Manuel López Rodrigo, en su estudio, con su perro Florimón. José C. Castillo
Discretos indispensables

El retratista de animales

Aprendió anatomía con la taxidermia y movimiento, oteando el campo. Esas son las herramientas que usa Manuel López Rodrigo, 'pintor de naturaleza'

Victoria M. Niño

Valladolid

Sábado, 1 de junio 2024, 08:36

H ay zoos que tienen menos fauna que la casa de Manuel López Rodrigo. Las paredes son un museo de aves, de perros y de algunos felinos de paisajes lejanos. Los asientos están cubiertos por pieles, las mesas lucen ánades inmortalizadas con trazo preciso. Plantas ... secas, cráneos, maderas, plumas dan aire de gabinete de historia natural a la estancia principal, a la que se llega por un pasillo que muestra una gran colección de mariposas de la tierra, regalo de un amigo, de esa «gente especial» que disfruta observando el campo.

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Manu es uno de ellos. Alterna el silencio del páramo con el ritmo de sus baquetas sobre la batería, instrumento «tradicional», subraya quien se siente analógico, más próximo a Agapito Marazuela que a Phil Collins. Nunca soñó con vivir de su pasión, dibujar la naturaleza, pero lo ha conseguido. Su primera escuela, tras rechazar estudiar biología, «no me interesaba el trabajo de laboratorio», o veterinaria, «tampoco me llamaba la medicina de animales», fue el taller de taxidermia que tenía en Valladolid Carlos Valverde, hermano del ornitólogo que fundó Doñana. «Carlos era un hombre muy inteligente que conocía bien a los animales del campo, daba gusto trabajar con él. La taxidermia me enseñó anatomía y escultura», recuerda López Rodrigo. Pero la faceta social de esa actividad, el trato con los clientes, era lo que menos le gustaba, «prefiero la privacidad de mi estudio».

Allí trabaja con «lápices de colores, como los niños». Atiende encargos de gente que le pide retratos de sus mascotas. «Me muevo en ferias de perros, de caza y de ornitología. Hay quien compra del fondo que llevo y quien pide algo concreto». Dibuja a partir de fotos, «aunque puedes tirar 400 y solo hay dos que te sirven. Hay que conocer cómo se mueven los animales, su expresión, no hay dos iguales». En su día pintó del natural, «es un buen ejercicio, como hacerlo con luz tenue, así todos los tonos se vuelven uniformes. Una manera de entrenar la memoria visual».

Siente que en España cada vez se conoce menos el campo y sus habitantes. «Algún agricultor encuentras que todavía reconoce a varias aves, aunque la mayoría se queda en las perdices y codornices. Mi abuelo, que era analfabeto, te decía todas las especies. Sin embargo en el Reino Unido hasta hay comederos para las aves en las casas. Distinguen el camachuelo, el petirrojo o los mitos, saben de lo que hablan y tienen otro punto de vista. Según una encuesta de la SEO, en Madrid el público apenas reconoce la urraca, el gorrión, la cotorra argentina y la paloma», explica este admirador de William Morris.

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Manu pasea por el campo con su perro, Florimón. «Suelo conocer lo que me piden, no dejo de observar y estudiar. Por ejemplo nunca he pintado palomas bravías y me acaban de proponer un proyecto de palomares». Admira al pintor vallisoletano Anselmo Miguel Nieto, «de la generación del 98, muy bueno. Me gusta todo de esa época», explica tras sus anteojos pertrechado tras su barba valleinclanesca.

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