Cervantes sin darse cuenta de que su caso es como si Cervantes hiciera aparecer la primera parte del Quijote, publicada en 1605, en una segunda parte que transcurriera durante la juventud del protagonista, muchos años antes.
'Independencia' pretende ser varias cosas: una narración policíaca a la manera de las que pronto se convierten en series de televisión (curiosos resultan sus puntos de coincidencia con un reciente éxito de Netflix, 'Lupin'), una novela de tesis que trata de desmontar las falsas razones del independentismo catalán y, en menor medida, un ejercicio de metaficción que se hace evidente en el discurso final del protagonista: «Lo que he aprendido es que las novelas no sirven para nada. Ni siquiera cuentan las cosas como son, sino como hubieran podido ser, o como nos gustaría que fueran. Por eso,nos salvan la vida. Bueno, eso es todo lo que os quería decir: que las novelas no sirven para nada, excepto para salvar vidas».
Como narración policíaca, la novela pierde todo interés a partir de la página 94. Cercas sabe contar, y la estructura de su novela --con esa larga conversación final, que todo lo aclara, y que se va sabiamente dosificando desde los primeros capítulos-- resulta la más adecuada para mantener el suspense, pero no acierta a inventar una trama medianamente verosímil. La alcaldesa de Barcelona –estamos en 2024 o 2025, no pensemos, o solo un poco, en Ada Colau-- es chantajeada. La amenazan con hacer público un vídeo de carácter sexual si no ingresa trescientos mil euros en moneros en una determinada cuenta. Le advierten que no hable con la policía si quiere que todo salga bien. Y ella cita a los policías en el Ayuntamiento, les alarga el sobre que contiene la amenaza y luego un maletín de cuero negro. «Ahí tiene el dinero. Pague a esa gente y que me dejen en paz», le dice al inspector. ¿Nos frotamos los ojos? ¿Le piden que no avise a la policía y ella les avisa, no para que eviten el chantaje o detengan a los chantajistas, sino para que simplemente ingresen la cantidad que le exigen en una cuenta? ¿Tan torpe es que no se las sabe arreglar ella misma con la banca digital ni tiene a nadie que le explique el procedimiento?
Sospechamos que Cercas utiliza la trama policial como un Macguffin que le permite hablar de otras cosas que le interesan más y que confía en que el gran público al que se dirige –Terra Alta fue premio Planeta-- no resulte demasiado exigente. Pero quizá le hubiera convenido no menospreciar tanto la inteligencia de los lectores. El vídeo con el que amenazan a la alcaldesa –quien tuvo una juventud bastante abierta en materia sexual y no se avergüenza de ello-- nos la muestra teniendo relación con tres hombres que pretendían abusar de ella. No lo consiguen: es ella la que logra controlar la situación.
Pero la historia del chantaje, y del descubrimiento de un crimen de hace años, no es lo que más le importa a Cercas. Su novela se atiene al «prodesse et delectare» horaciano, quiere enseñar deleitando y la lección que pretende transmitirnos es que el famoso Procés fue artificialmente montado por la clase dirigente catalana para chantajear a Madrid. Así se lo hace decir a uno de sus personajes: «En 2012 vivíamos sumidos en una crisis tremenda, la más fuerte en un siglo, y lo estábamos pasando muy mal. ¿Qué hicimos? Lo que debíamos hacer: sacar a la gente a la calle, con nuestros medios y con la ayuda inestimable de nuestro gobierno, para meter toda la presión posible al gobierno de Madrid, ponerlo entre la espada y la pared y obligarnos a resolvernos el problema». La clase dirigente catalana no es independentista, afirma el personaje en sus declaraciones (dejemos a un lado, una vez más, la verosimilitud) a un periodista británico, pero ellos no crearon el independentismo: «Lo que montamos nosotros fue el Procés, es decir, transformamos una reivindicación de una minoría en una reivindicación de casi la mitad del país». La pregunta del periodista es obvia: ¿Y cómo consiguieron ustedes solos sacar a la calle a un millón de personas cada año durante una década? «Ni que fueran idiotas», precisa. Y esta es la respuesta del prohombre catalán en versión de Cercas: «Es que lo son». Sutileza argumental se llama esa figura.
Independencia es una novela con pretensiones de análisis social y de denuncia (y que cita a Montaigne y a Borges –«mientras dura el remordimiento dura la culpa»-- y no escasea en reflexiones atinadas), disfrazada de entretenido y poco exigente telefilme de sobremesa. O quizá lo contrario.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.