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Henar Rubio, en las escaleras del colegio Allúe Morer, centro que dirige. Carlos Espeso
El respeto, asignatura transversal

Discretos indispensables

El respeto, asignatura transversal

La diversidad es la seña de identidad del colegio Allúe Morer que dirige Henar Rubio, la 'profe' convencida de que lo único que salva de la pobreza es la educación

Victoria M. Niño

Valladolid

Sábado, 15 de junio 2024, 08:47

No hay nada más bonito que la emoción de un niño cuando deja de silabear y levanta la vista tras lograr leer seguida una frase», dice Henar Rubio, una maestra vocacional que el destino llevó a ser directora del colegio Allúe Morer, aunque siempre prefirió los pasillos a los despachos. Su centro es referente por acoger la orquesta escolar In Crescendo, aunque la música es una más de las vías que llevan al entendimiento entre los 230 alumnos de infantil y primaria con más diversidad de Valladolid. «Cuando entré en 2010 solo había una familia perteneciente a la población mayoritaria, hoy son diez y todas porque quieren que sus hijos conozcan otras culturas», explica Henar.

Educa a niños gitanos, árabes, latinos, procedentes de minorías en un sistema pensado para mayorías. «Vine a instaurar el bilingüismo y tuve que aprender a relacionarme con las familias. Los migrantes dejan todo y vienen a la nada. Aún los latinos tienen el idioma, pero los árabes o los búlgaros ni eso. Las familias te dan lo que más quieren, a sus hijos, sin entender lo que les dices. Es una responsabilidad muy grande». Después de tres lustros se ha ganado la confianza de la comunidad. «Los migrantes vienen a estudiar, los padres se lo inculcan. Los gitanos, no. Los prejuzgamos desde hace siglos, les damos dinero pero no oportunidades. Eso perpetua la pobreza, pasa de generación en generación. Lo único que salva al niño de la pobreza es la educación», dice la 'profe' que sigue a sus alumnos tras su paso por el cole.

«Tenemos a diez gitanos que trabajan en hostelería y tiendas. Lo importante es enseñarles todas las caras de la vida y que elijan. Ya hay muchos que no están en el mercadillo». El otro día una ex alumna gitana entró a lamentarse de que no la había hecho caso, se había casado pronto y tenía una niña, «pero me he dado cuenta de que quiero hacer más cosas, sacarme el carné de conducir para enseñar la ciudad a mi hija», cita Rubio con la agridulce sensación de derrota y victoria.

Esa es otra obsesión de la directora, que los niños salgan del cole. «Es tan importante como el conocimiento académico saber coger un autobús, llevarles al teatro de calle, a una exposición, a la feria del libro. Sus padres no tienen a veces habilidades sociales para procurar esa relación. Cuando salen a tocar tienen un montón de experiencias». El cupo de diferencia asumible por los niños no es infinito. «Están poco abiertos a la discapacidad. Trabajamos mucho en que acepten la neurodivergencia. El respeto a la diferencia debiera ser una asignatura transversal».

Suele subrayar el papel clave de su oficio con la consideración de que «por nosotros pasa toda la sociedad, desde un futuro Hitler a un futuro Nobel de la Paz, depende de la educación que reciban. Vivimos en la España del 'ya', todo tiene que ser inmediato y la casa se empieza por los cimientos, en infantil y primaria es donde se puede moldear a los niños». A veces la desidia ajena le lleva a pensar en abandonar. El subidón de un abrazo, de un concierto o de la respuesta de un niño desahuciado por otros centros le engancha de nuevo.

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