Un artesano de Saldaña descarga una campana junto a una iglesia.
El Marcapáginas

La resurrección del repique

La familia Quintana se entrega desde 1637 al arte de fabricar campanas y carillones y mantiene viva la tradición artesanal desde Saldaña

Jesús Bombín

Valladolid

Sábado, 23 de marzo 2024, 00:23

A las horas en punto, en toques de clamor, de aviso de incendios, nacimientos o festividades... el repique de campanas ha perdido en el calendario la vigencia de antaño, aunque en ciertos reductos mantiene el encanto anunciador más allá de ejercer de huella sonora del ... tiempo. No hay pueblo sin campana en la espadaña o en la torre de su iglesia, ni son pocos los edificios civiles y espacios urbanos donde el tañido marca las horas. La familia Quintana se dedica a la fabricación artesana de campanas y carillones desde 1637. «Somos la empresa familiar documentada más antigua de España, de esa fecha son los primeros registros de fábrica que aparecen de nuestros antepasados en las parroquias», presume Manuel Quintana.

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En el taller de la localidad palentina de Saldaña se afanan diez personas en volcar el saber de la tradición a las nuevas exigencias de la campana en la vida pública. «Está muy presente en el día a día de Europa desde hace más de 1.200 años, representó un modo de comunicación esencial en la vida de las gentes que vivían en pueblos y ciudades, no existían relojes y el toque de campana marcaba el transcurso del tiempo en el campo, el descanso en la jornada laboral o, si existían murallas, la hora a la que se cerraban las puertas de la ciudad».

Campanas vivas, pueblos vacíos

Cuenta Manuel Quintana que en los años cincuenta del pasado siglo el repique desde el campanario cayó en desuso por la emigración que despobló el medio rural. «Dejaron de ser imprescindibles». Aquel desuso ha dado paso en la actualidad a un 'revival', siendo reconocido su tañer como patrimonio inmaterial recogido por diferentes colectivos que velan por que no caiga en el olvido. Un renacimiento del sonido desde el campanario que va más allá del uso litúrgico y festivo. «Nos siguen reclamando campanas las parroquias, pero también para uso civil; trabajamos mucho para Patrimonio Nacional, incluso para el Ministerio de Hacienda, que cuenta con carillones en algunas sedes».

Fabricadas en cobre en Saldaña, la longevidad de una campana resiste el paso de siglos («algunas siguen tocando después de doscientos años»), subraya Manuel Quintana. «Cada ejemplar es único, requiere un molde, y una cosa es fabricarla y otra afinarla. El proceso de afinación exige colocarla en un torno y retirar metal de la parte interior de algunas zonas para ajustar las frecuencias parciales a lo que tiene que ser la nota concreta».

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Dos meses pueden transcurrir desde que se recibe el encargo hasta que la pieza de cobre está lista. Más complejidad entrañan los carillones, instrumento musical de percusión que puede estar formado a partir de 18 campanas, «es como si tuviéramos un piano al que vamos quitando teclas». La incorporación de mecanismos electrónicos que permiten programar o ejecutar distintos toques sin intervención manual aporta la nota de modernidad a una práctica mantenida a lo largo de siglos por fundidores que hacen de la relojería monumental un arte de gran presencia visual, aunque poco conocido.

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